La divina Comedia, últimas reflexiones
Prócoro Hernández Oropeza
Ese maravilloso viaje que Dante describe en su Divina
Comedia, como señalé anteriormente fue un viaje a su interior y tan lúcidamente
nos aporta una cartografía de esos tres mundos internos: el infierno, el
purgatorio y el paraíso. El infierno con sus nueve círculos infernales, el
purgatorio se divide en Antepurgatorio, Purgatorio y Paraíso terrestre. Estos a
su vez se dividen en siete giros, en las cuales se expían los siete pecados
capitales: soberbia, envidia, ira, pereza, avaricia, gula, lujuria.
La estructura del purgatorio es peculiar a la del Infierno,
pues si aquel es un abismo, este es una montaña, y por ella deben ascender
Dante y su guía. El orden de las penas sufre un giro muy inesperado: el camino
de Dante va del pecado más grave al más leve. Cada giro tiene un custodio
angélico, y son precisamente los ángeles de la humildad, de la misericordia, de
la mansedumbre, de la solicitud, de la justicia, de la abstinencia y de la
castidad. En cada giro los que expían las culpas tienen ante sí ejemplos del
vicio castigado y de la virtud opuesta.
Los dos poetas salen del Infierno escalando sobre Satanás,
pasando a través del centro de la tierra (con un cambio del sentido de la
gravedad), y emergen en el otro hemisferio a las puertas del cielo. Dante
Alighieri describe su visión de su viaje al último reino de la ultratumba: Su
Paraíso se divide en "cielos", que son nueve, correspondiendo los
primeros siete a cada uno de los planetas del sistema solar. Es de notar que,
pese a su distribución, el lugar de residencia efectivo de las almas es el
Empíreo, a las cuales la gracia divina distribuyó en los cielos inferiores para
manifestarse al poeta según su experiencia terrena y sus inclinaciones. El
Empíreo es el sitio de la presencia física de Dios, donde residen los ángeles y
las almas acogidas en el Paraíso, así como los bienaventurados.
El Empíreo se enmarca en el ámbito de la teoría geocéntrica,
que hasta la publicación de las teorías de Copérnico en 1543 era unánimemente
aceptado por los expertos en la materia. Según el modelo de Ptolomeo, la Tierra
se encontraba en el centro del universo, rodeada por ocho esferas celestes (los
cielos): los primeros siete eran planetas (Luna, Mercurio, Venus, Sol, Marte,
Júpiter, Saturno), mientras que en la octava se encontraban las estrellas. Los
teólogos medievales, inspirándose en la doctrina de Aristóteles, introdujeron
un noveno cielo, el Primer móvil que no estaba contenido por ningún otro, pero
que originaba y alimentaba el movimiento de los otros ocho.
El Empíreo se encontraba sobre los citados nueve cielos. No
estaba limitado espacialmente ni constituido de materia, como sí se pensaba que
lo estaban las otras regiones. Era en realidad un sitio espiritual, fuera del
tiempo y del espacio. Mientras los nueve cielos están en continuo movimiento,
el Empíreo se encuentra eternamente inmóvil. En estas consideraciones se basa
Dante Alighieri para describir esos nueve cielos, que en realidad están en su
psique o alma y ahí vivió sus magnas experiencias transpersonales que nos muestran
una idea de esos mundos.
En las tradiciones antiguas de la América Precolombina
hablaban de tres mundos: el mundo del infierno o de las serpientes, el del puma
y del águila o cóndor. En el primer mundo, el del infierno es donde habitan
nuestros demonios internos, que pueden adquirir infinidad de formas tales como
serpientes, animales grotescos, demonios. Es el mundo que corresponde a la
parte de nuestro inconsciente e infraconsciente, la parte corrupta de nuestra
psique, esa parte corrompida por los yoes. El del puma, es el mundo de las
relaciones humanas en este plano. En las experiencias internas llevan al Ser a
observar cómo se relaciona con la gente que vive, hijos, padres, hermanos,
amigos, empleados, su trato con la naturaleza. El mundo del águila, son las
experiencias que puede tener con el mundo espiritual, conexión con maestros
divinos, ángeles, arcángeles, enseñanzas, sabiduría.
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