La avaricia, otro de los grandes vicios
Prócoro Hernández Oropeza Además de la ira y la lujuria, dos grandes agregados psicológicos o egos que tienen dominada a la humanidad, la avaricia es otro demonio que controla los resortes más tenebrosos de la máquina humana. El avaricioso es aquel que tiene una afanosa necesidad de poseer muchas riquezas por el solo placer de atesorarlas sin compartirlas con nadie. No le importa cuánto daño haga a sus semejantes, sean amigos, empleados o clientes sólo le importa seguir acumulando riquezas, posesiones y fama. Aunque esta última más bien pertenece al ego del orgullo, operan en complicidad para lograr su éxito. La avaricia se viste con diferentes ropajes o manifestaciones, desde la usura, fraude, explotación, extorsión, robo, corrupción, falta de misericordia. Para San pablo, la avaricia es la raíz de todos los males y la define como una forma de idolatría. A estos vicios se les considera una idolatría en el sentido de que constituyen una servidumbre a un bien que no es Dios. Id