Identificación y fascinación
Prócoro Hernández Oropeza
Como andamos dormidos nos identificamos tan fácilmente con
lo que ocurre a nuestro alrededor, con aquellas señales o estímulos que
percibimos a través de los cinco sentidos. Y cada vez que nos identificamos con
un evento o situación quedamos fascinados o nos olvidamos de quiénes somos
realmente. Si un hombre llega y nos insulta, nos identificamos con esos sonidos
y reaccionamos con enojo o miedo. Si vemos a una mujer que camina con una falda
muy corta y contoneando su cuerpo quedamos prendidos de esas formas sensuales.
Esto se llama fascinación.
Los sabios afirman que todo tipo de identificación
produce fascinación y sueño. Vais andando por una calle, de pronto os
encontráis con las turbas que van protestando por algo ante el palacio del
señor presidente; si no estáis en estado de alerta os identificáis con el
desfile, os mezcláis con las multitudes, os fascináis, y luego viene el sueño,
gritáis, lanzáis piedras, hacéis cosas que en otras circunstancias no haríais
ni por un millón de dólares
Olvidarse de sí mismo es un error de incalculables
consecuencias. Identificarse con algo es el colmo de la estupidez, porque el
resultado viene a ser la fascinación y el sueño. Quien quiera despertar conciencia aquí y
ahora, debe empezar por comprender los tres factores subconscientes llamados:
Identificación, fascinación, sueño. Es imposible que alguien pueda despertar
conciencia si se olvida de sí mismo, si se identifica con algo.
Santa Teresa dijo que dios le concedió el don de
desidentificarse de sí misma y poder ver las cosas desde fuera.
Desidentificarse significa no afectarnos por lo que está ocurriendo –vivirlo
como le ocurriese a otro- pues en cuanto dejamos que se involucre nuestro yo en
cualquier persona o circunstancia o cosa , preparémonos para sufrir. Afirma Antonio
de Melo que vivir desidentificados es vivir sin apegos a ese maligno ego, que
es el quien genera egoísmo, deseo, celos, envidias, rencor, y por lo cual
entran todos los conflictos.
Samael Aun Weor estima que es imposible que un aspirante
pueda despertar conciencia si se deja fascinar, si cae en el sueño. El boxeador
que se está cruzando golpes con otro boxeador, duerme profundamente, está
soñando, está identificado totalmente con el acontecimiento, está, fascinado y,
si llegase a despertar conciencia, miraría en todas direcciones y huiría
inmediatamente del ring, totalmente avergonzado consigo mismo y con el
honorable público.
Vais de pronto viajando en cualquier transporte urbano
dentro de la ciudad, tenéis que abandonar el vehículo. En determinada calle, de
pronto os viene a la mente el recuerdo de un ser querido, os identificáis con
dicho recuerdo, viene la fascinación y luego a soñar despierto... De pronto
dais un grito de exclamación. ¿Dónde estoy? ¡Caracoles!... me pasé de cuadra...
¡tenía que bajarme en tal esquina, en tal calle!; y luego os dais cuenta de que
vuestra conciencia había estado ausente, os bajáis del vehículo y regresáis a
pie hasta la esquina donde debíais haberos bajado
Cuando nos identificamos nos olvidamos del sí mismo. Es
como cuando vemos una película, estamos tan fascinado con las acciones de los
personajes, nos identificamos con el protagonista o los protagonistas y hasta
pensamos que somos ellos o quisiéramos estar en su lugar. Esto es la
fascinación; estar identificados con esos personajes, las situaciones,
conflictos, deseos, a tal punto que nos
olvidamos quién realmente somos.
De Mello agrega que si viviésemos desidentificados de
nuestras creencias, no nos preocuparíamos por lo que lleven de acertado o no.
Las creencias pueden cambiar, lo importante es lo esencial, que descubramos
dentro de nosotros y que nos lleva a ir buscando la verdad, y saber que es de
todos. Así que despertarse es despertar de la realidad de que no eres el que
crees ser. Eres más que tus deseos, celos, ira, lujuria, envidia. Eres un ser
de luz, amor, unidad, amor, una esencia divina, no esos yoes o egos que forman
y conforman tu personalidad.
Para realmente liberarnos del sufrimiento no debemos
identificarnos con las formas que cambian, ni apegarnos a ellas, ni
rechazarlas, ni ponerles etiquetas, ni valorarlas. Llamarlas por su nombre.
Cuando las mires como son perderán importancia y se replegarán a su lugar. Hay
que observarlas, comprenderlas y dejarlas ir o bien eliminarlas. A esos egos no
se les perdona, se les elimina y esa es una condición para obtener la verdadera
libertad y se obtendrá lo que Krishna decía, la perfección o Buda, la
iluminación.
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