Somos la eternidad
Prócoro Hernández Oropeza Cada pueblo/nación posee un bagaje rico en cultura, costumbres, idiomas y dialectos, creencias, fiestas, rituales, simbolismos y tradiciones. Y en el fondo todos se creen únicos, inigualables, insustituibles y excelsos. Sin embargo cada uno es lo que es, con sus propias limitaciones y fortalezas. Todos somos uno a los ojos de dios, todos emanamos de su linaje y nadie es mejor que otro. Pero como nacemos en un país, limitados por fronteras, idiomas, valores, programas sociales, creencias y cultura hemos adquirido una personalidad que se ha revestido de todos esos ropajes ideológicos y pensamos que eso somos: mexicanos, americanos, indios, chilenos, españoles, ingleses, alemanes o franceses. Con tales revestimientos pensamos que somos mejor que el otro; como mexicanos nos ufanamos de ser más valientes, cultos o educados o ricos que otros países. Lo mismo piensan los de otras naciones, de tal forma que por el orgullo nacional o por nuestras creencias generamos