Conversación con un migrante



Prócoro Hernández Oropeza

Cierta ocasión que regresaba a casa luego de venirde la compra de tortillas, me encontré con un hombre que cargaba una mochila raída y arrastrando sus pies sobre unos tenis con suela despegada. El desconocido sonríó y me saludó: -Bonito día, ¿Verdad? Sí, le contesté 
, con un poco de calor.
_Le quiero contar algo, me dice. Llevo varios días viajando y ahora me siento triste y con hambre. 
Precisamente ahora voy a comer, si gustas puedes venir conmigo, vivo aquí cerca, le contesto. Esto salió sin que lo pensara. La forma en que me transmitió su sentir dio confianza para pensar que no era un hombre malvado o malintencionado. Mi compañera estaba preparando la mesa para sentarnos a comer, así que cuando entré le dije que dispusiera de un platillo más, pues teníamos un invitado. El personaje en cuestión se veía sorprendido y apenado.
Mi compañera había preparado un rico guisado de enfrijoladas y sopa de lentejas. El nuevo comensal nos contó su historia, hacía algunos meses había salido Honduras y se dirigía al norte, no a Estados Unidos precisamente sino a Mexicali, donde tenía un familiar. Este era dueño de un restaurante y quería ira a trabajar con él. La comida le supo de maravilla y estaba sumamente agradecido. Narró que al llegar a tierras mexicanas le había pasado de todo, desde extorsiones de la policía hasta un asalto. Pero ninguna de esas contrariedades le había quietado el ánimo de continuar su destino.
Nos describió que en su país la situación era grave, no había trabajo y el panorama en general era deplorable; de eso hará unos ocho años. Así que decidió venir a este país a buscar un nuevo derrotero, dejando en su patria a su esposa y dos hijos. Dijo que se vino a Vallarta juntos otros compañeros de viaje que se habían dispersado por la ciudad. Un caminero decidió darles un raite desde Guadalajara, pero les dijo que se vinieran a Vallarta porque en el trayecto había retenes que los podrían detener.
Contaba también maravillas de este país, al que calificaba de generoso. Tienen todo aquí, cocos, plátanos, milpas, es un país muy próspero decía. Luego de que terminó de comer, mi compañera le dotó de una mochila más nueva, alguna ropa y tenis, no nuevos, pero si lo llevaría a caminar otro tanto de kilómetros, además de un poco de dinero. El hondureño se fue muy agradecido y complacido. Con el paso del tiempo nos preguntamos si ese desconocido, cuyo nombre olvidé, habría llegado a su destino.
Hago estas reflexiones ahora que vienen caravanas con miles de hondureños principalmente y cuya meta es llegar a Gringolandia. Todos los mexicanos o casi todos tenemos hijos, familiares o amigos que se han ido a Estados Unidos, la tierra de la gran promesa, a buscar su destino. Unos lo han logrado, otros no tanto y a muchos los han regresado.
Así como los migrantes europeos hace unos siglos vinieron a poblar  América en busca de fortuna y vaya que la obtuvieron. Unos por las buenas, otros por las malas robando la tierra a los indígenas de esas tierras, e incluso asesinando a familias o a pueblos enteros. Muchos migrantes vinieron en busca del oro, varios fueron los afortunados. Charles Chaplin en una maravillosa película denominada La quimera del oro narra con mucha destreza e ingenio la búsqueda de ese preciado metal. Por cierto es una de las pocas películas donde el héroe, en este caso Charles Chaplin encuentra, no sólo el oro, sino también su amor.
No sabemos si esta caravana en realidad es esa búsqueda de un nuevo destino o sólo son almas que han sido engañadas para encubrir deseos aviesos o malévolos de ciertos grupos o gobernantes para fines distintos a los que persiguen los migrantes. Mientras tanto, el pueblo mexicano muestra su solidaridad a esos migrantes, algo que no creo agrade al presidente Trump. Ya lo dijo: aquí no van a pasar. Y si estos migrantes nos avientan piedras, nosotros les responderemos con balas. Hasta dónde ha llegado la malicia, la ira, el desprecio a la vida humana, al ser humano, sólo por ser distintos. No hay compasión, conmiseración, sólo desprecio y falta de respeto a la vida.

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