Los niveles de la mente
Prócoro Hernández Oropeza
En nuestra psique existe el inconsciente, aquella zona
donde se depositan las negruras de la vida o los recuerdos negativos que han
acontecido en nuestra vida. Son pensamientos, acciones, vivencias que han
dejado huella en nuestra psique, algunas muy claras, otras muy sutiles que no
percibimos. Para el psicoanálisis, el inconsciente es un sistema de impulsos
reprimidos que no llegan a la conciencia pese a permanecer activos en el
sujeto. Esto quiere decir que los contenidos reprimidos que se encuentran en el
inconsciente aún tienen efectividad psíquica ya que actúan mediante diversos
mecanismos. Los sueños y los actos fallidos son manifestaciones del
inconsciente.
No debe confundirse esa noción del inconsciente que para el
lenguaje cotidiano es simplemente un individuo que hace las cosas mecánicamente
o sin medir las consecuencias o sin darse cuenta del alcance de sus actos. Por
ejemplo: “Un inconsciente que manejaba a cien kilómetros por hora en medio de
la ciudad atropelló a una familia y causó una tragedia”, “No seas inconsciente,
¿cómo vas a escalar la montaña sin la asistencia de profesionales?”. También se le dice inconsciente a quien está
privado de sentido: “La víctima permanece inconsciente debido al fuerte golpe
que sufrió en la cabeza”.
A lo largo de la Historia muchas han sido las
personalidades que han estudiado y centrado sus investigaciones en el
inconsciente. Entre aquellas se debe destacar al médico austríaco Sigmund
Freud. Entre 1900 y 1905 Sigmund Freud desarrolló un modelo topográfico de la
mente mediante el cual describió las características de la estructura y función
de la misma. Para ello utilizó una analogía que entre los psicólogos es muy
familiar: la del iceberg.
En la superficie está la conciencia, ahí donde concurren
todos esos pensamientos donde focalizamos nuestra atención, que nos sirven para
desenvolvernos y que utilizamos con inmediatez y rápida accesibilidad. En el
pre-consciente se concentra todo aquello que nuestra memoria puede recuperar
con facilidad. La tercera y más importante región es el inconsciente. Es
amplio, vasto, inabarcable a veces y misterioso siempre. Es la parte que no se
ve del iceberg y la que ocupa en realidad, la mayor parte de nuestra mente.
Carl Jung, aunque al principio fue un seguidor de Freud, rechazó
muchas de las ideas de Freud, pero en el fondo utilizó una concepción de la
mente que, en lo más básico, se parecía a la del creador del psicoanálisis y
definió dos tipos de Inconsciente: 1.
Inconsciente personal. Tiene que ver con todos los aspectos reprimidos y
ocultos que han surgido de la interacción entre la persona y su entorno
(incluyendo las personas con las que entra en contacto). Por ejemplo, si la
madre de alguien lo castigo muy duramente durante su infancia, eso deja una
huella en su inconsciente.
2. Inconsciente colectivo
El inconsciente colectivo es ese tipo de inconsciente en
el que Carl Jung pone más énfasis. Contiene elementos históricos y colectivos
que modulan el modo en el que los seres humanos piensan, sienten y actúan. En
concreto, incluye estructuras psicológicas heredables y construidas socialmente,
llamadas arquetipos.
A ese inconsciente sólo se puede acceder, además por
medio de los sueños y actos fallidos, mediante terapias como Bioprogramación,
hipnosis u otros métodos usados para que el paciente ingrese a esos niveles
profundos de la mente. Mediante el uso de la Bioprogramación llevé a esos
niveles del inconsciente a una paciente
que tenía problemas con su voz. Ella era cantante y le ocurría a veces que
cuando iniciaba su canto frente a una audiencia, se le dificultaba cantar. A
través de esta técnica se llevó a esta paciente a penetrar en ese mundo del
inconsciente y recordó que cuando tenía la edad de once años, su padre le dijo
que tuviera cuidado con su voz porque era muy fuerte podía lastimar a alguien.
Ahí estaba esa voz severa y criticona. Esa parte no la recordaba, pero con la Bioprogramación
pudo acceder a una parte de su vida que quedó muy grabada la voz del padre y
cuando iniciaba a cantar, esa voz resurgía en su mente y la ponía nerviosa.
Así que en nuestro inconsciente y en el subconsciente,
otro nivel de la psique, se encuentran imágenes, palabras, sentimientos, sobre
todo negativos, que de repente afloran y nos provocan ciertas reacciones,
emociones o sentimientos. Ahí habitan también los egos o agregados psicológicos
y se aprovechan de ellos para controlar nuestros pensamientos, emociones y
acciones.
Sólo despertando Conciencia, estos 49 estados se pueden tornar
conscientes, y sólo entonces tendríamos Objetividad Concientiva Integral. Por
ello necesitamos transformar el inconsciente y el Subconsciente en Consciente,
y esto solamente es posible desintegrando los Agregados Psíquicos que
constituyen el Ego, el Mí Mismo, el Sí Mismo. Recordemos que la Conciencia está
embotellada en tales Agregados. Desintegrando estos últimos, ella deviene
despierta.
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