Los avernos internos III
Prócoro Hernández Oropeza
En su marcha por los mundos infernales o inframundo, Dante
mira, en lo alto de una puerta, la puerta del infierno, unas palabras escritas
con colores oscuros:
“Por mí se va a la ciudad doliente, por mí se va al eterno
dolor, por mí se va con la perdida gente. La justicia movió a mi supremo autor,
me hizo la divina potestad, la suma sabiduría y el amor primero. Antes de mí no
hubo nada creado, con excepción de los seres creados, con excepción de los
seres creados, y yo duro eternamente. Dejen toda esperanza los que entran”. Significa
que antes del infierno y su puerta sólo existían los cielos, los ángeles y los
elementos o los seres eternos, pero las humanidades cayeron, vino la rebelión
de los ángeles, los ángeles caídos y en esos mundos infernales fueron recluidas
sus almas cuando fueron derrotados. No significa que ese infierno forme parte
de un castigo divino. Ahí van las almas que han cometido muchos errores y van a
purificar su alma e irán a uno de los círculos infernales o dantescos a pagar
las consecuencias de sus actos. Se habla de nueve círculos y entre más abajo
estén serán más terribles o escalofriantes lo que padecerán esas almas.
Esas letras, como a cualquiera le pasaría, causaron un poco
de pavor a Dante. Su maestro lo invita a que deje ahí su temor; que toda
cobardía termine ahí. Le informa que han llegado al lugar conde vería las
míseras gentes que han perdido el bien del intelecto. Perder el intelecto
significa perder a Dios, es decir no poder contemplar la verdad.
En ese lugar, que aún sigue siendo el anteinfierno, Dante describe
que resonaban a través del aire sin estrellas, suspiros, llantos y profundos
lamentos que hicieron brotar las lágrimas en sus ojos. Lenguas diversas,
horribles blasfemias, palabras de dolor, acentos de ira, voces altas y roncas y
el chocar de manos producían un tumulto que giraba en torno aquel espacio
eternamente oscuro. Ante ello Dante pregunta: - Maestro, ¿qué es lo que oigo? ¿Y qué es esa gente que parece vencida por el
dolor?
El maestro le responde: - Esa miserable existencia llevan
las tristes almas de quienes vivieron sin merecer infamia ni alabanza. El mundo
no tiene nada que decir de ellos; los desdeña tanto la justicia como la
misericordia. Esas personas estaban desnudas y sufrían constantemente los
ataques de moscardones y avispas, cuyos aguijones les herían cubriéndoles el
rostro de sangre que, mezclada con sus lágrimas corrían hasta los pies, donde
era recogida por asquerosos gusanos. Obviamente se refiere a aquellos que en
vida renegaron de Dios y se convirtieron en ateos, sin Dios o eran muy
intelectualoides y materiales.
Llegó el momento en que Virgilio le dijo a Dante que debían
cruzar el río llamado Aqueronte, el río principal del infierno, río que parece
estar en las diversas tradiciones antiguas y que toda alma que llega este
espacio debe cruzar para iniciar el descenso. Para cruzarlo debían de llamar a
Caronte, el barquero. Cuando Caronte los miró, les dijo –¡Ay de ustedes almas
perversas! No esperen ver nunca el cielo; vengo para llevarlos a la otra orilla
de las tinieblas eternas, del calor y el frío. Viendo a Dante le dijo que se
alejara de esas gentes que están muertas. Que se fuera por otro camino, por
otros puertos, pero no en su nave.
Virgilio lo espetó y le dijo: -No te irrites, Caronte. Así
se ha dispuesto arriba, donde se puede todo lo que se quiere. Y no preguntes
más. Eso aquietó el rostro velludo del barquero; al ver esto, las almas que se
encontraban ahí cambiaron de color y rechinaron los dientes, blasfemando de
Dios, de sus padres y de la especie humana.
El maestro le dijo a Dante: - “todos los que mueren en la
ira a Dios, acuden aquí de todo el mundo y se disponen a pasar el río
espoleados por la divina justicia, que les cambió el temor en deseo. Ninguna
alma justa y buena pasa nunca por aquí; esas van al purgatorio.” Dicho esto, se
sintió un terrible temblor, que para Dante fue un recuerdo ingrato que aún lo
hacía sudar de espanto. Luego esa tierra lagrimosa produjo un viento iluminado
por una luz rojiza que le hizo perder el sentido y cayó como un hombre
arrebatado por el sueño.
Así, Dante describe con mucha claridad ese viaje interno a
su inframundo y las sensaciones de temor e inquietud que le acompañan, pero
también describe el papel de su guía interno, lo cual significa que, si un día
bajamos a ese inframundo, a nuestro inframundo, lo haremos siempre con guía
interna. No necesitamos morir para ir a esos mundos infernales, como dije en la
columna anterior, si queremos iluminarnos, regresar a casa, en vida debemos ir
a esos mundos internos para conocer y comprender qué tanta oscuridad, cuánta
maldad se anida en nuestra psique. Recuerden que nuestra alma ha sido tomada
por la sombra de los ángeles de caídos o yoes, no sólo en esta existencia, en
anteriores y posiblemente en otros mundos y universos. No sabemos desde cuando
hemos caímos y por qué. (Continuará)
Comentarios