El agua del olvido
Prócoro Hernández Oropeza Dicen los maestros de las antiguas tradiciones que cuando nacemos nos dan el agua del olvido y no recordamos quienes fuimos en nuestras vidas pasadas. Salvo muy raras personas pueden tener atisbos de esas vidas, principalmente algunos niños que aun poseen algunos recuerdos, pero cuando van creciendo lo van olvidando. Recuerda hace tiempo a un niño de tres años. Él afirmaba que venía de una estrella y daba su nombre, raro por cierto. Sus padres le había puesto el nombre de Enrique, pero él se negaba a aceptar dicho nombre. Él decía que su verdadero nombre era Sebastián. Sí, venimos con nuestra conciencia dormida, sólo un tres por ciento, el resto se halla fragmentada por las legiones de egos. Con ese porcentaje tan bajo qué podemos esperar, más que sufrimiento, buscar la gloria y la felicidad afuera. En el Evangelio Según San Tomás, de los libros apócrifos, Logion 28 se indica: “Jesús ha dicho: Yo me he posado en medio del mundo y me he revelado a e