Entre Muertos y retornos
Prócoro Hernández Oropeza En mi tierra, Tlaxcala, la celebración de los “Santos difuntos”, que no todos son santos, es muy interesante y expresiva. El día primero se esparcen flores desde el camino hasta el altar que se dispone a los “Santos Inocentes”, los que murieron a edad temprana. El altar, colocado en la sala principal, además de las fotos de los difuntos, lleva frutas, atole, tamales, calaveritas de azúcar, flores, el famoso pan de muertos, sin faltar el dulce de calabaza o camote. El incienso de copal impregna la sala con ese olor que nos remite a la muerte y a lo místico. Por lo regular cada familia tiene su horno para cocer su pan, especialmente para estos días de difuntos. Desde tres días antes, los familiares ya amigos se reúnen para encender el horno, preparar la masa y empezar a cocer los primeros panes. Son de dos tipos: de sal o de azúcar, a los primeros se les llama pambazos y a los segundos, hojaldras, adornadas con cuatro bolitas entrecruzadas por unos delgados