El Schlinder mexicano



Prócoro Hernández Oropeza


 Este país, México, se ha distinguido por su generosidad con los extranjeros migrantes, sobre todo cuando en sus países de origen, estos se han visto afectados por las condiciones de guerra, violencia o exilio político. Durante la guerra civil en España cientos de españoles fueron acogidos por el gobierno mexicano y poco se sabe de otro gran diplomático y defensor de los migrantes durante la Segunda Guerra Mundial.
Se trata de Gilberto Bosques, quien fuera Cónsul General de México en Francia durante la Segunda Guerra Mundial. Nació el 20 de julio de 1892 en Chiautla de Tapia, Puebla, México y falleció el 4 de julio de 1995 a los 102 años. Fue congresista, educador, periodista, escritor y diplomático.
Tal vez hayas visto la película La lista de Schlinder, un empresario que logró salvar a cientos de judíos del exterminio nazi. Así, este mexicano, siendo Cónsul en la Francia ocupada por los alemanes, logró salvar la vida a más de 30 mil refugiados.
Pocos mexicanos saben de esta gran labor humanitaria de quien antes de ser diplomático, siendo ayudante en la Escuela Primaria “José María Lafragua”, solicitó permiso para dejar su labor y se integró en las filas de un grupo denominado “Voluntarios de San Carlos a la defensa del País” después de la invasión de tropas estadounidenses en el Puerto de Veracruz en 1914. Una vez concluida su participación, regresó para titularse como Profesor Normalista. Al mismo tiempo, se unió a las filas de Venustiano Carranza.
Carranza lo comisionó para la organización de la Nueva Escuela de la Revolución en 1916. En ese sentido, fue responsable de organizar el Primer Congreso Pedagógico Nacional, que se llevaría a cabo en Santa Ana Chiautempan, Tlaxcala. En 1921 fue nombrado Secretario General del Gobierno del Estado de Puebla, cargo en el que duró dos años. Luego ingresó en la política como diputado y participó en la reforma al Artículo 3o constitucional donde incluyó la educación socialista.
En 1939, cuando la República Española cayó y la guerra se cernía sobre el resto de Europa, el presidente Lázaro Cárdenas lo nombró cónsul general en París. Su misión real era convertirse en un enviado personal del presidente de México en Europa.
Bosques salió de París cuando la ciudad estaba a punto de ser tomada por los alemanes. Con amplias instrucciones para establecer el consulado donde le conviniera, viajó primero al sur y después a la costa norte. Restableció el consulado general primero en Bayona, pero cuando los alemanes ocuparon la zona se trasladó con su familia y el consulado entero a Marsella, en el Mediterráneo, dentro de la zona del Gobierno francés de Vichy, nominalmente independiente de los alemanes.

Su primera ocupación fue defender a los mexicanos residentes en la Francia no ocupada, pero pronto protegió también a otros grupos. Apoyó a mexicanos de origen libanés (con pasaporte mexicano) y a refugiados españoles que buscaban huir de los nazis y del régimen franquista. De hecho, se cree que fue él quien convenció al presidente Lázaro Cárdenas de abrir las puertas de México a los republicanos españoles en 1937. Era tan grande la afluencia de refugiados que buscaban una visa mexicana que Bosques alquiló dos castillos (el de Reynarde y el de Montgrand), para convertirlos en centros de asilo mientras se arreglaba su salida hacia México. Entre 800 y 850 fueron alojados en uno de los castillos, mientras que en el otro quedaron 500 niños y mujeres. Poco a poco fueron saliendo los exiliados, a los cuales el Gobierno mexicano les ofreció la nacionalidad mexicana de inmediato en caso de que quisieran adoptarla.
Pero otorgar protección a refugiados antinazis, antifascistas y judíos no fue fácil. Desde Marsella el diplomático mexicano también tuvo que hacer frente al hostigamiento de las autoridades francesas pro alemanas, al espionaje de la Gestapo, del gobierno de Franco y de la representación diplomática japonesa, que tenía sus oficinas en el mismo edificio de la delegación mexicana. Por lo mismo, el consulado fue tomado por tropas de la Gestapo que confiscaron el dinero que la oficina mantenía ilegalmente para su operación. Bosques, su familia (su esposa María Luisa Manjarrez y sus tres hijos: Laura María, María Teresa y Gilberto Froylán; entonces de 17, 16 y 14 años, respectivamente) y el personal del consulado, 43 personas en total, fueron trasladados hasta la comunidad de Amélie-les-Bains. Después, violando las normas diplomáticas, se les llevó a Alemania, al pueblo Bad Godesberg, y se les recluyó en un “hotel prisión”. Después de poco más de un año, los mexicanos de Bad Godesberg serían canjeados por prisioneros alemanes en un acuerdo con el presidente, el Gral. Manuel Ávila Camacho (de 1940 a 1946).
Cuando Bosques regresó a México, en abril de 1944. Miles de refugiados españoles y judíos lo esperaban en la estación de ferrocarril de la capital para recibirlo.  Ahora que atraviesa el país una ola de migrantes centroamericanos, recordamos este pasaje de la historia, de un hombre que salvó miles de vidas.

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