El recuerdo de sí
Prócoro Hernández Oropeza Una de las condiciones básicas para el progreso espiritual es no olvidarse jamás, ni por un instante, de sí mismo. Hágase lo que se haga, siempre hay que estar en alerta, despierto, consciente. Pero resulta que no es tan fácil como lo deseáramos. En el menor descuido ya nos olvidamos de nosotros. De repente nos vemos envueltos en el remolino de pensamientos, ideas, eventos. Vamos por la calle y cuando menos ocurre ya me quedé prendido de aquella bella joven que camina coquetamente. ¿Quién se distrajo? El ego lascivo o de la lujuria se fascinó con esa escena. Este olvido de sí mismo es tan sutil que no nos damos cuenta. Debemos estar alertas de nuestros cinco sentidos, esas son las ventanas o las puertas por donde se introducen los pensamientos, sentimientos, gustos, apetencias, sugerencias, estados de ánimo y permean, en consecuencia, nuestra voluntad. Voy frente a una panadería y el ego goloso pide, exige un pan o un pastelillo. Vamos al supermercado por u