La esfinge de Guiza y su legado
Prócoro Hernández Oropeza
Las culturas antiguas, como la egipcia o la maya todavía
encierran muchos misterios y seguirán dando de qué hablar. La esfinge de Guiza
llama la atención por su aspecto antropomórfico. La Esfinge, monstruo fabuloso,
hijo de Equidna y de Tifón, o según ciertos autores de Ortro y la Quimera,
tenía la cabeza y senos de mujer, el cuerpo de perro, las garras de león, las
alas de águila y una cola armada con un dardo agudo. Los egiptólogos estiman
que fue esculpida c. siglo XXVI a. C., formando parte del complejo funerario
del rey, durante la dinastía IV de Egipto, pero otras fuentes consideran que es
mucho más antigua, con más de diez mil años, incluso que fue esculpida por los
atlantes.
Edgar Cayce,
visionario y curandero estadounidense, difundió la teoría de una antigua
civilización: los atlantes. Para Cayce y sus seguidores, la Gran Esfinge habría
sido construida por los atlantes, y creen que bajo la estatua se encuentra la
«Sala de los Archivos». Cayce pretendía haber vivido en la Atlántida hace
15.000 años, y tras su destrucción huyó con los Archivos de dicha civilización
a Egipto, enterrándolos cerca de la Esfinge. Existen muchas versiones respecto
a su origen y la finalidad de su construcción.
Los egipcios del imperio antiguo llamaban a este tipo de
figuras “Shesep-ankh”, el cual significa Imagen Viviente, este era el nombre
que le daban a las estatuas reales ya que estas simbolizaban la idea de fuerza
y poder, claro está en los antecedentes históricos que este tipo de figuras
representaban al faraón bajo esa forma que tomaba la esfinge. Esto significaría
que la gran esfinge de Guiza representaba al faraón de aquella época de la
dinastía IV en la cual le guardaban un enorme respeto ya que entre todas las
esfinges que existían esta es la que más llama la atención.
Desde una visión gnóstica existe otra interpretación, la
cual es como un legado que todos los humanos debemos conocer y aplicar. De
acuerdo a los maestros gnósticos, la esfinge milenaria nos muestra los cuatro
elementos fundamentales de la naturaleza, el fuego en las garras de león, el
aire en las alas de águila, la tierra en las ancas del toro y el agua en el
rostro humano. Los mismos cuatro elementos de los evangelistas, ya que a Lucas
siempre se le representa con un toro, a Marcos con un león, a Mateo con un
ángel y a Juan con un águila.
En la esfinge milenaria se encuentran señaladas las
cualidades que se requieren para pasar las pruebas de los cuatro elementos, por
lo que debemos convertirnos en una esfinge, debemos adquirir estas cualidades
representadas en cada uno de los elementos que la conforman.
El hombre debe tener las cuatro características de la
esfinge: Las garras del león –coraje y nobleza–. La tenacidad del buey
–representada por las patas del buey–. Las alas del águila –éstas son las alas
del espíritu y la inteligencia del hombre –representada por la cabeza de la
esfinge–.
El hombre debe ser sereno ante los peores enemigos. Debe ser
tenaz en sus propósitos, y no desmayar ante los obstáculos e inconvenientes que
se le presenten. El hombre debe tener la majestad del águila para no sucumbir
ante los peores fracasos. El hombre debe desarrollar su inteligencia para saber
adaptarse a todas las circunstancias de la vida sin dificultad ninguna.
Y cuando ya el hombre ha desarrollado las cuatro
características de la esfinge, entonces está preparado para pasar las cuatro
pruebas de tierra, fuego, agua y aire. Por medio de estas cuatro pruebas se examina
la moral del discípulo. Éste es, pues, un examen simbólico, que corresponde
exactamente a la moral del discípulo.
El que no haya desarrollado la serenidad no podrá pasar la
prueba de fuego. El que sucumbe ante un fracaso económico no podrá pasar la prueba
del aire. El que no haya desarrollado el altruismo ni la adaptabilidad a la
vida, no podrá pasar la prueba de agua. El que no ha aprendido a ser tenaz
tampoco podrá pasar la prueba de tierra.
La esfinge es el mismo hombre. El hombre debe tener las alas
del águila, la inteligencia del hombre, las garras del león y la tenacidad del
buey. Esas cuatro características de la esfinge le permiten al hombre pasar las
cuatro pruebas de tierra, fuego, agua y aire. Son indudablemente pruebas que
vivimos y enfrentamos en el día a día.
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