Las máscaras de la ira II
Prócoro Hernández Oropeza
Parte II
La ira pose muchas variantes o gradientes, algunas muy
sutiles que no nos damos cuenta cómo operan en nosotros, ya sea en la casa, ya sea en la calle, en el
campo, en la escuela, en la fábrica, etc.
Esos defectos que llevamos escondidos afloran espontáneamente, y si
estamos alertas y vigilantes, como el vigía en época de guerra, entonces los
vemos; Defecto descubierto, debe ser comprendido íntegramente, en todos los
niveles de la Mente. Pero como estamos dormidos no los percibimos y fácil o
mecánicamente caemos en sus provocaciones.
Para saber cómo detonan estos defectos hay que estar alerta.
Samael Aun Weor da un ejemplo: Si por ejemplo, pasamos por una escena de ira
(supongamos), tendremos que comprender todo lo que sucedió. Imaginemos que
tuvimos una pequeña riña; tal vez llegamos a un almacén, pedimos algo, el
empleado nos trajo otra cosa que nosotros no habíamos pedido; entonces nos
irritamos ligeramente:
– Señor, le decimos, pero si yo he pedido tal cosa y usted
me está trayendo tal otra; ¿no se da cuenta usted que estoy atareado, no puedo
perder mi tiempo?
: He ahí una pequeña riña, un pequeño disgusto; es obvio que
necesitamos comprender qué fue lo que pasó… para darnos cuenta de esa pequeña
manifestación del enojo, al llegar a casa, debemos concentrarnos,
profundamente, en el hecho sucedido, y si ahondamos en los motivos profundos
que nos hicieron actuar de esa forma y de esa manera, y regañar al empleado, o
al mozo, porque no nos trajo lo que habíamos pedido, venimos a descubrir
nuestra propia auto importancia, es decir, nos hemos venido a creer muy
importantes. Obviamente, ha habido en nosotros, eso que se llama
“engreimiento”, “orgullo”, “irritabilidad”… dos egos que son compadres o
parientes: el ego del orgullo y el de la ira.
Aquí se ha presentado la impaciencia, otro rasgo del enojo,
en conexión con otros como el engreimiento, otro Defecto; la auto importancia,
sentirnos muy importantes, he ahí otro Defecto; el orgullo, sentirnos muy
grandes y ver con desprecio al mozo que nos estaba sirviendo, todos estos
motivos nos hicieron comportarnos en forma inarmónica.
Así qué un defecto como el enojo o ira no se presentan
solos, vienen acompañados de un grupo de Yoes; cada uno debe ser comprendido,
por separado, estudiado, analizado. En conclusión, la ira es un defecto de
muchas y parte de su peligro está determinado por sus muchas máscaras y
variadas apariencias; su peligro también radica en las transacciones que
realiza con los otros agregados psicológicos. También resulta común ver que el
que es iracundo ahora, más tarde se siente deprimido cuando el YO del amor
propio toma control de la máquina humana porque se siente herido. O bien el que
es iracundo ahora, más tarde tiene la necesidad de comer de forma desmedida
porque el YO de la Gula ha tomado control de su maquinaria humana.
Así por el estilo vemos que cuando se retira el YO de la
ira, entra en función otro YO que está determinado por aspectos de la
personalidad y ese otro YO puede ser cualquiera – un YO de la ira que lastime
un ser querido, un YO de la lujuria que
busque satisfacción morbosa, un YO de la envidia que chismorrea, un YO del orgullo que haga ejercicios, un YO de la codicia que se vaya de compras
para “aliviar el estrés”… la lista es prácticamente interminable.
Sostiene Samael Aun Weor que para eliminar este defecto
debemos comenzar con la observación, por lo que resulta enteramente necesario
estar pendientes a las señales que llegan a través de los sentidos del cuerpo
físico cuando la ira está presente. Sin embargo, la ira libera en nosotros una sustancia sutil de tipo esotérico
llamada IMPERIL, que resulta ser dañina para el vehículo físico y todos la
podemos sentir, pero cuando la sentimos
fluyendo, nos precipitamos a la ira en vez de tomar la acción necesaria para
observarnos y comprender el defecto en sí mismo. El imperil desata la
liberación de la adrenalina y con ella una cascada de reacciones a nivel del
cuerpo físico, más las funciones primitivas del centro instintivo, que buscan
satisfacer el principio de la supervivencia.
Ahora podemos comprender por qué el YO de la ira nos invita
a la crueldad y a la batalla contra otros; pues en su ignorancia considera que
es solamente a través de causar dolor,
sufrimiento y miedo, como puede garantizar su propia supervivencia. Resulta
necesario el observar las sensaciones del cuerpo al momento de la llegada de la
Ira.
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