El vino nuevo


Prócoro Hernández Oropeza
Cuando Jesús habló del vino nuevo, se refería a la nueva enseñanza, el nuevo conocimiento y para que este conocimiento floreciera se requería un odre nuevo. –Nadie corta un trozo de un vestido nuevo para arreglar un vestido viejo. De hacerlo así, echará a perder el vestido nuevo; además el trozo nuevo no quedará bien en el vestido viejo. Ni tampoco se echa vino nuevo en odres viejos, porque el vino nuevo hace que los odres revienten, y tanto el vino como los odres se pierden. Por eso hay que echar el vino nuevo en odres nuevos. Marcos 2.22.
Significa que los grandes maestros han venido a mostrarnos el camino a través de metáforas, cátedras, de profecías o mensajes, pero aun así no cambiamos nuestra forma de pensar, ni de actuar. El recipiente viejo o el odre viejo es la mente, son los pensamientos tóxicos, las emociones negativas; es una mente decrépita llena de hábitos viejos, regida por costumbres, creencias y dogmas. Grandes obstáculos son los que nos impiden comprender a esos mensajeros, a beber de sus mensajes con el éxtasis del paladar de la sabiduría.
La parábola habla de la relación entre las enseñanzas de Jesús y el judaísmo tradicional. Recuérdese que los fariseos constantemente provocaban a Jesús y le exigían respuestas comprometedoras, a los que Jesús les respondía con parábolas maravillosas que sus detractores difícilmente comprendían. En este caso, Jesús les muestra su nuevo sendero, en contra de las viejas costumbres de los fariseos y sus escribas
Pero no sólo Jesús fue criticado por sus enseñanzas, por la dialéctica novedosa de sus mensajes, muchos otros mensajeros también fueron objeto de vituperios y maledicencias. La cuestión es que con ello cuestionaban el estado de confort en que vivían los sacerdotes, los dirigentes y en general la gente de la época. Tristemente, nosotros muchas veces nos comportamos con un odre viejo. Queremos experimentar cosas buenas y positivas, pero no estamos dispuestos a tratar y/o considerar cosas nuevas que nos ayuden a mejorar. Queremos que nuestras circunstancias cambien, pero no estamos dispuestos a hacer lo necesario para que estos cambios ocurran.
En el campo espiritual no realizamos ningún trabajo espiritual que nos ayude a comprender nuestra mismidad, nuestra verdadera identidad, descubrir quiénes somos y a qué venimos. Deseamos que ocurran milagros en nuestra vida, que alcancemos la paz y la armonía, pero no practicamos meditación, oración, devoción, servicio a la humanidad. Los milagros, los cambios no llegan por casualidad.
Si queremos despertar conciencia de verdad tenemos que despertar, pero antes, saber que estamos dormidos, que somos ignorantes. Para ello debemos salir del sueño hipnótico, cuestionar nuestros hábitos mentales, nuestra forma de razonar, nuestras costumbres adquiridas por herencia y por la familia. Estar despierto significa estar consciente, en consciencia plena. La consciencia se puede comparar a un rayo de luz que se puede dirigir hacia una parte u otra, por tanto debemos aprender a colocar la conciencia  donde debe ser colocada. Si estoy trabajando en este momento ahí debe estar, estoy en la playa o en la escuela, ella debe estar ahí despierta, presente.
Por tanto necesitamos hacernos dueños de nuestra propia consciencia, aprender a ponerla en un lugar y aprender a quitarla. Afirma el maestro Samael Aun Weor que es maravilloso cuando verdaderamente cambiamos nuestra forma de pensar, porque entonces y sólo entonces trabajaremos para el despertar de la conciencia, y sólo entonces se hará un trabajo serio para alcanzar la felicidad y posiblemente la iluminación.

Vivimos en un mundo doloroso, todos estamos llenos de sufrimiento; la felicidad no existe en este mundo. Es imposible, mientras haya ego tiene que haber dolor; mientras continuemos con nuestra forma rancia de pensar, no podremos ser dichosos; mientras seamos víctimas de las emociones negativas, cualquier género de felicidad se hace imposible. Tenemos que cambiar de odre, una mente nueva para que reciba las primicias del cambio verdadero.

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