El recto pensar
Prócoro Hernández Oropeza
En el libro sagrado de la India, el Bhagavad Gita, Krishna
le explica a su discípulo Arjuna la diferencia entre la acción y la inacción,
así como el rector pensar y la recta acción. Viendo que su discípulo vacila
antes de enfrentarse a sus enemigos, los Kurawas, Krishna le indica que más le
vale cumplir con su deber porque por ello se han de abrir las puertas del
cielo, de lo contrario, si arroja las armas faltando a su deber mancillará su
honor y los caudillos de su ejército creerán que fue un cobarde y se burlarán
de él.
Que dilema tan terrible enfrentaba Arjuna. Es el dilema al
que nos enfrentamos nosotr5os en el día a día. Tenemos que enfrentar a nuestros
enemigos internos, los yoes, los agregados psicológicos, sino los enfrentamos
no estamos cumpliendo nuestro deber y las puertas del cielo se cerrarán. Al
cielo no podemos acceder con tanto demonio interno como ira, celos, coraje,
envidia, orgullos, avaricia, gula o lujuria. A este terrible ejército debemos
enfrentar todos los días hasta alcanzar la libertad. Sin ese esfuerzo no
tendremos recto pensar ni mucho menos rectas acciones. Nuestros pensamientos
estarán gobernados por esos yoes y por consecuencia nuestras acciones serán incorrectas,
manipuladas por esos demonios.
En otra parte, Krishna le dice a su alumno: -Atiende el
recto cumplimiento de la acción y no a la recompensa que de ella pudiera
derivarse. , pero no cedas tampoco a la inacción a que suelen abandonarse
quienes han perdido toda esperanza de recibir recompensa por sus actos. Porque
lo importante de la acción es que debe estar precedida por el pensamiento. Se
refiere obviamente a ese recto pensar, recto pensar que emana de las virtudes y
de amor.
Arjuna le hace otra pregunta a su maestro: -Pero dime
Krishna, ¿cómo se comporta el sabio de mente firme que permanece en la
contemplación? Krishna le responde: cuando un hombre se libra de los lazos del
deseo y halla satisfacción en su Ser alcanza la plena conciencia espiritual.
Sabio es quien ha desechado la cólera, el temor y el tedio y un hombre así no
se inmuta por los sucesos de la vida, ya sean favorables o adversos.
Cuando un hombre ha logrado vencer esos lazos del deseo, de
la tentación, nada le preocupa, no se identifica con nada y realiza sus
acciones sin esperar recompensas por el fruto de sus acciones, porque sabe que
todo lo que realiza lo hace viendo a Dios en quien sirve, amando a todo aquel
que le rodea, sirviendo a dios en todo lo que hace. Por ello le insiste a Arjuna: -Quien descubre su Ser interno no
sufre voluptuosidad ni le acosan las tentaciones y los deseos son para él como
niebla disipada en los rayos del sol. El que se abstiene puede, en algunas
ocasiones, verse acometido por un tumultuoso deseo que haga fracasar su
resolución, pero sabe que el verdadero ser es la única realidad, porque del
apego surge el deseo, del deseo la pasión, de la pasión la insensatez y de la
insensatez la apetencia.
Quien sabe que es un ser divino, una chispa de Dios ya no se
torna egoísta, arrogante y dueño de sí mismo
obra sin placer ni repugnancia, pensando solamente en el Ser. Para
Krishna no hay conocimiento posible quien no logra esta paz y cuando ésta
falta, no puede haber sabiduría. Sólo posee la sabiduría aquel que tiene los
sentidos abroquelados contra los objetos de la sensación; lo que para el vulgo
es luz, es tiniebla para el sabio. Y lo que al vulgo parece negro como la noche,
es la luz meridiana para el sabio. Logra la paz aquel cuyo corazón es como el
océano en cuyo lecho desaguan todos los ríos sin desbordarlo.
En conclusión, dice Krishna, los dos caminos: Con el recto
pensamiento y la recta acción se puede alcanzar la felicidad. No es posible
permanecer inactivo, pues las leyes naturales nos obligan constantemente a la
actividad mental u orgánica. La cuestión es saber de dónde provienen nuestros
pensamientos, del Ser o de los yoes. Por ello es digno de estima quien
concentra su pensamiento en la recta acción y cumple su misión en el mundo. La
acción vigoriza la mente y el cuerpo, prolonga y ennoblece la vida. Por el
contrario, la ociosidad debilita la mente y el cuerpo, acorta y degrada la
vida. Se refiere a esa acción que es derivada de pensamientos rectos, emanados
de las virtudes y el amor. Y esto se logra dejando en las manos del Supremo el
resultado de la acción y cumplir con los deberes, fijando la mente en el Ser.
La diferencia entre un mundano o ignorante y un sabio, es que el primero actúa
por el interés de la recompensa, el sabio trabaja por el bien de la humanidad y
no por el apego a los bienes materiales.
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