El verdadero héroe II



Prócoro Hernández Oropeza

Al principio el héroe vive en un mundo de ilusiones e ignorancia, pero le llega un aviso o deslumbre, una llamada para salir de ese estado. Puede ser una enfermedad, un sueño, una depresión, o una invocación exterior. En ese mundo vive sin conciencia, está dormido, pero algo le sugiere, viene una petición de auxilio de una persona externa, también puede ser una solicitud de auxilio interna. Algo le dice que su situación no está bien, que debe salir de su zona de confort, dejar ese aparente espacio de comodidad, pero que en realidad no lo es. En el fondo algo le disgusta de su vida, puede ser su trabajo, su vida monótona, aburrida, sin metas. En el caso de los héroes mitológicos como Perseo o Hércules que deben partir, el primero para atrapar y matar a la terrible Medusa y el segundo a realizar doce excelsos trabajos. Ellos, como tantos otros mitos, deben atravesar por diferentes pruebas para la final resurgir del caos y retornar triunfantes.
Perseo, que era hijo de Zeus y de la mortal Danae. Acrisio, rey de Argos y padre de Dánae, la había encerrado en una torre de bronce para evitar que ella concibiese un hijo, ya que un oráculo le había asegurado que su nieto lo mataría. Zeus, que deseaba a Dánae, rechazó dejar este castigo así. Visitó a Dánae en forma de lluvia de oro, de la cual nació Perseo. Acrisio, sorprendido, encerró a la madre y al hijo en una caja y los arrojó al mar, pero gracias a la protección de Zeus, la caja llegó a salvo a la isla de Sérifos, donde Dánae y su hijo fueron acogidos por el rey Dictis, hermano del rey Polidectes de Sérifos. Perseo creció junto a su madre y el rey, pero Polidectes se enamoró de Dánae y decidido librarse del muchacho, que ya cuidaba de su madre. Por ese motivo le encargó una tarea peligrosa de la cual pensó que Perseo no regresaría. La orden era que le trajese la cabeza de Medusa, algo imposible dada la apariencia del monstruo, que convertía en piedra al que osase mirarla.
Perseo asume la tarea y se dirige a donde se encuentra el terrible monstruo. Con la ayuda protectora de la diosa Atenea, quien le dio un escudo que era a la vez un espejo, Zeus le entregó una hoz con un filo muy cortante, Hermes le prestó sus sandalias aladas y Hades le dejó su casco que le hacía invisible. Armado con todos estos regalos, Perseo se fue al encuentro de la Gorgona. Con toda esa ayuda logra cortar la cabeza de Medusa, además de lograr otras hazañas grandiosas. En estas historias, Daniel Campbell descubre que la figura protectora y sabia del mentor  o mentora, otro nombre que se le da el de Dador, es crucial y el encuentro con él constituye una etapa potente. La función esencial de estos es proveerlo de lo que necesita para el viaje. Al servicio del héroe, lo protege y lo guía, enseñando, poniéndolo a prueba o descubriéndole dones mágicos.
 Pero lo más maravilloso es que esos mitos antiguos describen cabalmente el viaje de vuestro héroe interior. Ellos muestran los mapas para derrotar a nuestros demonios o enemigos internos, que son los egos o agregados psicológicos. Todos esos héroes hacen una apología de las diferentes estrategias para la eliminación de esos yoes. Esa cabeza de medusa que está repleta de serpientes ilustra perfectamente nuestra cabeza, nuestra mente repleta de múltiples serpientes, que no son otra cosa que los yoes de la ira, orgullo, envidia, avaricia, gula, lujuria y pereza.
Esas serpientes o yoes han tomado nuestro campo de paz, nuestra alma y desde ahí controlan nuestros pensamientos, emociones y acciones. Es ahí donde nuestro Ser, nuestro héroe deberá dar la gran batalla y vendrán en auxilio nuestra divina madre que, revestida como Parvati, Durga, Kali, Coatlicue, Atenea o Isis. No importa el nombre, todas las tradiciones antiguas nos hablan de esas batallas y hemos contado con el auxilio de diversas divinidades. Sólo es cuestión de aceptar el reto y salir de nuestra zona de confort. Darle a nuestro Ser la oportunidad de reivindicarse y  al final ganar la gran batalla para que resurge como un grandioso héroe, revestido con sus trajes de luz.


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