El ego criticón
Prócoro Hernández Oropeza
La gente recurre muy constantemente al juicio y la crítica.
Estas dos acciones son como un deporte porque en ellas, el que critica más se
siente más grande, más importante. En un café suelen juntarse personas, sean
mujeres u hombres simplemente a charlar, pasar el rato o para conversar los
chismes del momento. Como si fueran personas doctas en el asunto se cuestiona
desde las acciones de tal o cual político, un artista, o simplemente de un
conocido o un amigo que no está presente.
A veces estamos en una conversación y a una persona se le
ocurre criticar a alguien, nuestro ego chismoso y criticón de inmediato entra
en la conversación y sin darnos cuenta participamos en esa fiesta de los egos
criticones. Que si fulanita está engañando al marido, el otro contesta: -Eso
dice la gente y yo creo que sí, pues la he visto llegar muy tarde. Se hacen
suposiciones como si esas tuvieran un soporte de verdad para condenar a esa
persona.
¿Quién es el que critica, el que juzga? Es ese ego que le
gusta denigrar al otro sin saber que eso que cuestiona es un espejo de su
propia personalidad. Lo mal o negativo que ve en el otro es uno más defectos
que él carga en su interior. Dicen los maestros que como es adentro es afuera.
Lo que yo veo en el otro, sea positivo o negativo es lo que yo poseo en mi
interior.
Debemos ser sinceros con nosotros mismos y hacerle la
disección al yo con el tremendo bisturí de la "auto‑critica".
Es absurdo criticar los errores ajenos, lo fundamental es descubrir nuestros
errores y luego desintegrarlos a base de análisis
y profunda comprensión.
Los maestros de las diferentes tradiciones espirituales,
entre ellos Samael Aun Weor, aducen que hay una tendencia general, de todos, a
juzgar equivocadamente a todos, y eso es lamentable. Pero, ¿por qué todos
juzgan a todos, y equivocadamente? ¿Cuál es el motivo? Sencillamente uno, y muy
fácil de comprender: sucede que cada cual proyecta sus defectos psicológicos
sobre los demás, cada cual ve en el prójimo sus propios defectos. Los defectos
que a otros endilgamos, los tenemos muy sobrados en nosotros; juzgamos a otros
como nosotros somos.
En verdad proyectamos nuestros propios defectos psicológicos
sobre los demás. ¿Por qué juzgamos equivocadamente al prójimo?, ¿Porqué todos
tenemos tendencia a ver, en el prójimo toda clase de defectos? Sencillamente
porque proyectamos en el prójimo nuestros propios defectos, los juzgamos
equivocadamente; suponemos que fulano es «así» o «asao», y resulta que ni es
«así ni es «asao»: es completamente diferente, y nuestro juicio resulta
equivocado, falso; vemos los hechos ajenos y tenemos la intensa tendencia a
interpretarlos erróneamente, nunca somos capaces de ver los hechos ajenos con
ecuanimidad, con serenidad; siempre los calificamos erróneamente. Los defectos
que cargamos en nuestro interior, nos vuelven injustos para con el prójimo.
Nosotros nos amargamos (a sí mismos) la vida con nuestros defectos, y lo más
grave: se la amargamos a los demás.
Si realmente queremos triunfar en la vida debemos comenzar
por ser sincero con nosotros mismos: reconocer nuestros propios errores. Cuando
reconocemos nuestros propios errores, estamos en el camino de corregirlos. Todo
aquel que corrige sus errores triunfa inevitablemente. El hombre de negocios que diariamente culpa a
otros de sus propios fracasos y jamás reconoce sus propios errores, no podrá
triunfar.
Si quiere triunfar en la vida NO CRITIQUE A NADIE. Quien
critica a los demás es un débil, mientras el que se auto-critica, de instante
en instante, es un coloso. La crítica es inútil porque lastima el orgullo ajeno
y provoca la resistencia de la víctima que entonces busca justificarse a sí
misma. La crítica provoca una reacción inevitable contra su propio autor. Si
usted quiere verdaderamente triunfar, escuche este consejo: No critique a
nadie.
El hombre o la mujer que sabe vivir sin criticar a nadie, no
provoca resistencia ni reacciones de parte del prójimo y consecuentemente se
forma un ambiente de éxito y progreso. Por otro lado, el que critica a otros se
llena de enemigos. Tenemos que recordar que los seres humanos están llenos de
orgullo y vanidad y este orgullo y esta vanidad inherente en ellos produce una
reacción (resentimiento, odio, etc.) que va dirigida contra el que los critica.
Concluimos entonces que el que critica a los demás fracasa inevitablemente.
Aquél que quiere corregir a otros es mejor que comience por corregirse a sí
mismo. Esto resulta mejor y menos peligroso.
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