Los avernos V, gula
Prócoro Hernández Oropeza
En el anterior círculo, el de la soberbia, apesadumbrado por
las penas de las almas que encontró en ese parte infernal, Dante despierta y se
ve rodeado de nuevos tormentos y atormentados; es el de los golosos. Describe
que ahí se vive en una lluvia eterna, maldita, fría y densa, cayendo siempre al
mismo tiempo y sin cambiar nunca. Grueso
granizo, agua sucia se precipitan a través del aire tenebroso y hace que la
tierra, al recibirlos exhale un olor pestilente. El que controla ese dominio es
el cerbero o cancerbero, el perro de las tres cabezas; por sus tres fauces
simboliza la voracidad insaciable.
Es el Canto VI, donde describe la ferocidad de este demonio;
ladra a la manera de los perros con tres gargantas. Tiene los ojos bermejos, la
barba grasienta y negra, el vientre ancho y las patas provistas de uñas con las
que araña a las almas, las desgarra y descuartiza. En este tercer círculo,
Dante y Virgilio continúan encontrando pecados incontinentes, en particular
golosos: ellos están inmersos en el fango, bajo una lluvia incesante de granizo
y nieve, y golpeados por Cerbero, guardián de todos los infiernos, según la
mitología clásica, pero aquí relegado a guardián de solo el tercer círculo.
El contrapaso es más complejo respecto al anterior círculo,
pero se puede ver igual: en el fango en el cual están obligados a arrastrarse,
una antítesis del uso refinado que hicieron en vida en el sentido del gusto y,
en la avidez del guardián que los maltrata, un reflejo de la avidez y la
codicia. Se describe que los golosos están delgadísimos por el hambre.
Numerosos árboles con manjares los rodean, pero no pueden tocarlos.
En este círculo, Dante se encuentra con Ciacco, personaje
florentino, probablemente amigo de Dante, que fue muy dado a la glotonería y le
dice:
- “Tu ciudad, que está llena de envidia que ya desborda el
vaso, me tuvo consigo en una vida serena. Ustedes sus ciudadanos me llamaron
Ciacco, y por el reprensible pecado de la gula me encuentro, como ves, sometido
a esta lluvia y no soy aquí la única alma triste, pues todas estas sufren igual
castigo por el mismo pecado.”
Después de varios diálogos, el alma de Ciacco torció los
ojos, le miró un momento a Dante y luego inclinó la cabeza, cayendo de nuevo
entre los demás ciegos. Su guía le dijo que ese ya no volverá a levantarse
hasta que suene la angélica trompeta, cuando llegue la potestad enemiga del mal.
Se refiere al poder justiciero de Cristo, el día del Juicio. Pero estimado
lector, cuando Dante habla del gran juicio o en la Sagrada Biblia se habla de
lo mismo, es sólo una metáfora. El Juicio es un proceso personal e interno que deberá
realizar cada Ser y elimine de su psique toda maldad, cualquier agregado
psicológico o yoes, entonces se cristificará.
No necesariamente debe venir un nuevo Cristo para resucitar
a vivos y muertos y hacerles un juicio sumario. Cada uno debe hacer su propio
juicio, enjuiciar a cada ego o pecado capital que se ha anidado en su psique
como un virus. Si no lo hace, como sostienen en la tradición oriental, no
saldrán de la rueda del Samsara, volverán vida tras vida y de acuerdo a sus
acciones nacerán en un nuevo cuerpo o serán arrojados al abismo para su
sanación. Esas almas que van a esos círculos infernales, son llevadas ahí para
su sanación y realmente quienes sufren, tal como lo describe Dante, son los
yoes. El alma no sufre, debe pasar por un proceso de purificación en esos
niveles infernales.
Del ego de la gula, decía Buda: “El hombre mundano nutre su
cuerpo, el hombre sabio nutre su alma. Quien se complace en la satisfacción de
sus apetitos, trabaja para su propia destrucción. Pero aquél que sigue el
camino encontrará al mismo tiempo la salvación de su alma y el alargamiento de
su vida”.
Este defecto es considerado en la psicología como uno de los
siete gigantes demonios que lleva el hombre en su psiquis y en su físico.
La puerta principal para desarrollar este ego radica en la auto
consideración y entre sus principales manifestaciones están: el yo de la
ambición, el yo canibalista (inhumano), el come huesos, sesos, lengua, Yo
devorador de carne animal, el que no mastica y se traga los trozos de comida,
el yo exceso, el yo deseo o antojo, el yo justificador, (justifica la cantidad
de comida), el yo devorador, etc. El defecto de la gula es un ego que no afecta
a otras personas. En cierta forma, podría afectar la economía del mismo o de
los que lo mantienen. El yo de la Gula es socio de la pereza.
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