El purgatorio, la Divina Comedia II



Prócoro Hernández Oropeza
El Purgatorio es el segundo de los tres cantos de La Divina Comedia de Dante Alighieri. Lo antecede el del Infierno y le sigue el del Paraíso. El Purgatorio de Dante se divide en Antepurgatorio, Purgatorio y Paraíso terrestre. El purgatorio se divide en siete giros, en las cuales se expían los siete pecados capitales: soberbia, envidia, ira, pereza, avaricia, gula, lujuria. Al pie de la montaña se encuentra el Antepurgatorio, y en la cima el Paraíso terrestre. Su estructura es peculiar a la del Infierno, pues si aquel es un abismo este es una montaña, y el orden de las penas sufre un giro muy inesperado: el camino de Dante va del pecado más grave al más leve (que es la lujuria, o amor que se excede en la medida).
Dante describe lo dificultoso que era subir por esa montaña, tal como deben ser las montañas iniciáticas y dice: - Íbamos subiendo a través de la quebrada roca, que nos oprimía por todas partes, y con los pies y las manos nos apoyábamos en el suelo… La cima era tan alta que no se caminaba con la vista, y la vertiente mucho más empinada que la línea que de la mitad del cuadrante va al centro del círculo.
Virgilio, su maestro le dice: -Esta montaña es tal, que siempre al comenzar la subida parece más pesada, y cuando el hombre se va acercando a la cumbre, se hace menos fatigosa y cuando te parezca tan fácil la subida que no lo fuera más el caminar de una nave siguiendo la corriente, habrás alcanzado el final del sendero; espera llegar allí, que entonces tu afán descansará. Más no te digo, pues esta es toda la verdad. (Canto III).
El héroe solar, puede observarse en muchos mitos, leyendas, libros sagrados, que, para comenzar el sendero hacia la sabiduría, primero debe enfrentarse a sí mismo, reconocer realmente lo que somos, saber que en realidad muchas de las virtudes que creemos tener, realmente no tenemos y muchos de los defectos psicológicos que ni siquiera imaginamos tener es una verdad que si los tenemos.
El héroe solar debe escalar la primera montaña, que es la de la INICIACIÓN; la segunda montaña es la de la RESURRECCIÓN, la manifestación de la Mónada Divina en nosotros, la encarnación del tercer Logos, en estas condiciones somos hijos de la resurrección, desaparecen los cuerpos de pecado y el hombre es hijo de sí mismo; la tercera montaña es la de la ASCENSIÓN como su nombre lo indica nos conduce al absoluto, totalmente liberados. Estos son los trabajos interiores que nos describe Dante en el purgatorio y que debemos caminar si queremos la realización, liberación o iluminación. Ese es el sendero que han recorrido los grandes avatares.
En el purgatorio, cada giro tiene un custodio angélico, y precisamente los ángeles de la humildad, de la misericordia, de la mansedumbre, de la solicitud, de la justicia, de la abstinencia y de la castidad; en cada giro, además, los que expían las culpas tienen ante sí ejemplos del vicio castigado y de la virtud opuesta. Al avanzar por esa montana se encuentra con varias almas que la van ascendiendo; una de ellas era Sordello, quien le s indica que no pueden caminar de noches, sólo de día, porque les dice que la tiniebla sola paraliza la voluntad. Aquí el sol es el símbolo de la gracia, la sabiduría, el amor. La puesta de sol, la falta de gracia o la falta de virtudes no permite avanzar por el camino de la perfección. (Canto VII)
En el Canto VIII, Dante describe la llegada de dos ángeles con espadas flamígeras, romas (redondas) y privadas de sus puntas. Verdes las hojas tiernas recién nacidas eran sus túnicas y verdes las alas que agitaban. Sordello les dijo que ambos venían del seno de María para guardar el valle de la serpiente que aparecerá muy pronto. Esas serpientes son los egos o las sombras de los ángeles caídos que vienen a tentar a las almas que se encuentran en este sendero.
Caminando desde un sueño, Dante se da cuenta que había sido llevado a la puerta correcta del purgatorio. Esta puerta tiene tres caminos: Blanco pulido (reflejando la pecaminosidad del verdadero yo del penitente), Negro (el color del luto, con grietas en forma de Cruz), y Roja (simbolizando la sangre de Cristo y la restauración de la vida plena o verdadera) (Canto IX). (Continuará)


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