La pasión de Cristo
Prócoro Hernández Oropeza La semana santa o semana mayor, que debiera ser para recordar aquella gran pasión que vivió Jesús en el monte Calvario, se ha convertido en una gran diversión, en días muy esperados para ir de vacaciones. La mayoría busca las aguas de mar o de albercas, no como un acto de purificación o de bautismo, sino el pretexto para disipar el cansancio de una vida cansina, la depresión, el estrés, la cotidianeidad. Tampoco debe celebrarse con el drama, tristeza y sufrimiento con el que la celebran algunas iglesias cristianas. Más bien con la certeza y el júbilo de que Jesús murió por amor a la humanidad, por eso es llamado el Cristo más amado por Dios y el que más ha amado y además predicó el amor con el ejemplo. No son días de guardar, ni meditar en la trascendencia de nuestra vida ordinaria, sino para continuar con la mecanicidad de la vida, como un respiro para luego continuar con el trajín del día a día. Para muchos Jesús es, acaso un mito del pasado, un mesía