De sueños y otros cuentos
Prócoro Hernández Oropeza
Parte 1
De niño siempre soñaba con serpientes. Cuando llegaba la
noche me daba pánico ir a la cama. Si
para mis hermanos ir a dormir era un placer, no para mí. En cuanto me quedaba
dormido tenía sueños terribles. En mi pueblo había muchas serpientes y eso era
quizás el motivo de mis pesadillas. Había serpientes venenosas y otras que no
eran peligrosas, especialmente las llamadas serpientes de agua, las de color
verde. Pero las grises con cascabel eran venenosas. También había coralillos,
linces, cempoates y escorpiones.
La gente de mi pueblo
le tenía mucho miedo especialmente a esta sierpe, la de cascabel, y en
cuanto veían una la mataban. Algunas las clavaban en una penca de maguey, a
pesar de que ellas no atacaban por atacar, sólo si se les provocaba. Por lo
regular cuando encontrábamos alguna, huía, pero el mito de que eran malas de
inmediato generaba una reacción de miedo y odio a la vez. Posiblemente el mito
de que fue una serpiente la causante de que hayan expulsado a Adán y Eva del
paraíso, era el motivo ancestral que impulsaba esas reacciones de odio y
violencia en contra de las sierpes, no importara que no fueran venenosas.
Los animales, como vacas o caballos, seguido eran
mordidos por serpientes cuando pastaban. Esos animales no morían por mordeduras
de serpientes, sólo se les hinchaba el hocico, que era por lo regular donde les
mordían cuando pastaban. Llegué a conocer a una persona mayor, de nombre
Agustín que fue mordido por una serpiente en el pie. Como no fue atendido por
un médico, el pie se le inflamó demasiado y más tarde se deformó hasta quedar
como un tamal gordo. Por ese motivo le mandaban a hacer un zapato especial.
Esos sueños con serpientes fueron persistentes hasta los
once años. A esa edad ya me había encontrado con varias serpientes; entre las milpas, en las veredas
o en los árboles. Una ocasión que iba con mis tíos y amigos mayores a cazar
conejos, vi como dos serpientes se columpiaban de un árbol. Otra vez que
jugábamos a las escondidas busqué refugio en una zanja y cuando volteé a mi
derecha ahí estaba una serpiente enroscada, observando y sacando su lengüeta, a
la defensiva. Asustado, de inmediato me levanté y hui. En otra ocasión iba
corriendo por una vereda, al dar un salto divisé una serpiente justo donde iba
a pisar. Como pude alargué el paso y por fortuna no la pisé; mi pie cayo fuera del alcance de una
mordedura. Otra vez recogía frutas de un
tejocote, al arrancar uno se me cayó. Cuando me agaché para levantarlo, en el
piso estaba una serpiente negra. Eran muchos los sustos que llegué a pasar en mi
niñez con las serpientes.
Así que cuando iba
a la cama no quería dormirme. Siempre soñaba con serpientes. Serpientes de
diversos colores y tamaños. Verdes, rojas, con rayas amarillas o verdes con
negro, grandes y pequeñas. Algunas se me subían por el cuerpo, otras me
perseguían. Eran terribles sueños y siempre despertaba sudando.
Un día no resistí más y decidí enfrentar esos demonios en
mis sueños. Al poco rato de acostarme vino un sueño raro. Primero vi a un anciano
indio que con la mano derecha me insinuó que le siguiera. El indio se perdió en
un recoveco del camino y de pronto me miré tendido en el suelo. Todo mi cuerpo
eran serpientes; mis piernas, el estómago,
todo eran serpientes verdes de diversos tamaños. Me entró un gran miedo, sobre todo cuando vi
que sus manos eran cabezas de serpientes que me miraban amenazsantes. No sabía qué hacer, quise despertar y no pude.
