¿Quién soy?


Prócoro Hernández Oropeza
Acaso soy este cuerpo, la personalidad que he construido a base de esfuerzos, méritos, reconocimientos, títulos, posesiones, edad, sexo, experiencia, familia, posición económica. Eso sólo es una parte, pero la mayoría piensa que así es. Nuestra real naturaleza es algo más grandiosa, es divina, pero la mayoría no lo piensa así, se conforma con lo que ve, siente y piensa.
Swami Sivananda afirmaba que la vida del hombre es un indicio de lo que está más allá de él y de lo que determina el curso de sus pensamientos, sensaciones y acciones. La vida más amplia es invisible, y la visible es una sombra echada por lo invisible, que es lo verdadero. La sombra da una idea de la sustancia, y uno puede seguir el sendero hacia la sustancia verdadera por la percepción de la sombra. La existencia humana, por el hecho de sus limitaciones, deseos y las variadas formas de inquietud, descontento y dolor, apunta a un fin superior, aunque la naturaleza de este fin sea incomprensible.
Sí, el hombre vive fascinado y engañado por lo que capta a través de los cinco sentidos, el mundo sensorial. Cree que esto que percibe es la única realidad posible, que no existen otras realidades. No lo concibe porque no las ha experimentado y aunque le cuenten o le digan que hay algo más allá, no lo entenderá. Lo que sucede es que esta enseñanza no se entrega en las escuelas académicas, ni siquiera la mayoría de las religiones le posibilitan este conocimiento. Sólo será capaz de encontrarlo cuando su corazón o su alma le piden buscarlo, entonces se abrirán las puertas. 
Jesús decía al respecto: - “Así, mientras estés conmigo, aunque no lo hayas comprendido todo, has comenzado ya a saber, y serás llamado el que se conoce a sí mismo. Pues quien no se conoce a sí mismo nada ha aprendido, y solo quien se conoce a sí mismo aprende también al mismo tiempo, el conocimiento del todo. Por eso Tomás hermano mío, has visto ya lo que para los hombres resulta oscuro, es decir, todo aquello que por su ignorancia les hace tropezar.” En otro mensaje lo deja más claro:  - “El que busca no debe de dejar de buscar hasta que encuentre. Y cuando encuentre se estremecerá, y después de estremecerse se llenará de admiración y reinará sobre el universo.”
El mensaje de los antiguos sabios es que la vida que uno vive en el mundo sensorio es engañosa, porque oculta la Existencia subyacente en todas las cosas y hace que uno sienta que solamente las formas percibidas a través de los sentidos sean lo verdadero. "Los niños corren tras los placeres externos y caen en la red extendida de la muerte. Los héroes, sin embargo, conociendo lo Inmortal, no buscan lo Eterno entre las cosas inestables de este mundo", dice el Upanishad.  La llamada de los antiguos sabios al hombre es: ¡"Oh Hijo Inmortal! ¡Conócete como el Infinito! Conviértete en el Todo. Esta es la bendición suprema. Esta es la dicha suprema". Éste es el mensaje inmortal para el hombre.
Sivananda dijo que los sabios han enfatizado repetidas veces: "¡Si uno conoce al Ser Inmortal aquí, entonces ese es el verdadero final de todas las aspiraciones! Si uno no Lo conoce aquí, grande es la pérdida. El hombre debe aprender que detrás del aspecto de la materialidad, la discontinuidad, la exterioridad, la duda y la impermanencia, está la realidad de la espiritualidad, de la unidad y del infinito.
Sin el reconocimiento de esta realidad, la vida pierde sentido y se convierte en un vacío, desprovisto de significado y de propósito, muerto, por así decir. Vivir en lo divino es morir para la estrechez del mundo sensorio; y estar confinado al último es "destruirse a sí mismo". La actual tendencia de la vida tiene que ser reacondicionada, y se debe generar en ella una reorientación teniendo en cuenta la moralidad, la ética y la espiritualidad. Se requiere un cambio que no esté simplemente en la forma exterior, sino en esa búsqueda interior que nos permita trascender este mundo sensorial y material y nos llene de amor, sabiduría y paz profunda.




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