Nunca se deja de aprender
Prócoro Hernández Oropeza
El día que un hombre dice ya no hay nada que aprender ha
empezado a morir, si no es que ya está muerto, es decir envuelto en ignorancia
completa. Todos los días aprendemos algo nuevo, sólo que algunos o muchos no lo
perciben así. Consciente o inconscientemente se aprende algo nuevo. Existen
personas que han completado su licenciatura a los 80 o 90 días, inclusive su
doctorado. Pero si no ejercemos el cerebro, nuestra mente, este se ira
anquilosando o atrofiando por falta de uso. Entre más edad se tenga empiezan
los problemas físicos, mentales y emocionales si no se ejercita la mente, pero
también el cuerpo físico, sus huesos, los diversos sistemas y órganos que los
compone se irán deteriorando.
A los adultos mayores se le empieza a olvidar las cosas, las
rodillas se deterioran, la vista, los oídos y otros órganos más. En los
diversos libros sagrados se cuenta que hace muchas centurias la gente vivía
hasta cerca de los mil años, hoy el promedio de vida en los países más
avanzados como Japón es de 80 años y en México cerca de los 70. El
sedentarismo, la mala alimentación y la falta de ejercicios físicos y mentales
contribuyen a degradar la calidad de vida del ser humano.
El fin de semana pasada participé en un retiro de Tai chi
Chi Gong con un maestro de China, llamado Peng You Lian y me asombró por la
gran cantidad de personas mayores de 70 años que participaron y no desmayaron
en los ejercicios, pese a que trabajamos arduamente desde las siete de la mañana
hasta las diez de la noche. En verdad no vi a ninguna dama fallecer ante
extenuantes ejercicios, nunca se quejaron y estaban al pie del cañón como unas
verdaderas guerreras.
Así que no hay edad para dejar de aprender y el único límite
es nuestra mente. Si esa mente e dice que ya no necesitas aprender nada, que es
mejor estar como vives, así será tu destino. A este respecto, y hablando de
maestros chinos, un alumno le pregunta a Confucio: Maestro. ¿Cuándo
terminaremos de estudiar? ¿Algún día llegaremos a algún punto donde hayamos
llegado a comprender todo lo que hay que
saber? El maestro le contesta: -El estudio más grande de todos es el que nos
enseña a desarrollar aquellos principios de pureza y virtud perfecta que los Cielos
nos otorgó desde nuestro nacimiento.
Estos regalos son nuestros con el fin de adquirir poder e influir en los demás
para que sean mejores ya que, utilizando nuestros ejemplos y preceptos, podemos
influir en aquellos que están entre nosotros. Consecuentemente la vida es un
estudio sin fin y para nuestra labor, únicamente terminamos para ser perfectos.
¿Qué significa ser perfectos? Para empezar, debemos
comprender que no somos perfectos pero podemos ir progresando en nuestra
perfección hasta pulir nuestra vida, nuestros pensamientos, emociones y
acciones, nuestra voluntad. Eso significa adquirir ese poder de pureza y
virtud. Pureza en nuestras palabras, pensamientos, emociones y acciones. El
mismo alumno le pregunta a Confucio: --Maestro. ¿Cómo podemos adquirir la
virtud a lo largo del camino? ¿Se logra por nuestros esfuerzos o es causa de un
poder espiritual elevado?
Confucio responde:
-El poder de las fuerzas espirituales en el Universo está
activo alrededor de todos nosotros, aunque invisible a los ojos; es parte de
todas las cosas y nada puede escapar a su funcionamiento. Y concluye: -Yo no sé
en usted, pero es el Cielo el que ha producido la virtud en mí. Qué es el
cielo, sino toda esa parte grandiosa y espiritual de donde provenimos y todo lo
que nos rodea ha sido creado por esa fuerza invisible y está dentro de cada uno
de nosotros, el ying y el yan o Dios o como quiera llamarle. Entonces lo único
que debemos hacer es redescubrir esa parte, conectarnos con ella y manifestarla
en cada pensamiento, en cada palabra, acción y emoción.
El maestro de Tai chi, Peng You Lian también, en sus maravillosas
lecciones, nos arengaba a ser felices, amorosos, amistosos, virtuosos y que eso se
manifestara en cada movimiento que realicemos, en cada acción, en cada palabra
o gesto. Otros maestros sostienen que veamos a Dios en cada ser sintiente que
nos rodea. Que así sea.
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