Perdona, olvida y ama
Prócoro Hernández Oropeza
Continuamente nos vemos inmersos en conflictos,
desavenencias, controversias, ofensas, injurias, malos momentos con algunos de
nuestros semejantes. Para muchos esos momentos son de sufrimiento, de angustia,
miedo, enojo, rencor, envidia y como no nos han entrenado para enfrentarlos con
el tiempo los seguimos cargando. Cuando un maestro ha adquirido el dominio de
su mente, de sus emociones los trasciende sin identificarse, los suelta, los
deja fluir y esos momentos se van sin dejar huella.
Un maestro decía que las palabras hirientes con el silencio nacen
flores. Buda, luego de que un tipo lo injurió hasta el cansancio, él
simplemente aguardó en silencio hasta que ese ofensor se cansó. Cuando se alejó
sus discípulos le dijeron: pero maestro por qué no contestaste a tanta sarta de
mentiras y ofensas de ese agresor, a lo que Buda respondió: -Simplemente no
quise responder, porque de haberlo hecho habría recibido su regalo.
En muchos casos es mejor el silencio. Un silencio que
implica fuerza y voluntad para no caer en manos de los egos propios que nos
incitan a responder al agresor, atacar, repeler, insultar. Han logrado la
maestría para controlar esa mente infestada por los agregados psicológicos y
con sabiduría enfrentan cualquier situación, por escabrosa que sea.
Ayer me contaba un
amigo que su nueva jefa llegó pero no tuvo la sensibilidad de
presentarse y prácticamente ignoraba a su personal, tenía escasa comunicación y
por más de un mes, por carecer de personal, estos empleados de un hotel no
habían descansado. Un día se presentó un alto directivo al sitio donde trabaja
mi amigo y le preguntó cómo se sentían, qué les hacía falta. Sólo le informó de
dos máquinas que requerían reparación; eso ya se lo habían comunicado a su
nueva jefa. El Directivo le preguntó si tenía un día libre para que le diera
unas clases de gimnasio, el amigo le dijo que por el momento no tenía descanso.
Sorprendido le preguntó el directivo el motivo y desde cuándo no descansaba, le
dijo que desde hacía un mes.
Dos días después la jefa contrató a dos personas para
otorgar el descanso y mandó llamar a mi amigo y le dijo que le daba dos días de
descanso, pero que ya no se presentara a trabajar porque no lo quería más en su
departamento. Para resumir, el amigo tuvo que buscar al directivo, a quien le
contó lo que sucedía, este le pidió no se preocupara e iba a llamar al jefe de
personal. Y a pesar de la oposición de su jefa, el jefe de personal lo
reinstaló y sólo le pidió cambiara su actitud.
Luego que me contó su historia, el amigo traía un fuerte resentimiento
contra su jefa, pues no había dado ningún motivo y de las acusaciones que le
hacía eran falsas.
Qué hacer ante eventos de esa naturaleza. El amigo traía un
fuerte resentimiento contra su jefa y se puede decir que es “natural” reaccionar así por el hecho de que intentó
correrlo simplemente porque era una persona
con la que no compaginaba. Obviamente no compaginaba con sus egos. Este
amigo tiene que cambiar su forma de pensar, dejar ese resentimiento y buscar la
armonía. Primero la armonía interna, poner en paz esa mente contaminada que le
recuerda la maldad que quiso jugarle su jefa. Dejar atrás el pasado, recordar
que el pasado es historia y lo que se tiene ahora es el presente, disfrutar el
presente, perdonar, olvidar y amar. Esas tres palabras salieron de la boca del
amigo cuando le pregunté acerca de la lección que había aprendido de este
juego. Para sanar una relación, lo primero a realizar es perdonar, no importa
el daño que hizo o intentó hacer su jefa, olvidar lo que sucedió y amar, amar a
esa persona con el corazón, percibiendo que en su interior existe una chispa
divina, aunque exteriormente se manifiesten sus demonios. El poder del amor es
la medicina más fuerte para romper cualquier barrera. El amor está contenido en
nosotros y si no expresamos el amor vamos a manifestar al ego, la maldad, la
mentira, el antiamor y el sufrimiento. Perdonar, olvidar y amar.
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