De mil que me buscan
Prócoro Hernández Oropeza
Hemos concluido nuestra Jornada por la Paz Interior con
múltiples y gratas sorpresas; otras no
tanto. La mayoría de la gente anda más
preocupada por otras cuestiones materiales, en busca de fama, placeres,
tertulias, festejos fatuos y no tanto en la búsqueda de la armonía interior.
Somos como picapedreros y son pocos los que concurren a nuestro llamado, pero
alguien debe hacerlo, ya vendrán tiempos prósperos. Dice mi maestro que estas
enseñanzas y técnicas son para el futuro, pero alguien debe empezar a
practicarlas y a ser ejemplo de ello.
Jesús lo decía hace dos mil años: De mil que me buscan uno
me encuentra, de mil que me encuentra uno me sigue y de mil que me sigue, uno
es mío. Misma afirmación o sentencia que pronunció Krishna hace cinco mil años.
En el Bhagavad Gita Krishna dice: "Entre miles de hombres, tal vez uno
intenta llegar a la Perfección; entre los que intentan, posiblemente, uno logra
la perfección, y entre los perfectos, quizás uno me conoce perfectamente. La
mayoría de la gente está enfocada en los placeres mundanos, en busca de
riqueza, fama, poder, felicidad, pocos buscan la riqueza de su corazón, la
riqueza interior.
Esos novecientos noventa y nueve, más del el 90 por ciento de la gente anda en busca de
otros derroteros, celebrando a sus muertos, no sabiendo que ellos están muertos
también; disfrutando un partido de futbol; en las discotecas, bares, cantinas,
o ensimismados en sus quehaceres o en sus problemas o bien en un partido
queriendo arreglar el mundo externo cuando por dentro vive una gran batalla, la
batalla contra sus demonios. En el viejo Japón había un Samurái que era célebre
porque había logrado muchas victorias en su vida y era muy reconocido y poseía en
su traje distintivos y medallas de tales proezas. Un día un amigo le felicitó y
le dijo: -Te has de sentir muy orgulloso porque has sido un gran guerrero, un
luchador que ha trascendido las fronteras. El Samurái le miró a los ojos y le
contestó: - Es verdad, he vencido en muchas batallas pero me falta una y es la
más importante en mi vida. Conmovido, el amigo le replicó: -Pero cómo, si ya te
has retirado y vives tranquilo en esta mansión. El Samuray le dijo: Me falta
una batalla suprema y es contra mis enemigos internos, mis demonios, mis yoes. En
tanto no la gané no viviré en plenitud y paz profunda.
Mientras no se derroten y eliminen a esos demonios no habrá
paz interior, no seremos libres; sólo somos prisioneros del ego y tan
esclavizados estamos a ellos que no nos damos cuenta, vivimos en su ilusión.
Por ello los maestros dicen que el egos e una mentira bien elaborada, tan fina
que no lo percibimos y pensamos que eso somos; somos la ira, el miedo, el
rencor, el odio, mentira, pesimismo, lujuria, envidia, vanidad, pereza, hastío,
aburrimiento, etc.
Tan metidos estamos en esta ilusión que requerimos de un
gobierno y leyes que nos aten más a este mundo material. Habrá de llegar un día,
y es por lo que luchamos, que sólo impere una ley, la Ley del amor. Esa suprema
ley que gobierna en sociedades iluminadas en otros universo y dimensiones y de
las cuales gozábamos antes de que nos corrieran del paraíso.
Tal vez usted sea un incrédulo y dude de estos postulados,
no es el único, la mayoría es posible que coincida con usted. Por eso el mundo
está de cabeza, con gobiernos corruptos, partidos desacreditados y políticos en
los que la gente ya no confía, una sociedad con principios vulnerados y
religiones que no aportan fortaleza para el espíritu humano, además de promulgar
dioses castigadores y terribles. Así es, las masas buscan líderes que hagan el
trabajo por ellos, son seducidos por los placeres mundanos, por quimeras de oro. Pobre humanidad, ¿Adónde
iremos a parar? Gautama Buda decía:
“Este es mi camino, el camino del amor, donde todos somos uno, que
cuanto te amo me amo a mí mismo.”
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