En manos de la gula
Prócoro Hernández Oropeza
La gula es una de las muchas tentaciones que provocan
aparentemente satisfacción, buen gusto, placer, pero también muchos danos y
enfermedades. La gula es uno de los siete pecados capitales, sombras de
nuestros demonios, que asolan a la humanidad y pareciera ser un avance del
progreso. Hay tantas ofertas, abundancia de comida para saciar todas las tentaciones
del estómago, de tal suerte que está generando una población de gordos y
gordas. Da la sensación de que ya no existe hambre en el planeta, la pobreza se
extinguió, lo cual es una falacia.
Esa gordura es producto de una mala alimentación, consumo de
alimento chatarra o de carne de animales que han sido alimentados con productos
químicos, y artificiales, además por la falta de ejercicio y el sedentarismo.
Se imagina cuántas horas pasamos sentados frente a un televisor o una
computadora, un celular, la mayor parte del día y parte de la noche.
La gula, apoyada por una feroz publicidad, nos incita a devorar todo tipo de alimentos,
a tomar líquidos artificiales y todo tipo de chatarra alimenticia. Todos los
días somos bombardeados por innúmera publicidad que nos provoca deseos. Esos
deseos son de nuestros egos o yoes de la gula. Un ego quiere un pedazo de
pastel, otro pide una cerveza, otro más palomitas o papas o tacos o
hamburguesas. Y si le damos entrada a un deseo, por esa puerta aparecen miles
queriendo ser complacidos y como no podemos complacerlos a todos nos genera
ansiedad o frustración.
La gula es la acción de comer o beber abundantemente y sin
necesidad. El término gula proviene del latín gluttire, que significa engullir
o tragar de manera excesiva alimentos o bebidas sin medida. Por tanto, la gula
es el deseo excesivo, exagerado y descontrolado por la comida y la bebida
generando un vicio. Se suele identificar la gula con una persona glotona que
indica alguien que come vorazmente pero sin hambre.
En la tradición cristiana se considera a la gula como un pecado,
ya que, incita a entregarse a los placeres de la vida sin medir necesidades ni
consecuencias. En este sentido, la gula puede presentarse como glotonería,
apetito por las comidas o las bebidas que están fuera del alcance económico, y
el desperdicio de alimentos. También se puede utilizar "gula" en el
contexto de un trastorno alimenticio compulsivo, donde la persona no puede
evitar comer y beber a escondidas como una manera de ahogar otros problemas.
En la antigua Roma, los romanos eran unos glotones, fiel
ejemplo de la gula en su máxima expresión. Cuando tenían banquetes comían hasta
hartarse, luego se dirigían a la ventana más cercana para echar fuera todo lo
que habían ingerido y regresaban a la mesa para seguir comiendo.
La virtud que se contrapone a la gula es la Templanza. Es
una cualidad humana que induce a usar o hacer las cosas con moderación. Apetito
moderado por la templanza; la templanza es una virtud que acompaña a la
justicia y a la fortaleza. Del latín temperantia, la templanza está relacionada
con la sobriedad o moderación de carácter. Una persona con templanza reacciona
de manera equilibrada ya que goza de un considerable control sobre sus
emociones y es capaz de dominar sus impulsos. Alguien que posee temple controla
sus deseos, modera sus pasiones y mantiene equilibrio en sus alimentos y en sus
apetitos.
Esta virtud nos aconseja medirnos con los placeres y trata
de que nuestra vida tenga un equilibrio entre aquello que siendo un bien nos
provoca cierto placer y la vida espiritual, que nos brinda otro tipo de
bienestar, uno superior. Así que se puede llegar a esta virtud con el dominio
sobre nuestros instintos y deseos. La templanza es sinónimo de las palabras
moderación, sobriedad y continencia. Templanza es poseer la fuerza de voluntad
para controlar a ese demonio de la gula, pero no sólo de tenerlo bajo control,
sino además eliminarlo de nuestra vida, de tal suerte que estemos libres de sus
garras, sus sombras y semillas.
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