De pronto del cielo vi venir un águila dorada que descendió a gran velocidad
hacia donde me encontraba. De los ojos del águila salieron dos grandes llamas de fuego que se
dirigieron hacia las serpientes. Estas se quemaron y entonces pude recobrar mi
cuerpo. El águila me levantó, me colocó entre sus alas y se elevó hacia el
cielo. Vi cómo nos íbamos alejando de la tierra y nos dirigimos hacia las
estrellas. El águila me mostró galaxias, mundos, lunas y estrellas y me dijo
que de algunas de esas estrellas los humanos habíamos venido a la tierra.
Me indicó que algún día tendré que retornar al hogar, a
mí origen, pero antes debo recobrar mi divinidad, porque soy un ser divino. Le
pregunté del porqué soñaba siempre con serpientes. El Águila contestó: esas
serpientes son tus demonios internos que se han apropiado de tu mente, tus
emociones y acciones. Mediante el terror controlan al ser humano y lo duermen.
Los mantienen dormido para que se olviden de su origen divino y usan el dolor y
el sufrimiento para su control.
De sueños y otros cuentos II
Antes de partir el águila me dijo que cuando fuera a
dormir o tuviese pesadillas que le invocara y ella acudiría en mi ayuda. Esa
noche me fui a dormir plácidamente, ya no sentía miedo a las serpientes. Pronto
caí en un profundo sueño. Y me fui internando por un mundo de luces radiantes
colores, con líneas o rayos multicolores que vibraban con el sonido de una
música ancestral. De pronto me vi rodeado por miles de serpientes. Eran
millones, parecía un norme mar o cerros de serpientes, con caras de payasos y
dragones. Estos me agredían, insultaban y provocaban. También se burlaban de mí
gritando palabras obscenas y bromas de mal gusto.
-Éntrale, no que muy, muy. Anda idiota, ven si te crees
mucho. Eres menos que una cucaracha. Sólo eres un montón de miedo, un payaso…
estas y otras frases más prosaicas y degradantes me pusieron a prueba. Fue un
impacto terrible y al principio el pánico se apoderó de mí. Empecé a respirar
profundo y a invocar al Águila dorada. Sentí
ganas de vomitar y dos enanos con bolsas en las manos bailaban a mi
alrededor diciéndome: --“vomita, vomita”. Sin embargo, seguí respirando y
atemperando el miedo y enojo por las
burlas que me hacían esos demonios. De entre las miles de serpientes surgió el
líder de legión. Un ser con cara de sol negro y le gritó:
Mira aquí tengo tu espíritu, te tengo atrapado.
Me le quedé mirando y sin pensarlo di un salto le
arrebaté a mi Espíritu, que tenía forma de corazón, lo coloqué en el centro de
mi pecho. Entonces me les quedé viendo fijamente y las serpientes no
resistieron mi mirada. Retrocedieron y se clavaron en la tierra. En ese
instante se volvió a aparecer el Águila y me dijo:
-Esto que acabas de ver es el inframundo, el mundo de las
serpientes y te has enfrentado a una
legión de egos. Eres muy valiente y has logrado recuperar parte de tu espíritu
que está atrapado por esas legiones de egos. ¿Pudiste ver cuál era?
-Pues por la forma como me cucaban yo creo que era el del
orgullo, contesté.
-En efecto, es la legión del ego del orgullo y pudiste
ver al líder de legión y ganar una batalla, señaló el Águila. Hay siete
legiones de egos o demonios, uno de ellos es el orgullo, los demás son lujuria,
pereza, envidia, ira, codicia y gula. Todas estas legiones viven en esta parte
oscura del alma, el inframundo o el mundo de la serpiente, el mundo de la
oscuridad. Hay otros dos mundos que poco a poco irás conociendo: el del Puma y
el del Águila, mi mundo, que un día conocerás y donde mora el Gran Padre Madre,
ángeles, arcángeles, y todos los maestros de luz como Jesús, Rama, Krishna, o
Buda, por citar a los más conocidos.
