Las máscaras de la ira II


Prócoro Hernández Oropeza
Parte II
“En vuestra paciencia poseeréis vuestras almas “. - Lucas 21:19.  Biblia Casiodoro de Reyna, 1959
La ira pose muchas variantes o gradientes, algunas muy sutiles que no nos damos cuenta cómo operan en nosotros,  ya sea en la casa, ya sea en la calle, en el campo, en la escuela, en la fábrica, etc.  Esos defectos que llevamos escondidos afloran espontáneamente, y si estamos alertas y vigilantes, como el vigía en época de guerra, entonces los vemos; Defecto descubierto, debe ser comprendido íntegramente, en todos los niveles de la Mente. Pero como estamos dormidos no los percibimos y fácil o mecánicamente caemos en sus provocaciones.
Para saber cómo detonan estos defectos hay que estar alerta. Samael Aun Weor da un ejemplo: Si por ejemplo, pasamos por una escena de ira (supongamos), tendremos que comprender todo lo que sucedió. Imaginemos que tuvimos una pequeña riña; tal vez llegamos a un almacén, pedimos algo, el empleado nos trajo otra cosa que nosotros no habíamos pedido; entonces nos irritamos ligeramente:
– Señor, le decimos, pero si yo he pedido tal cosa y usted me está trayendo tal otra; ¿no se da cuenta usted que estoy atareado, no puedo perder mi tiempo?
: He ahí una pequeña riña, un pequeño disgusto; es obvio que necesitamos comprender qué fue lo que pasó… para darnos cuenta de esa pequeña manifestación del enojo, al llegar a casa, debemos concentrarnos, profundamente, en el hecho sucedido, y si ahondamos en los motivos profundos que nos hicieron actuar de esa forma y de esa manera, y regañar al empleado, o al mozo, porque no nos trajo lo que habíamos pedido, venimos a descubrir nuestra propia auto importancia, es decir, nos hemos venido a creer muy importantes. Obviamente, ha habido en nosotros, eso que se llama “engreimiento”, “orgullo”, “irritabilidad”… dos egos que son compadres o parientes: el ego del orgullo y el de la ira.
Aquí se ha presentado la impaciencia, otro rasgo del enojo, en conexión con otros como el engreimiento, otro Defecto; la auto importancia, sentirnos muy importantes, he ahí otro Defecto; el orgullo, sentirnos muy grandes y ver con desprecio al mozo que nos estaba sirviendo, todos estos motivos nos hicieron comportarnos en forma inarmónica.
Así qué un defecto como el enojo o ira no se presentan solos, vienen acompañados de un grupo de Yoes; cada uno debe ser comprendido, por separado, estudiado, analizado. En conclusión, la ira es un defecto de muchas y parte de su peligro está determinado por sus muchas máscaras y variadas apariencias; su peligro también radica en las transacciones que realiza con los otros agregados psicológicos. También resulta común ver que el que es iracundo ahora, más tarde se siente deprimido cuando el YO del amor propio toma control de la máquina humana porque se siente herido. O bien el que es iracundo ahora, más tarde tiene la necesidad de comer de forma desmedida porque el YO de la Gula ha tomado control de su maquinaria humana.
Así por el estilo vemos que cuando se retira el YO de la ira, entra en función otro YO que está determinado por aspectos de la personalidad y ese otro YO puede ser cualquiera – un YO de la ira que lastime un ser querido,  un YO de la lujuria que busque satisfacción morbosa, un YO de la envidia que chismorrea,  un YO del orgullo que haga ejercicios,  un YO de la codicia que se vaya de compras para “aliviar el estrés”… la lista es prácticamente interminable.
Sostiene Samael Aun Weor que para eliminar este defecto debemos comenzar con la observación, por lo que resulta enteramente necesario estar pendientes a las señales que llegan a través de los sentidos del cuerpo físico cuando la ira está presente. Sin embargo, la ira libera en nosotros   una sustancia sutil de tipo esotérico llamada IMPERIL, que resulta ser dañina para el vehículo físico y todos la podemos sentir,  pero cuando la sentimos fluyendo, nos precipitamos a la ira en vez de tomar la acción necesaria para observarnos y comprender el defecto en sí mismo. El imperil desata la liberación de la adrenalina y con ella una cascada de reacciones a nivel del cuerpo físico, más las funciones primitivas del centro instintivo, que buscan satisfacer el principio de la supervivencia.
Ahora podemos comprender por qué el YO de la ira nos invita a la crueldad y a la batalla contra otros; pues en su ignorancia considera que es solamente a través de causar dolor,  sufrimiento y miedo, como puede garantizar su propia supervivencia. Resulta necesario el observar las sensaciones del cuerpo al momento de la llegada de la Ira.


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