Paciencia y serenidad
Prócoro Hernández Oropeza
El que es paciente
muestra gran discernimiento; el que es agresivo muestra mucha insensatez.
Proverbios 14:29
Lo contrario del ego de la ira es la virtud de la paciencia
y la serenidad. Para encarnar esta virtud se requiere mucho entrenamiento de la
mente, bastante trabajo de auto observación y sobre todo no identificación con el insultador o con
quien nos ofende. Cuando alguien ha logrado desmilitarizar su mente entonces
optará por observar a quien le produce ira o a quien hace desencadenar una
emoción negativa conectada con la ira o enojo.
En otras ediciones hablamos del enojo interior. Ese enojo,
que está sobre todo en nuestro
subconsciente y del que no percibimos muy claramente. Se dispara, hace notar su
presencia cuando un sonido, una palabra, un gesto provoca una reacción
negativa, de resentimiento, enojo, ira. Estos estados también se quedan
grabados en nuestros cuerpos etéreos o sutiles y se avivarán cuando exista algo
o alguien que los cuque, como decimos en México o los provoque. En ciertas
ocasiones nos sentimos molestos, irritados pero no sabemos por qué. A qué se
debe ese enojo. O de repente vemos a una persona y su forma de vestir, caminar,
hablar nos provoca un cierto malestar o inclusive la vemos con ojos de
desprecio o hasta la enjuiciamos
internamente.
Cuando una persona encarna la virtud de la paciencia y la
serenidad es porque ha eliminado en parte o totalmente al ego de la ira, ha
eliminado sus cuerpos, raíces y sombras. Entonces podrá venir una persona y le
ofenda, le insulte hasta el cansancio y es posible que esta persona podrá
recibir esos insultos sin identificarse con ellos ni cayendo en la provocación;
sabe que esa persona iracunda sufre, está sufriendo y busca a alguien para
depositar su enojo.
Esa persona ha encarnado a la virtud de la paciencia y la
serenidad. Los poderes no se consiguen jugando. Esto es cuestión de muchísima
paciencia y serenidad. De acuerdo al diccionario, la paciencia es el valor que
nos hace como personas: tolerar, comprender, padecer y soportar los
contratiempos y las advertencias con fortaleza y por ende sin lamentos; esto es
posible porque uno aprende a actuar acorde a cada circunstancia, moderando las
palabras y la conducta en esos momentos.
Alguien que ha controlado el ego de la ira se torna paciente
y como dice la definición, puede soportar, padecer o tolerar cualquier
circunstancia, por adversa o negativa que esta sea. La paciencia es un rasgo de
carácter que nos permite pasar por situaciones caóticas sin derrumbarnos, sin
flaquear ni deprimirnos o enojarnos. El origen de la palabra paciencia la cual
viene de la raíz latina pati, significa
sufrir. De hecho el participio patiens se introdujo al castellano como paciente
(en los hospitales) o “el que sufre.” Es verdad, sufrimos cuando alguien nos
hiere con un insulto, pero en realidad quién es el que sufre. Es el ego el que
sufre. Cuando se ha eliminado al ego de la ira entonces ya no hay
identificación ni sufrimiento.
Comprendemos que todo lo que nos ocurre, inclusive la
presencia de un insultador, es algo que atraemos o tenemos que vivir. Pero la
diferencia es que si estamos conscientes o despiertos, tenemos la opción de
sufrir o simplemente observar cualquier acción o evento, por más negativo o
tremendo que sea, sin identificarnos con eso y sobre todo sin sufrir. Al no
hacerlo lo trascendemos en paz profunda, en calma o en paciencia. O lo que es
lo mismo, en amor. Porque la virtud es una emanación del amor, es producto del
amor, es un efluvio del corazón. De ese corazón donde está la fuente de la
sabiduría y el amor. Donde está nuestro mayor tesoro que es Dios. Nuestro Dios
interno o chispa divina.
Adquirir el don de la paciencia es convertirse en un
guerrero espiritual porque ha adquirido la cualidad de tolerar o soportar dolor
o dificultades sin quejas, sin resentimientos, sin sufrimiento. En Corintios
13:4-5 Jesús dijo: “El amor es paciente,
es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se
comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor.”
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