¿Y cuál es el mundo del Puma? Pregunté. -Prepárate porque
vas a vivirlo ahora. El águila desapareció y frente a mí surgió de la tierra un
gran barrote de acero y una voz de mujer me dijo: Así como esta barra de acero
tú debes ser fuerte y resistente; luego se desprendió otra barra de Oro, y la
voz continuó: fino como el oro. Luego una de plata, para darme a entender que
debía ser flexible como ese metal. De ahí pasé a otra visión. Vi venir un Puma
hacia mí y cuando me di cuenta yo era el mismo puma, estaba dentro de su cuerpo
y me movía como puma y veía desde los ojos del puma. Luego oí una voz que dijo:
- En tu aprendizaje como guerrero de luz debes ser como
el puma, como Yo. El puma no duerme, siempre está al acecho, siempre
observando. Luego vi una manada de
antílopes que se encontraban a unos cien metros de distancia y el puma indicó:
- Mira, nosotros los animales no matamos por matar.
Observas esa antílope que está estirando su cuello y volteando hacia acá.
Si, le dije.
- Pues esa antílope me está señalando que quiere
sacrificarse para mi alimento; lo ha decidido así, porque con su sacrificio y
muerte va a pasar a otro nivel de conciencia; tal vez retorne en un animal más
avanzado.
Entrecerré los ojos pensando en lo que dijo el Puma y le
pregunté. ¿Acaso los animales también evolucionan?
-Sí, entre el reino animal existen seres más avanzados
que otros, así como los humanos que tienen distintos niveles de conciencia.
Algún día llegarán a ser humanos, yo también lo anhelo, es el proceso por el
que toda la humanidad ha pasado.
Yo estaba maravillado con tanta enseñanza, cerré los ojos
y cuando los abrí enfrenten estaba otra vez el águila, observándome. Lo primero
que hice fue preguntarle al águila:
-¿Acaso yo también fui animal en otras vidas?
(Continuará)
De sueños y otros cuentos III
Con respecto a que si
entre el reino animal existen seres más avanzados que otros, así como
los humanos que tienen distintos niveles de conciencia, el águila me dijo que
en efecto y algún día llegarán a ser humanos; es el proceso por el que toda la
humanidad ha pasado. Yo estaba maravillado con tanta enseñanza, cerré los ojos
y cuando los abrí, frente a mí estaba otra vez el águila, observándome. Y seguí
preguntando:
-¿Acaso yo también fui animal en otras vidas?
-Así es y también mineral en diversas formas. Primero
fueron minerales y luego se transforman en animales y tú estás ahora en otro
proceso de evolución. En este aspecto tienes muchas vidas para que evoluciones
y recuperes tu divinidad. Esta experiencia con los minerales y con el puma es
precisamente el mundo del Puma. Los minerales que aparecieron frente a ti, como
salidos del fondo de la tierra, fue una enseñanza de la Madre Tierra, ella
también está viva y enseña a quienes están dispuestos a oír. ¿Entendiste lo que
te quiso enseñar con los metales?
-Sí, respondí. Me dijo que debía ser fuerte y resistente
como el acero, fino como el oro, flexible y dúctil como la plata.
-Como vez, dijo el águila, estos minerales son más
avanzados que otros, por ejemplo una roca y simbolizan esos valores que acabas
de señalar. Todo esto es el mundo del Puma, pero además abarca también tus
relaciones con tus padres, hermanos, familia, amigos, tu relación con los
animales, las plantas, el agua y con la Madre Tierra. Debes entender que todo
lo que te rodea está vivo y conectado; todos están unidos y tienen un mismo
origen. Ahora yo te pregunto: ¿Cuál es la enseñanza que te dejó el puma?
-Que debo ser como el Puma. Él siempre está al acecho, no
duerme, sólo observa.
