Sísifo, o la rebeldía a la insensatez




Prócoro Hernández Oropeza

 En la mitología griega, muy abundante y prolija en esta materia, se habla del castigo a que fue sometido  Sísifo por travieso y astuto: cargar permanentemente una piedra y subirla a una colina, pero al llegar a la cima se resbalaba y debía bajar nuevamente por ella, así hasta la eternidad. Pero ¿qué hay detrás del Mito?
Se dice que Sísifo era el hijo del dios Eolo y fue rey de la misma ciudad que él mismo fundó, Corinto, y durante su reinado siempre destacó por su gran ingenio a la hora de gobernar. Mandó construir unas murallas alrededor de Corinto e hizo que todos los viajeros tuviesen que pagar por pasar por esa ciudad.
Contaba con muchísimos rebaños de ganado en su ciudad y como vecino tenía a Autólico, quien tenía el beneplácito del dios Hermes, el que le había otorgado el poder de convertir los toros en vacas y pasarlas del color blanco a rojo, con lo que el verdadero dueño del ganado nunca encontraría sus reses, a pesar de estar frente a él o muy cerca.
Poco a poco, Sísifo vio cómo sus rebaños iban menguando y comenzó a sospechar de que algo extraño pasaba, por lo que intentó poner remedio al asunto grabando en las pezuñas de sus reses una frase: “Me ha robado Autólico” en pequeño tamaño, lo que demostraría que las vacas habían sido robadas.
Ante tal gesto de astucia, Autólico envió a su hija Anticlea para enamorar a Sísifo y que tuviera hijos con él para heredar su inteligencia y astucia para poder lucrarse posteriormente con el ingenio de los hijos de su hija. Pero Sísifo no solamente demostró astucia en este caso de los robos de reses sino que consiguió engañar a los dioses.
Por este motivo el gran Dios del Olimpo, Zeus castigó a Sísifo a ir al mundo de los muertos, con su hermano, el dios Hades, pero gracias a su astucia volvió a escapar de las manos de este dios, posteriormente de Hermes, quien tenía el poder de visitar tanto el Olimpo como el mundo de los dioses e incluso de Perséfone, la esposa de Hades. Finalmente Hermes consiguió atraparlo y llevarlo al reino de Hades, donde fue condenado a subir con una enorme roca a lo alto de una colina y cuando ésta estaba arriba se caía, con lo que ese era el destino de Sísifo, repetir una y otra vez lo mismo durante la eternidad.
Con motivo de este mito, el escritor Albert Camus (1913-1960) escribió su ensayo: “El mito de Sísifo”. En él describe que uno hace la rutina de su vida diaria: Despertarse, bañarse, ir a trabajar, comer, salir al tráfico, llegar a tu casa, dormir, repetir. Hasta que un buen día uno “despierta” y se pregunta: ¿Es posible encontrarle un sentido al curso con el que llevamos nuestras vidas? ¿Por qué quiero ganar más dinero? ¿Por qué quiero enamorarme? ¿Por qué quiero ser feliz?
Mucha razón le asiste a Camus, La mayoría vivimos dormidos, aletargados o perdidos en nuestros guiones cotidianos. Vamos todos los días cargando nuestra piedra y cuando estamos en la punta la piedra resbala y al otro día debemos empujarla. ¿Qué representa la piedra? Son nuestros deseos, angustias, miedos, metas, infortunios, esta vida mecánica y agotadora a la que no le encontramos ningún sentido. Pensamos que nuestro destino está marcado por el azar o el destino o castigos divinos y sólo venimos a llevar a cuestas nuestras penas y glorias, a vivir en el sufrimiento.
Ante este dilema Camus se hace la siguiente pregunta: Entonces ¿por qué no es lo más lógico recurrir al suicidio? ¿Por qué nos aferramos a vivir? La respuesta que da el autor es fascinante: “En el apego de un hombre a su vida hay algo más fuerte que todas las miserias del mundo…” Sabe que pese a esas miserias de la vida, todos los contratiempos, sufrimientos… el hombre, no obstante el mar de incongruencias en el que habita, puede y debe reafirmar su capacidad de disfrutarla. Claro, el sufrimiento que trae el absurdo es innegable, el sentimiento de derrota y desesperación es el producto de su seno materno y uno jamás debe de negar su existencia, pero debe rebelarse en contra de él. Pero ¿cómo?
Camus afirma que no debemos imaginar a Sísifo como un ser miserable, pues el héroe trágico sabe, es consciente de su propia situación de castigo. Él no espera que su situación vaya eventualmente a mejorar, no empieza a pedir perdón o decide inventar un nuevo Dios. No, Sísifo entiende cabalmente que, haga lo que haga, nada tiene sentido y no por ello se avienta del punto más alto de la montaña, sino que, una vez más, se rebela en contra de los dioses, de sus egos y disfruta su castigo. Al disfrutar el absurdo que constituye su condición se rebela en contra de él y lo sobrepasa. Lo que intenta decir es que a pesar de la dualidad del mundo, de la mecanicidad en que vivimos podemos trascenderlo y disfrutarlo, siendo conscientes de que somos creadores de nuestros propios guiones, de los dramas de nuestras vidas, presentes, pasadas y futuras. Esto significa que observemos cómo se mueve nuestra vida como el péndulo de un reloj que va del sufrimiento a la felicidad, del amor al anti amor y lo importante es ver ese movimiento sin identificarnos, sólo disfrutando tanto lo positivo como lo negativo.



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