Los misterios del agua
Prócoro Hernández Oropeza
Hoy escuché una canción y me llamó la atención un verso que
decía, algo así: La gente espera que venga la lluvia para que lave las calles
de la ciudad. El agua es uno de los
cinco elementos fundamentales para la vida de todos los seres en el planeta, lo
es como son los otros elementos: agua, tierra, fuego y éter. Sin el agua nada
existiría y nosotros, nuestro cuerpo posee un 75 por ciento de agua.
Y es verdad que el agua limpia, purifica, otorga vida y en
todas las culturas, sobre todo ancestrales le rendían culto y personificaban
una deidad dedicada a este elemento. Entre los hindúes Varuna, en los aztecas
Tláloc, en los romanos está Neptuno, Aegir en la mitología celta, Poseidón
entre los griegos, en fin y cada cultura le rendía culto por ser el proveedor
del agua, la lluvia y con ello la vida en toda la creación.
Cuando las sociedades primitivas vivían fundamentalmente de
la agricultura, estas deidades eran de suma importancia para su manutención y
aún quedan memorias y se realizan rituales a deidades o santos que tienen que
ver con el elemento agua. En México, en aquellas comunidades dedicadas a la
producción agrícola, pero que dependen absolutamente de las temporadas de
lluvia, realizan sendos rituales a patronos o santos que son dadores de este
elemento. Un santo al que veneran es a San isidro el Labrador. Cuando las
lluvias escasean y los campos han sido sembrados, los campesinos sacan a este
santo y lo pasean por entre sus parcelas y celebran misa.
Es increíble como la lluvia, el agua transforma nuestro
entorno. Aquí en Vallarta, con las primeras lluvias, las montañas cambian
rápidamente de ropaje y el color verde con múltiples matices transforma su
fisonomía y se ven increíbles, majestuosas. Y nosotros, citadinos que
aparentemente ya no necesitamos orar o hacer rituales a estas deidades, en el
fondo nos preocupamos por este vital líquido. Si no llueve nos irritamos o
inquietamos porque el calor nos agobia. Y si un día escasea el agua o cortan el
agua, nos sentimos incompletos, inseguros. Más si no tenemos agua para bañar
nuestro cuerpo o para calmar la sed. Y cuando las lluvias son abundantes vienen
las preocupaciones por los danos que pueda causar tanta agua. Las crecidas de
ríos, el desgaje de cerros, las goteras en los techos y más cuando se anuncia
la llegada de una tormenta o ciclón.
A través de los años hemos visto cuánto daño han causado
estos huracanes en diversos países. Los científicos aducen que con el
incremento del calentamiento global, los huracanes, vientos, marejadas, tornados
serán cada vez violentos. De acuerdo a
estudios recientes, durante la última década, el número sin precedente de
huracanes y tormentas tropicales que se han formado en el Atlántico norte se
debe directamente al incremento de la temperatura provocado por el
calentamiento global. Hoy en día se forma aproximadamente el doble de huracanes
en el Atlántico que hace un siglo. De acuerdo a un estudio realizado por científicos
del Centro Nacional de Investigación Atmosférica, en Boulder, Colorado (Estados
Unidos), el incremento de huracanes se debe a la elevación de las temperaturas
de la superficie marina causada por los gases de efecto invernadero.
El agua, la lluvia puede limpiar nuestras calles, pero
también llenarlas de agua, lodo, piedras, derrumbar casas, puentes, montanas.
Será como dice el japonés Masuro Emoto que este elemento es sensible a nuestras
percepciones, a nuestra psique. Según sus apreciaciones y experimentos, si
nuestros pensamientos y emociones son de miedo, sufrimiento, violencia, eso es
retomado por este elemento y por lo tanto se reflejará en tsunamis, huracanes,
rayos, tornados. Es decir, con nuestros pensamientos negativos, que son
energía, se proyecta en el cielo, en los elementos y por tanto se proyectan
esos fenómenos meteorológicos. Si afecta el calentamiento global, pero también
la energía que enviamos al universo con nuestros pensamientos y emociones.
Emoto desarrolló su teoría de que la intención podía afectar las moléculas de
agua. En sus experimentos con moléculas de agua se generaban impresionantes
imágenes de formas mandálicas y fractales que adopta el agua cuando se le
expone a palabras como "amor" o "belleza" o cuando se toca
música de Mozart. Emoto decía: "El agua es el espejo que tiene la
habilidad de mostrarnos lo que no podemos ver. Es un modelo de nuestra
realidad, que podemos cambiar con un solo pensamiento positivo. Sólo se
necesita fe, estar abierto". Los llamados científicos le han
descalificado, así como descalifican que el vino de consagrar, luego de que el
sacerdote ha impuesto las manos sobre el pan y el vino, tengan un efecto
benéfico para quienes participan de ese ritual en una ceremonia religiosa. Para
los intelectuales, esto no es válido. Charles Webster Leadbeater, un influyente
miembro de la Sociedad Teosófica, autor de libros de Teosofía y vidente, al
entrar a una iglesia donde el sacerdote estaba consagrando el pan y el vino, en
ese instante vio cuando un rayo dorado bajaba del cielo y cubría el altar, a
toda la feligresía y esa ola dorada se extendía más lejos, incluso pudo
percibir como tocaba a un pescador que se encontraba a cinco kilómetros. Son
misterios que sólo se perciben con otros sentidos, otros paradigmas.
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