En efecto, los guerreros deben ser como el puma, siempre
al acecho, en observación constante de pensamientos, emociones y acciones. Este
es el camino del guerrero espiritual, si es que deseas abrazar este camino
algún día. Un guerrero es también fino como el oro, que significa ser fino en
su palabra, en sus acciones y modales; con gracia y flexibilidad y al mismo
tiempo fuerte y resistente ante los embates del miedo, la ira, la gula, la
avaricia, la vanidad y todo tipo de sufrimiento.
El águila extendió sus alas y con el viento que
provocaron me sacaron de mi ensimismamiento.
-Es hora de seguir, hasta aquí hemos hablado de dos
mundos: el de la serpiente y el del Puma, vamos ahora al mundo del Espíritu,
así que prepárate.
En ese sueño vi cómo monté en el lomo del águila, un
águila muy grande para soportar mi peso y ésta se elevó en un santiamén.
Nuevamente miré como el planeta se iba alejando y nos acercábamos a otros
planetas y estrellas.
En un abrir y cerrar de ojos llegamos a un lugar hermoso,
con flores, aves multicolores, lagos, ríos
y fuentes. También muchos niños jugaban con las aves y otros animales
que en la tierra son salvajes como el león o la pantera. Se veían muy, muy
contentos. Algunos tenían alas y vestían
túnicas muy blancas. Por allá otros grupos de jóvenes aprendían la sabiduría de sus maestros.
Poseían el don de proyectar sus creaciones como en pantallas de tercera o cuarta dimensión, mucho más nítidas y
reales que las conocidas hasta ahora en la tierra. A diferencia de las
terrenas, las de aquí no requerían conexión ni eran de materia sólida, simplemente se proyectaban en el
espacio.
Veía muy extasiado tanta belleza, paz y alegría. Yo podía
ver todas esas imágenes, pero los niños y jóvenes no me veían. Y podía
trasladarme de un sitio a otro sin ser molestado. El águila, mirando mi asombro
dijo:
-Esto es el mundo del águila o del espíritu; el mundo
donde viven los seres realizados, aquellos que se han convertido en Seres de
Luz. Como vez todos los que viven aquí vibran en la energía del amor; es puro
amor. No hay defectos o errores como envidia, rencor, miedo, pereza, tristeza,
aburrimiento ni sufrimiento. Estos niños y todos los seres que habitan este
lugar fueron a la tierra y lograron sanar su alma. La despojaron de toda
maldad, sufrimiento y miedo. Vencieron la ilusión del ego y sanaron su alma
para que brillara su espíritu, Su Gran Ser Interior, la chispa divina que
habita en todo humano. Así que ahora volvemos a la tierra, pero has aprendido
muchas lecciones hoy.
-Sí, gracias por enseñarme los tres mundos, le dije. En
verdad, gracias, he aprendido que para llegar a este mundo, a tu mundo, primero
debo sanar mi alma y para ello debo enfrentarme con toda esa legión de deseos,
pensamientos y emociones tóxicas que
dominan mi psique.
-Sí, la tierra es como un gran hospital donde van los seres
a sanar su alma, explicó el águila. Y es en el alma donde se dan las grandes
batallas. Los agregados psicológicos o yoes radican en el alma, donde también
vive tu Espíritu, pero está dominado por tantos virus. Ese virus se ha
apropiado de tus pensamientos, emociones y tu voluntad. Sólo pregúntate ¿Quién
se enoja cuando alguien te agrede, tu Espíritu o el ego?
-Es claro que el ego, contesté de inmediato.
-Así es, veo que aprendes muy rápido, señaló el águila.
-Pues con estos viajes y teniéndote como guía, cualquiera
lo entendería, le dije.
-Bueno, es hora de regresar a casa. Otro día vas a
conocer más acerca de tu linaje, porque cada alma tiene un linaje y en cada
existencia viene trabajando, sólo que a veces lo recuerdan y encuentra a sus
hermanos y en otras existencias se olvidan por completo. De eso hablaremos en
otra ocasión. El águila extendió sus alas y desapareció. Por la mañana desperté
con mucha alegría y energía.
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