La desconexión II
Prócoro Hernández Oropeza
Las antiguas humanidades estaban conectadas con todo lo que
le rodeaban; con el agua, el viento, los ríos, mares, bosques, con la madre
tierra. De esas conexiones sólo quedan algunos resquicios en la memoria
colectiva a través de mitos y relatos. En ellos se habla de los elementales del
agua, fuego, tierra, aire y con distintos nombre en las diferentes y antiguas
tradiciones. Elfos, hadas, gnomos, salamandras, ondinas, nereidas, nahuales,
entre otros. En esas épocas los hombres podían conversar con estos seres que sí
existen, aunque en otra dimensión. Existen personas que pueden percibir y hasta
dialogar con esos elementales.
En la América precolombina se cuenta del nahuales son conocidos
como “brujos”, seres que pueden cambiar su forma humana en animales. Son personas
o seres que tenían la habilidad de presentarse en la forma de un animal. Esto
sólo lo podían realizar personas que manejaban niveles altos de vibración y energía y por
ende podían materializar una forma de pensamiento hecho de material etérico.
No se sabe cómo perdimos esa conexión, no sólo con los
elementales de la naturaleza, con todo lo que nos rodeaba, nuestra divina madre
Gaia. Este fue un proceso largo y lento en el que fuimos perdiendo nuestra
memoria divina y dimos entrada o cabida a virus o agregados psicológicos que se
fueron apropiando de nuestra existencia y de nuestras experiencias. Nos
desconectamos con esa parte divina que habita en nosotros y que tiene ese don
de comunicación y comunión con todo lo que nos rodea. Perdimos la conexión con
nuestro maestro interno y nos centramos en el exterior, buscando afuera la
razón de nuestra existencia, la felicidad, la armonía. Eso fue sólo una ilusión
y con el paso del tiempo esa ilusión se convirtió para nosotros la única
realidad posible y tangible.
En los libros sagrados de las diferentes tradiciones se
menciona cómo los hombres podían comunicarse con los seres divinos o dioses.
Charlaban con ángeles, arcángeles, seres de luz que eran los portavoces del
gran Padre/Madre Universal. A través de ellos nos dejaron cartografías o mapas
para retornar a casa, verdades acerca de nuestro verdadero origen, así como
enseñanzas y principios para corregir nuestros errores. El problema es que los
despreciamos, no les damos el valor que merecen o de plano no los entendemos.
Producto de esa desconexión, sólo muy pocos logran la comprensión o las
verdades ocultas en ellos y la mayoría los toma al pie de la letra y los
convierte en dogmas o creencias.
En la psicología transpersonal han encontrado los orígenes
de esta desconexión y a través de diversas herramientas como la meditación, la
oración, la conexión con plantas de poder han podido experimentar esa conexión
con lo divino y con otras realidades que ya no pueden captar nuestros limitados
cinco sentidos. En esas experiencias, el adepto puede verse y sentirse
conectado con todo lo que le rodea, inclusive puede observar como su cuerpo se
desintegra y se convierte en parte de todo lo que le rodea: el aire, agua,
fuego, tierra, viento. Quienes meditan pueden acceder a realidades sutiles que
no se perciben con los cinco sentidos, sino con los del espíritu. Ahí se puede
comprobar lo que los grandes iluminados nos han legado, experiencias de
éxtasis, de percibir la grandeza del universo, la armonía plena y divina.
En la búsqueda exterior se gasta mucha energía y nunca vamos
a encontrar la plenitud, la paz, la dicha interior, sólo escasos momentos de
alegría, o más bien, de placer. Por eso, por ignorancia, la mayoría vive en el
drama del sufrimiento y cuando se siento sólo, desamparado busca el placer en
el alcohol, las drogas, la comida, compras impulsivas, o se siente triste,
deprimido, sólo.
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