De sorpresas y terremotos
Prócoro Hernández Oropeza
Al Doctor Armando
Soltero
Dos grandes sorpresas cayeron ayer como agua fría. Primero
la noticia de la muerte del doctor Armando Soltero, un hombre que hizo huella
en esta ciudad y segundo, un nuevo terremoto en la ciudad de México y estados
aledaños. Todo en un solo día y lo más curiosos que este temblor, de 7.1
grados, aconteció justo el mismo día que ocurrió el de hace 32 años.
Cuando sucedió ese temblor me encontraba en la ciudad de
México. Me había inscrito en un curso de fotografía en la Universidad Autónoma
Metropolitana. Presencié los dos temblores y las sensaciones que se viven en el
instante en que ocurren son terroríficas. Las paredes crujen, las casas se
mueven, gritos y esos resplandores azules en el cielo. El pánico crece cuando
nos enteramos por las noticias de todos los terribles danos que ocasionó, de
los muertos, de edificios donde en algún momento coincidí o estuve de paso.
Recuerdo un hotel, cuyo nombre no recuerdo ahora, estaba muy pegado a la Alameda, fui
huésped en alguna ocasión. Este se derrumbó por completo; muchos muertos. Otro
restaurante frente a la torre Latinoamericana, al que solía ir a tomar un café
con sus flautas, también se derrumbó y al instante me vinieron las imágenes de
los meseros y meseras que en mis visitas me brindaron atención y buen servicio.
Como hace 32 anos, nuevamente vimos imágenes grotescas, edificios caídos,
miedo y sobre todo mucha gente que se acomedía en auxiliar a quienes se
encontraban bajos los escombros. De los otros estados sabemos poco, pero
también debe haber muchos danos y tragedias.
Y en esta ciudad conmocionó el deceso repentino del doctor
Armando Soltero, quien actualmente fungía como regidor. Lo conocí cuando vino
abrir brecha en el campo educativo superior. La primera vez nos vino a anunciar
la apertura de un centro universitario, cosa que muchos no creíamos. Pero
Armando Soltero abrió puertas, movió barreras y finalmente logró la
construcción de lo que hoy se conoce como el Centro Universitario de la Costa.
Y no fue cualquier centro, un gran campo universitario con instalaciones
modernas, pero también con una infraestructura de primer nivel que antes sólo
se presumía en las universidades privadas.
Cuando terminó su mandato decidió quedarse en Puerto
Vallarta y tomó la dirección de lo que antes era la Preparatoria Ignacio
Jacobo. Una prepa muy limitada, con un edificio contrastante y nada digno de
una verdadera escuela de Bachiller. Con el paso del tiempo, el Doctor Armando
proyectó un nuevo edificio y poco después se convirtió en realidad. Una
preparatoria muy moderna, con alberca semiolímpica, salones con aire
acondicionado y tecnología educativa de vanguardia.
Siendo rector y luego director de la prepa, solíamos ir a
desayunar y en esas tertulias contaba sus proyectos, sus ideales y su misión.
Aunque en política solía ser movedizo, eso no le restó los méritos y sobre todo
su gran legado: un centro universitario de primera calidad y una escuela
preparatoria que no se queda atrás. Tenía ese don de servicio y de liderazgo.
Sus alumnos lo apreciaban y le acompañaban en cada proyecto al que se comprometía,
entre otros el de abrir campamentos para el resguardo de las crías de tortugas,
los famosos campamentos tortugueros. O comprar telescopios para que los alumnos
pudiesen admirar las estrellas, el vasto universo en que nos encontramos. Seguro que como regidor de cultura ha de
haber dejado muchos proyectos en la mesa y solo nos resta despedirlo, no con un
minuto de silencio, sino desearle un descanso profundo y un reencuentro con su
mismidad y con su Ser.
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