Entre la oscuridad y la luz
Prócoro Hernández Oropeza
Muchos dirán que eso es imposible, sobre todo para quienes se han quedado sin trabajo, para las empresas grandes, medianas y pequeñas que han sido obligadas a cerrar, a profesionistas que no pueden laborar en sus oficinas o despachos. En fin, la mayoría siente que le han restringido su libertad y algunos pasan por momentos de angustia o depresión y buscan respuestas. La mayoría las encuentra en esas redes, pero en vez de darles claridad, aumentan su ignorancia, su miedo y angustia.
Decía Buda: “No hemos de creer en lo dicho, simplemente porque fue dicho, ni en las tradiciones porque han sido transmitidas desde la antigüedad; ni en los rumores; ni en los escritos de los sabios, porque han venido de ellos; ni en las fantasías que se suponen haber sido inspiradas por un Deva (es decir, una supuesta inspiración espiritual); ni en las deducciones basadas en una suposición casual; ni por la mera autoridad de nuestros instructores o maestros, sino que hemos de creer cuando lo escrito, la doctrina, lo dicho está corroborado por nuestra propia razón y conciencia. Por eso enseñé a no creer lo que oyen decir. sino que, cuando lo crean conscientemente, actúes de acuerdo y plenamente.”
Es posible que esta pandemia provenga de una mente siniestra o de un accidente fortuito o bien por un karma mundial. En la tradición indostana se dice que el karma es una ley de acción y consecuencia, que todo lo que nos acontece, sea para bien o para mal, es producto de nuestras acciones del pasado, sea de esta vida o de vidas anteriores. Así como hay karma personal, también existe el familiar, grupal, nacional y mundial. Como esta pandemia se ha extendido por casi todo el planeta, nos hemos visto afectados unos con mayor énfasis que otros y las repercusiones no sólo se reflejarán en plano sanitario, también en el psicológico y posiblemente con mayor dureza en lo económico.
Cuando sabemos que la muerte es algo inevitable y que cada ser tendrá que morir algún día, si sabe que lo único que muere es su cuerpo no su espíritu, esencia o chispa divina, entonces no sufre. La espera con calma, sin miedo y si ha terminado su reserva de energía puede morir por esta pandemia o por otra enfermedad. Pero sabe que su Ser es eterno y posiblemente retornará con otro cuerpo, otra familia. No tiene expectativas más que esperar la muerte con sabiduría, en amor y aceptación. En la India, la mayoría de los grandes maestros o yoguis, cuando están listos para partir se preparan para ello. Por ejemplo, el maestro Swami Sivananda un día le dijo a uno de sus alumnos que marcara cierto día en el calendario que tenía en la pared. El alumno, sorprendido, le preguntó acerca de esa fecha. El maestro le contestó que ese día se marcharía y dejaría su cuerpo. Al llegar la fecha, Sivananda les pidió a sus alumnos que lo dejarán en paz y a cierta hora fueran a verle. Se fue a su habitación de meditación, se sentó a meditar. Cuando llegó el tiempo, sus alumnos fueron a buscarlo, pero ya su espíritu y su alma no se encontraban en su cuerpo. Así se preparan los grandes maestros para irse. Jesús también eligió el día para entregarse a los romanos; ya sabía lo que iba a suceder. Pidió a sus apóstoles que le llevaran un borrico. Los apóstoles se sorprendieron por tal pedimento, pero se lo consiguieron. Cuando se lo llevaron, Jesús se montó en él y entró en la ciudad. ¿Cuál es el significado de esta metáfora? Sencillamente que Jesús había controlado su mente asna, la mente del miedo y los placeres y estaba listo para culminar parte de su obra.
Es posible que esas logias negras quieran acabar con una parte de la humanidad, metiendo miedo, poniendo vacunas, generando enfermedades, pero tendrán más fuerza si caemos en la desesperación y angustia, enviando pensamientos negativos al universo. Con ellos estamos dando forma a esas ideas perversas, porque nuestra mente es creadora, es una energía que conectada con esas energías oscuras ayudamos a crear esas realidades que no deseamos. Pero si estamos en paz, conectados con nuestra verdadera esencia, sólo observamos sin juicio ni miedo, y trascendemos cualquier prueba, sin importar lo fuerte o difícil. Las tormentas pasan, los rayos caen y nosotros en plena calma observamos y sabemos que nada es impermanente, todo cambia, tarde o temprano.
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