Los falsos maestros
Prócoro Hernández Oropeza
En este mundo sansárico han surgido maestros y escuelas que
prometen el cielo y la estrellas o el reino de Dios si les prometen veneración,
fidelidad, culto. Los verdaderos maestros espirituales no se jactan de serlo,
son humildes y saben que su misión es mostrar el camino o entregar los mapas
para el retorno a casa. Algunos lo hacen predicando lo que sus maestros
internos les han ensenado, otros lo hacen a través de sus propias experiencias.
En India, sobre todo, son muchos los maestros que desde pequeños
ya saben su misión y se conectan fácilmente con las enseñanzas y maestros que
tuvo en vidas pasadas. Se cuenta que el primero Gurú de la tradición Sikh en
India, llamado Guru Nanak, desde pequeño sabía cuál era su misión. Su padre que
era comerciante lo quiso involucrar en sus negocios para que aprendiera y luego
se quedará como heredero de su fortuna, nunca le hizo caso. En una ocasión le
entregó una dote de caballos para que fuera al mercado a venderlos, en el
camino se encontró con unos peregrinos que debía viajar muy lejos y le regaló
los caballos. En otra ocasión, siendo aún pequeño, lo mandó a cuidar su ganado
y se puso a meditar a pleno sol. Un hombre que pasaba en ese momento lo vio,
primero con temor y luego con asombro. Encima de él estaba una gran serpiente
Cobra cubriendo del sol con su capucha la cabeza de Nanak.
Con el paso del tiempo, a su padre no le quedó más remedio
que dejarlo ir. Su padre les pidió a dos de sus hombres de confianza que lo
cuidaras; uno era musulmán y otro hindú. Cuando llegaba con los musulmanes,
estos le preguntaban porque se acompañaba de un hindú, Nanak les respondía que
para Dios no había distinción de raza o credo, lo mismo acontecía cuando iba
con los hindúes. El siempre predicó la existencia de un solo Padre, un solo
Dios.
Otro gran maestro, Yogananda, también desde pequeño le
surgió el interés de buscar un maestro, de tal suerte que se escapaba de la
escuela y se iba a otras ciudades en busca de ese maestro hasta que lo
encontró, lo inició y lo hizo un gran maestro. Antes, Buda, que también era
hijo de un rey; su padre le rodeó de riqueza y juventud. No conocía lo que era
la enfermedad, la vejez y la muerte. Pero un día decidió salir de palacio y se
encontró, en sus tres salidas, esos aspectos que generan sufrimiento a la
humanidad. Como no tuvo respuesta de sus maestros acerca de qué es lo que
origina le enfermedad, la vejez y la muerte fue, aún contra la voluntad de su
padre, en busca de ellas hasta que las encontró. Caminó con diversos maestros
que tampoco le supieron decir la verdad, hasta que un día se quedó meditando debajo
de un árbol y después de un tiempo se conectó con su sabiduría interna, con sus
maestros y encontró lo que llamó, las cuatro noble verdades y el sendero
Óctuple. Un camino para la iluminación.
Jesús mismo tuvo que sufrir un gran drama, el drama cósmico
de su pasión, muerte y resurrección para mostrarnos el camino o ese mapa para
el retorno a casa. Ninguno de ellos se
jactó de ser maestro, sólo mensajeros del Gran Padre/Madre, del omnisciente, de
la conciencia universal. Los verdaderos maestros son humildes, callados y sobe
todo, muy sabios. Para ejemplificar esto, va un cuento dela India.
LOS ORFEBRES
En una localidad de la India había un negocio de
orfebrería donde trabajaban cuatro hombres que eran tenidos por muy piadosos y
que siempre eran vistos con los signos del dios Vishnú pintados en la frente,
un collar de semillas sagradas al pecho, un rosario en la mano y el nombre del
Divino repitiéndose en sus labios. Las gentes de la localidad, impresionadas
por tanta santidad, se habían convertido en generosos clientes del
establecimiento. A éstos les agradaba mucho comprobar que cuando llegaban a la
tienda, los cuatro orfebres repetían los nombres de distintas divinidades
hindúes. Al llegar un cliente, uno de ellos exclamaba: “Keshava, Keshava”; un
poco después, otro entonaba: “Gopal, Gopal”; a continuación, el tercero
recitaba: “Hari, Hari”. Entonces los clientes, muy satisfechos con tanta
santidad, hacían una buena compra, en tanto el cuarto orfebre decía
fervorosamente: “Hara, Hara”.
Todos estos términos son nombres de deidades del panteón
hindú, pero los orfebres eran bengalíes y en su lengua tienen un segundo
significado. Keshava quiere decir: ¿Quiénes son?, que es lo que pregunta el
primer orfebre; Gopal significa: “Un rebaño de vacas”, que es lo que contesta
el segundo; Hari es: ¿Puedo robarles?, que pregunta el tercero; Hara quiere
decir: “Sí, róbales”, que es lo que declara el cuarto.
*El Maestro
dice: Los falsos maestros aparentan santidad para enmascarar sus perversas
intenciones*.
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