Reencarnación o retorno


Prócoro Hernández Oropeza
Parte 1                                                     
En Occidente la mayoría de las personas no creen en la reencarnación o el retorno. En Oriente esta verdad es indiscutible, y lo es por los fundamentos muy creíbles de sus filosofías, pero sobre todo por las experiencias y enseñanzas de tantos maestros que en vida han experimentado estas verdades en las otras dimensiones. Sobre todo en India que es cuna de grandes sabios, maestros o yoguis que han despertado y desde pequeños vienen despiertos. Lo mismo sucede en ente los budistas tibetanos que por la dedicación al estudio, a la meditación y la práctica de las virtudes nacen despiertos cuando retornan en un nuevo cuerpo.
A esos seres que recuerdan sus vidas pasadas se les llama turkus. Pero sólo retornan en ese estado quienes han desarrollado un gran trabajo espiritual y todos sus pensamientos, acciones y emociones son virtuosas. De ahí que existan dos formas de retorno, una llamada reencarnación y la otra el retorno. La mayoría retornamos en otro cuerpo sin recordar nada de nuestras vidas pasadas y por lo mismo creemos que sólo tenemos un vida, esta que vivimos ahora. Dicen los maestros que al nacer se nos da el agua del olvido y volvemos con un cuerpo que se nos fue asignado, con padres también asignados, así como familia, amigos  y enemigos para continuar con nuestro trabajo del despertar de la conciencia.
De acuerdo a uno de los libros sagrados de los Vedas, el Bhagavad Gita o El Canto a Dios, la reencarnación es un proceso cíclico de vida, muerte, renacimiento; es la incorporación del alma a un nuevo cuerpo y cada vez que el alma regresa a este mundo lo hace con un motivo particular, alcanzar la perfección o la realización espiritual, también se le llama iluminación o budeidad. En este proceso toda alma, debido a que no se ha cristalizado, debe cumplir con ciclos y una vez que el alma se haya cristalizado su ciclo de maduración o perfección retornará a casa y ya no estará ligado al Samsara o ciclo de nacimientos y muertes.
¿Qué sucede cuando alguien muere? Es una buena pregunta. Quienes no creen en el retorno piensan que al morir el cuerpo físico todo se terminó. Se concluyó un ciclo, pero como tenemos un alma y por lo tanto también un espíritu, ese espíritu que es una chispa de Dios en nosotros, ese no muere, es eterno. Muere el cuerpo físico y otro tres más, el vital, astral y el de la mente, pero el causal, del alma o conciencia y el del espíritu no mueren.
El alma es el vehículo del espíritu y retornará en un nuevo cuerpo físico y dependerá de su karma o de su Dharma o buenas acciones que nacerá en tal o cual cuerpo, con padres o una familia funcional o disfuncional, en un país bondadoso o en uno complicado. Esto se debe a dos leyes, de las cuarenta y ocho leyes divinas que nos rigen en este planeta y en esta dimensión. Una es la ley de Karma o Acción y Consecuencia y el otro del Eterno Retorno y Recurrencia. Regresa en otro cuerpo dependiendo de sus acciones buenas o malas y repetirá los mis guiones de su vida pasada. Si fue virtuosa, compasiva, generosa y se enfocó en su desarrollo espiritual arribará con personas que posean esas mismas características. De lo contrario, repetirá guiones de sufrimiento, escasez, enfermedades, pesares, seguirá atada a la rueda del Samsara.
Cómo saber cuántas vidas he vivido, en que países, con qué roles. Eso se puede saber sólo cuando la persona se dedica a un profundo trabajo espiritual, a despertar de ese sueño profundo en que lo mantiene la ilusión del ego.  Se puede conocer a través de meditaciones profundas, en oración, ayunos o en los sueños. Es posible que en sueños se haya visto en un país diferente, con cuerpo distinto y realizando acciones que en la vida presente no haría. Un estudiante refirió que en un sueño se vio arribando a una casa antigua de piedra en el Tíbet. Nunca había estado en ese País. Al llegar a la puerta, un portón viejo y  grande de madera, salió un monje tibetano acompañado de dos pequeños discípulos, con la misma vestimenta de la que usan los monjes tibetanos y con la cabeza a rape. Él se postró en tierra, sin saber que así se saludaban hasta que tiempo después vio ese mismo saludo en un documental sobre los monjes tibetanos. El monje le dio la bienvenida y lo invitó a pasar al recinto. Era un maestro y había sido enviado a estudiar con él.
Tiempo después llegó una sobrina del monje, muy hermosa. Ambos, el nuevo alumno y la sobrina se cayeron muy bien y poco después se enamoraron. Y cuando estaban en este romance, el monje maestro le dijo al soñador: es tiempo de partir, ya estás listo. El soñador se resistió y quiso convencerlo de lo contrario, pero el monje le dijo: _ Debes aprender a desapegarte. Cuando escuchó esa frase, el soñador se dio cuenta que esa era la lección que había ido a aprender con ese monje. Sin replicar más, le dio las gracias y abandonó el recinto. Estos son Sueños lúcidos que nos hacen recordar vidas pasadas. Hemos nacido en muchas partes, con distintos cuerpos y si seguimos aquí es porque no hemos comprendido cuál es nuestra misión. (Continuará)

