El arrepentimiento y la culpa



Prócoro Hernández Oropeza

En nuestra vida enfrentamos muchos retos, obstáculos, fracasos, errores como quiera llamarle. Algunos nos han marcado  de por vida. Otros les llaman pecados a estos errores. Si alguien comete una infidelidad y como en su interior algo le dice que eso que cometió es un problema grave, este se puede sortear de diversas maneras. Con cinismo o con arrepentimiento. Aquel que es cínico puede repetir ese error tantas veces como sea necesario y puede que no sienta  ningún arrepentimiento.
Decía el pensador Chino Confucio: “El hombre que ha cometido un error y no lo corrige, comete otro error mayor.” Pero los cínicos es posible que no lo vean así, simplemente aceptan que esa es su naturaleza, se consideran unos verdaderos donjuanes o conquistadores de damas y eso les inflama su orgullo. A pesar de eso, vuelvo a citar a Confucio: “No existe un solo hombre, que estando al tanto de sus defectos, los apruebe en su interior.” Es verdad, porque en nuestro interior está nuestra psique, nuestra esencia, cuya naturaleza es divina y no la lujuria, ira u orgullo. Pero como está sometida a esos egos no tiene la voz fuerte para detener a ese hombre infiel y lujurioso. En el fondo sabe que sus actos son incorrectos, pero pesa más el deseo de la lujuria, que su arrepentimiento.
Aquel que ha cometido un error tiene dos formas de corregir. Una desde el corazón y otra desde el ego. Desde el corazón o del amor se arrepiente, reflexiona y corrige, corrige sin juicio ni recriminación, ni culpa, simplemente se levanta y corrige, sigue adelante y si se cae, se vuelve a levantar. El que lo hace desde el ego, se arrepiente pero siente culpa, se recrimina, pide perdón, da algo a cambio a quien ofendió, pero en realidad su conducta no cambiará. El que se arrepiente es el ego, quien se siente culpable, pide perdón, llora, patalea, pero en realidad no es un arrepentimiento desde su Ser. Como sólo es un teatro, más tarde vuelve a caer en otro error.
En otras ocasiones he hablado del ego cínico, el ego canalla y el ego diablo. El cínico es un primer nivel donde el individuo que comete un error tiene un pequeño destello de arrepentimiento, pero vuelve a repetir la acción. En una segunda fase cuando esas acciones se repiten constantemente entonces ha adoptado el ego canalla. Ese ego ya no siente arrepentimiento y se hace adicto a esos actos y los disfruta. Es como aquel Adicto al cigarro, sabe que consumirlo le hace daño, se siente culpable e intenta dejar el vicio, pero no es un arrepentimiento desde su Ser, entonces el ego del deseo de fumar le dice que no importa, sigue fumando al cabo que uno no sabe cuando termine esta vida y por tanto disfruta
En un tercer nivel está el ego Diablo. Ese ego es el más malvado, todos son malvados, pero este es el sumum de la maldad, de la crueldad. El demonio se ha cristalizado en su alma, ha colmado su alma y ya no siente ningún sentimiento de compasión. Es como aquel asesino que de tanto matar ya no siente ningún resquemor, ni respeto por la vida ajena, hasta llega a disfrutar asesinando a sus víctimas. Las virtudes se han evaporado y sólo habita en esa alma un deseo ferviente de matar, descuartizar víctimas. En un lujurioso sólo está el deseo irrefrenable de placer sexual. El arrepentimiento en estos seres no existe. Estos personajes, cuando mueran, van a la muerte segunda en los planos inferiores de la tierra o en los mundos infiernos que describió el italiano Dante Alighieri.
Si no hemos caído en esos niveles inferiores y cometemos un error, entonces debemos ser conscientes de nuestra situación, reflexionar en lo que hemos hecho, en el daño causado y arrepentirnos, pedir perdón y rectificar. Comprender que el daño ya está hecho, eso no se puede revertir y tendremos que pagarlo algún día. La ley es la ley y la ley se cumple y se paga si la hemos violado. La justicia divina nos pedirá cuentas y cuando retornemos debemos pagar ese karma. No hay castigos, todo lo que nos acontece en esta vida son las consecuencias de nuestras acciones pasadas. De eso debemos estar conscientes a la hora en que vamos a cometer un error. Si lo estamos podemos detener esa acción, acción que tiene su origen en un deseo, el deseo de un ego que desea saciarlo.

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