El poder del amor divino




Prócoro Hernández Oropeza

La crisis de valores, el alejamiento de los principios universales, la proliferación de la violencia y su exaltación en los diversos medios de comunicación han generado una situación, no sólo de psicosis, sino también han despertado los demonios que estaban ocultos en la psique de muchos asesinos en potencia. El ego asesino está en lo más recóndito de la psique humana de cada ser humano y con la continua profusión de películas, novelas, asesinatos se refrescan y alimentan esos demonios violentos.

Cuando menos en México los noticieros difunden imágenes, descripciones y registro de asaltos, violaciones, feminicidios, pederastia y otro tipo de felonías que se recrudecen cada día más. Asesinos que no sólo quitan la vida a un ser humano, sino que lo descuartizan, lo queman o lo exhiben para demostrar su poder a la sociedad o a sus enemigos.  Todo esto, como decía al principio de este artículo es por la ausencia de valores y principio; las virtudes han sido olvidadas, principalmente el amor.

Acaba de pasar el día del amor y la amistad, pero en realidad sólo percibimos una pálida sombra de lo que verdaderamente es el amor. El gran sabio hindú Yogananda decía que el mundo en general ha olvidado el verdadero significado de la palabra amor. El hombre ha abusado tanto del amor que muy pocas personas saben lo que realmente es. Así como el aceite está presente en cada parte de la oliva, el amor impregna cada parte de la creación. Pero definir el amor es muy difícil, por la misma razón que las palabras por sí solas no pueden describir con total exactitud el sabor de una naranja. Debes probar la fruta para conocer su sabor. Lo mismo debe suceder con el amor. Todos habéis experimentado algún tipo de amor en vuestros corazones, de este modo ya sabéis algo acerca de él. Pero aún no sabéis como desarrollarlo para purificarlo y expandirlo hasta convertirlo en amor divino. Una chispa de este amor divino existe en muchos corazones al comenzar nuestra vida, pero suele perderse ya que el hombre no sabe cómo cultivarlo.

La mayoría de las personas sólo concibe el amor como el sentimiento que tienen hacia sus familiares, amigos y otros a los que están fuertemente unidos. Pero, dice Yogananda, es mucho más que eso. La única manera que hay para describir el amor real es explicando su efecto. Si pudieras sentir tan solo una partícula de amor divino tu alegría sería tan grande - tan abrumadora - que no podría contenerla.

La satisfacción del amor no está en el sentimiento como tal, sino en la alegría que este sentimiento conlleva. Ese sentimiento debiera ser pleno y permanente, no sólo por pequeños fragmentos de tiempo, como cuando nos alguien dice palabras bonitas, nos otorga un abrazo, nos da un regalo o nos invita a cenar. El amor proporciona alegría. Nos gusta el amor porque nos intoxica de felicidad, de felicidad permanente y ese nace del interior, de nuestro corazón, de nuestra verdadera naturaleza, que es divina. Esa naturaleza, nuestro Ser es amor, es felicidad, es compasión, son las virtudes. Pero nos hemos desligado de esta real naturaleza y buscamos la felicidad afuera, demandando poder, dinero, fama, atención, alabanzas, apapachos.

Afirma Yogananda que de la alegría venimos, en la alegría vivimos y en esa sagrada alegría nos reuniremos algún día. Todas las emociones - amor, compasión, coraje, humildad- carecerían de sentido sin la alegría. Alegría significa estimulación, una expresión de la felicidad definitiva.

¿Existe acaso ser humano alguno que no haya anhelado comprender el sentido de la vida y desentrañar el propósito supremo de la creación? ¿Quién no ha deseado disfrutar de seguridad y bienestar, de autoconfianza y de fortaleza para afrontar exitosamente los problemas del diario vivir? ¿Quién no ha soñado con el amor perfecto, ese amor que no languidece con el tiempo, la vejez o la muerte? Aun cuando todos aspiramos a gozar de una plenitud y perfección perdurables, nos preguntamos si ello es realmente posible o si son quizás estos anhelos nuestros un mero deseo de escapar de las duras realidades de la existencia humana.

Paramahansa Yogananda demuestra que la plenitud interior que anhelamos ciertamente existe y podemos alcanzarla. En realidad, todo el conocimiento, la creatividad, el amor, el gozo y la paz que buscamos se encuentran en nuestro interior y constituyen la esencia misma de nuestro ser. La «realización del Ser» consiste, precisamente, en aprehender plenamente esta verdad, no como un mero principio intelectual o filosófico, sino como una experiencia personal cuya realidad nos colma de fortaleza y entendimiento en cada fase de nuestra vida diaria.

La humanidad se ha olvidado de estos conceptos y por tanto piensa que sólo tiene una vida y quiere satisfacerla a como dé lugar, sin respeto por el otro, con violencia, agandalle, menosprecio, dando rienda suelta a sus egos de la avaricia, envidia, lujuria, orgullo, gula, pereza y la ira.  

En el país han surgido muchas marchas en contra de la violencia hacia las mujeres, está bien y no. Esa ira, resentimiento y miedo que manifiestan sólo están aumentando su energía vibratoria en el universo y eso es lo que se regresa al final de cuentas. La mente es energía que vibra y cuánta más ira, coraje, miedo haya, este se expande y contagia a la psicología colectiva, generando más energía negativa.

La humanidad está empeñada en una eterna búsqueda de ese «algo más» que espera le aportará una felicidad completa y sin fin. Para aquellos que han buscado y encontrado a Dios, la búsqueda ha terminado: Él es ese Algo Más.

En el sentido universal, el amor es el poder divino de la atracción que armoniza, une y vincula. Está opuesto a la fuerza de la repulsión, que es energía cósmica que materializa la conciencia de Dios. La repulsión mantiene todas las formas en el estado manifestado a través del maya, el poder de la ilusión que divide, diferencia y desarmoniza. La fuerza atractiva del amor contrarresta la repulsión cósmica para armonizar toda la creación y retornarla a Dios. Aquellos que viven en conexión con la fuerza atractiva del amor consiguen la armonía con la naturaleza y sus semejantes y son atraídos a la feliz unión con Dios.

¿Por qué habrías de dudarlo? El éter está saturado de la música que capta el receptor de radio; sin éste, esa música pasaría desapercibida. Lo mismo ocurre con Dios. Él está con cada uno de nosotros en todo momento de nuestra existencia. El día en que logremos reconectarnos con esa energía, con el amor divino, la humanidad cambiará. (Continuará)

Comentarios

Entradas populares de este blog

De mil que me buscan

Los tres alimentos

El arquetipo del gato