Ley del Eterno Retorno

Parte II
Una de las leyes universales que gobiernan a este planeta en esta dimensión, la tercera dimensión es la Ley del Eterno Retorno. Esta ley nos dice que retornamos a este planeta cuántas vidas sean necesarias. De acuerdo a la filosofía oriental, se nos dan 108 cuerpos para recordar quiénes somos, pero sobre todo para sanar nuestra alma. Afirma el maestro Samael Aun Weor que tres cosas van al panteón o cementerio: primero, el cadáver físico; segundo, el cuerpo vital (éste se escapa del cuerpo físico con la última exhalación); tal vehículo flota ante el sepulcro y se va descomponiendo lentamente, a medida que el cuerpo físico se desintegra; tercero, la ex personalidad.
Ésta, la ex personalidad, puede a veces escaparse de entre la tumba y deambular por el panteón o dirigirse a algunos lugares que le son familiares. Son aquellos espectros que algunos videntes o con ciertas facultades psíquicas pueden verlos y los confunden con conocidos o familiares desencaranados y que deambulan por la casa, en los panteones o en lo que fueron sus centros de trabajo, también conocidos como “fantasmas”. Pero al final la ex personalidad se disuelve lentamente, a través del tiempo. No existe ningún mañana para la personalidad del muerto; ésta, en sí misma, es perecedera.

La muerte en sí misma es una resta de quebrados; terminada la operación matemática sólo quedan los valores. Obviamente, las sumas de valores se atraen y repelen de acuerdo con la Ley de la Imantación Universal, flotan en la atmósfera del mundo. Aquello que continúa, aquello que no va al sepulcro, es el Ego, el “mí mismo”, el “sí mismo”… Así que la eternidad abre sus fauces para tragarse al Ego y luego lo expele, lo arroja y lo devuelve al tiempo.

En el instante preciso de la muerte, en el momento en que el difunto exhala su postrer aliento, dicen los maestros, proyecta un diseño electro-psíquico de su personalidad. Tal diseño continúa en las regiones suprasensibles de la naturaleza, y más tarde viene a saturar el huevo fecundado. Aun Weor sostiene que al retornar, al regresar, al reincorporarnos en un nuevo cuerpo físico, venimos a poseer características personales muy similares a las de la vida anterior. La ley del Eterno Retorno y Recurrencia.
A diferencia de quienes encarnan, los que retronamos venimos dormidos, con la conciencia dormida, esto debido a que no hemos realizado ningún trabajo espiritual y por lo mismo vamos a vivir los mismos dramas, el mismo guion que en vidas pasadas, sólo que con diferentes roles, pero con las mismas personas y situaciones. Si en una vida pasada robé o hice daño a una persona, en esta vida tendré que pagar sus consecuencias, por lo que se agrega otra ley, la Ley de Recompensa. Tendré que compensar mis errores, puede ser con cárcel, enfermedad, robo o pérdida de un negocio o un bien material, todo dependerá de lo que yo hice en la otra vida. A esto también se le denomina Ley de Recurrencia, causa y efecto, Ley del Karma, a la que muchos confunden con castigos divinos. De esta concepción no existen los castigos divinos; Dios nunca castiga, son nuestros propios actos los que producen un resultado o consecuencia.

En el Bhagavad Gita se afirma que al transformarse o desencarnar, el espíritu no pierde completamente el vínculo con su vida pasada, pues un ciclo no puede perderse por completo, ya que la nueva vida compensará situaciones y acciones y determinaciones que faltaron en la otra, pues cada vida compensará a la anterior, para bien o para mal. Así que el espíritu, al abandonar la materia, sus cuerpos, deja con ella el mundo material para pertenecer al mundo espiritual. Una vez allí permanecerá hasta que llegue el momento en que vuelva a ser enviado para tomar una nueva materia, un nuevo cuerpo. O bien, si ha alcanzado su perfección, gozará de vida eterna y no tendrá que regresar a este mundo del Samsara.

Al regresar a un nuevo vehículo físico, estima Samael Aun Weor, entra en acción la Ley del Karma, pues no existe efecto sin causa ni causa sin efecto. Los Ángeles de la Vida se encargan de conectar el “Cordón de Plata” con el zoospermo fecundante. Incuestionablemente, muchos millones de zoospermos se escapan en el instante de la cópula, mas sólo uno de ellos goza del poder suficiente como para penetrar en el óvulo, a fin de realizar la concepción. Esta fuerza de tipo muy especial, no es un producto del acaso o del azar; lo que sucede es que está impulsado desde adentro, en su energetismo íntimo, por el Ángel de la Vida que en tales instantes realiza la conexión de la Esencia que retorna. El desencarnado, aquél que se prepara para tomar un nuevo cuerpo físico, no penetra en el feto; sólo viene a reincorporarse en el instante en que la criatura nace, en el momento preciso en que realiza su primera inhalación. Muy interesante resulta que con la postrera exhalación del moribundo viene la desencarnación, y que con la primera inhalación reingresamos a un nuevo organismo. (Continuará)



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