La poesía y la tragedia humana


Prócoro Hernández Oropeza

Ver las terribles imágenes, devastadores, cruentas y sombrías que han dejado los dos terremotos que ocurrieron recientemente en nuestro país, nos provoca dolor, compasión, aflicción y pensamientos encontrados. Cómo describir el dolor de los que cayeron abatidos por los muros de una ciudad o de pueblos con mucha historia; cómo consolar a todas aquellas familias que han perdido un familiar o se quedaron sin casa, sin sus pertenencias, una historia cortada por un retorcijón de la madre tierra.
Qué lecciones hemos de aprender de estos acontecimientos funestos. Son ciclos naturales o es producto de nuestra desidia, de nuestra voracidad, de nuestra inconsciencia acerca de cómo estamos ultrajando los recursos naturales. Los poetas saben expresar con sus versos estas tragedias, ese dolor, esas infamias de la naturaleza. Aquí les dejo un fragmento del poema Declaración de odio del poeta Efraín Huerta:

DECLARACIÓN DE ODIO
Efraín Huerta

Estar simplemente como delgada carne ya sin piel,
como huesos y aire cabalgando en el alba,
como un pequeño y mustio tiempo
duradero entre penas y esperanzas perfectas.
Estar vilmente atado por absurdas cadenas
y escuchar con el viento los penetrantes gritos
que brotan del océano:
agonizantes pájaros cayendo en la cubierta
de los barcos oscuros y eternamente bellos,
o sobre largas playas ensordecidas, ciegas
de tanta fina espuma como miles de orquídeas.
Porque, ¡qué alto mar, sucio y maravilloso!
Hay olas como árboles difuntos,
hay una rara calma y una fresca dulzura,
hay horas grises, blancas y amarillas.

Si, estar vilmente atados por absurdas cadenas de odio, corrupción y violencia. ¿Acaso estos acontecimientos no son karmas que nos llegan, consecuencias de nuestros errores del pasado? Acción y consecuencia, karmas colectivos, lecciones que debemos aprender. Y hay muchas lecciones. Hemos visto como los ciudadanos se han volcado en masa a tratar de rescatar personas atrapadas en los edificios caídos, otros llevando herramientas, agua, alimentos. La solidaridad humana sin límites, sin mezquindad, es el amor manifestado e incondicional.
Otro poema, escrito por otro gran poeta, vivo aún, Efraín Bartolomé, La luz Quebrada, describe con claridad meridiana estos sucesos, que parecieran apocalípticos.

LA LUZ QUEBRADA
Efraín Bartolomé.

Contra los terremotos y su furia sin freno ni mesura
esta palabra humana medida condensada:
escribo en México bajo la luz espesa de septiembre
en días de polvo junto a edificios como árboles tronchados
Dice mi hijo que la ciudad
es una tela deshilachada por la garra de un tigre
Un castillo de arena bajo la mano torpe de Dios
Pero el escombro sangra
y la luz yace sobre los edificios.
*
Toda la mañana
toda la tarde
todo el día:
la angustia bordó desde mi abdomen
su telaraña oscura.
Abro los brazos
con el ademán largo de aquel que quiere apretar contra su pecho
un cementerio en ruinas.
*
Uno dos tres cuatro:
los días se arrastran
bajo la luz quebrada.
*
Un pesado castillo de concreto
se cubrió con la piel de un niño de dos años.
Un pedazo de muro tuvo cabello de mujer.
De la argamasa rota
salían los últimos minutos atrapados
reptando:
hubo que exterminarlos
con cal.
*
Todos
entre dientes
conjugamos la palabra sufrir.
(De Ciudad bajo el relámpago, Parentalia ediciones, Colección Fervores, México, 2010)

Si, a través de los medios de comunicación hemos sido testigos de cómo pasan las horas, los minutos y cientos de hombres y mujeres buscan entre los escombros, resquicios de vida, almas que posiblemente ya abandonaron su cuerpo y sólo encontrarán sus trajes, sus billeteras, una cara con los ojos vacío.  En el siguiente poema del escritor Vicente Alexandre describe esa parte de la separación del cuerpo y el alma.

El cuerpo y el alma
Vicente Alexandre

Pero es más triste todavía, mucho más triste.
Triste como la rama que deja caer su fruto para nadie.
Más triste, más. Como ese vaho
que de la tierra exhala después la pulpa muerta.
Como esa mano que del cuerpo tendido
se eleva y quiere solamente acariciar las luces,
la sonrisa doliente, la noche aterciopelada y muda.
Luz de la noche sobre el cuerpo tendido sin alma.
Alma fuera, alma fuera del cuerpo, planeando
tan delicadamente sobre la triste forma abandonada.
Alma de niebla dulce, suspendida
sobre su ayer amante, cuerpo inerme
que pálido se enfría con las nocturnas horas
y queda quieto, solo, dulcemente vacío.

Alma de amor que vela y se separa

vacilando, y al fin se aleja tiernamente fría.

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