La necesidad de un maestro V, Swami Sivananda
Parte 1.
“El mensaje de vida
espiritual de Swami Sivananda ji está inspirando a miles de personas en todo el
mundo. Verdaderamente necesitamos esas buenas obra”. Mahatma Gandhi.
La India ha sido un país muy prolífico en el nacimiento de
grandes maestros, Rishis o Gurus. Ahí encarnó Dios en Rama, Krishna y en tantos
sabios más como Guru Nanak, Buda, Gandhi y Swami Sivananda por citar algunos.
Todos ellos han legado grandes mensajes o libros de sabiduría, verdaderos mapas
para el retorno a casa. Uno de ellos Swami Sivananda, en su biografía narra
cómo llegó Dios a su vida. Sobre esto dijo que sería sencillo responder la
pregunta diciendo: “Sí, después de un período prolongado de intensas
austeridades y meditaciones, y mientras estaba viviendo en el Swaragashram,
cuando tuve la Darshan (visión divina) y las bendiciones de muchos Maharishis
(grandes sabios), entonces se me presentó el Señor en la forma de Sri Krishna”.
Más esa no sería toda la verdad, ni siquiera una respuesta suficiente para una
pregunta referida a Dios, quien es infinito, ilimitado y está más allá del
alcance del lenguaje y de la mente humana.
Para Sivananda el estado de Consciencia Cósmica no es un
accidente, o una cuestión de suerte. Es la cima, a la que se accede por una
senda espinosa, que tiene peldaños; peldaños resbaladizos. Y eso lo afirman
todos los grandes sabios: el camino espiritual es difícil y quienes caminan por
este sendero van en el filo de la navaja o por el sendero estrecho, pero
directo a Dios y se encuentran en el camino grandes pruebas iniciáticas.
Sivananda aduce que él subió los escalones de su auto
realización, uno por uno, fue un camino duro; pero, en cada nivel, experimentó
a Dios llegando a su vida y levantándole con facilidad hasta el nuevo peldaño.
“A mi padre le gustaban las ceremonias devocionales, en las que era muy
regular. Para mi mente de niño, Dios era la imagen que él adoraba; y me
encantaba ayudarlo en sus actos piadosos, llevándole flores y otros objetos
devocionales. La profunda satisfacción interior que él y yo obteníamos de tal
adoración, instauró en mi corazón una convicción fuerte, que Dios estaba en
tales imágenes, que eran adoradas con reverencia por Sus devotos. Así fue como
Dios llegó por primera vez a mi vida y como colocó mis pies en el primer
peldaño de la escalera espiritual. Ya crecido me gustaba la gimnasia y los
ejercicios vigorosos. Aprendí esgrima de un instructor que pertenecía a una
casta baja.”
En esa época, (Sivananda nació el 8 de septiembre de 1887,
en el seno de una ilustre familia de la religión Tamil Nadu, en el sur de la
India), el sistema de castas predominaba y él había nacido en la clase alta
llamada de los brahmanes. Como su
instructor era un Harijan, de casta baja, sólo asistió a pocas clases. Por su
cultura y educación pensaba que no era propio –para alguien perteneciente a la
casta Brahmín– ser el alumno de un intocable. Esto le llevó a reflexionar y a
trascender un peldaño. “En determinado momento, sentí que el Dios al que
adoraba en la imagen que había en el cuarto de oración de mi padre (la capilla
familiar), había saltado hasta el corazón de este intocable. Lo consideré
entonces mi Guru. Así que fui de inmediato a verlo con flores, dulces y ropas, le
puse una guirnalda, coloqué flores a sus pies y me postré ante él. De este
modo, Dios llegó a mi vida para quitar el velo de la distinción de las castas.”
Este fue un valioso paso porque quitó el velo de la ilusión
de la distinción de castas, comprendiendo que esa era una falsa premisa. Todos
los hombres son igual a los ojos de Dios. Luego estudió medicina y lo mismo
atendía a pobres que a ricos; su pasión era servir a la humanidad como si
estuviera sirviendo a Dios. En esa profesión en Malasia, Dios llegó a él en la
forma del enfermo. Entonces comprendió que: “Las personas están enfermas,
física y mentalmente. Para unos, la vida es una muerte permanente; y para
otros, la muerte es mejor recibida que la vida; algunos incluso invitan a la
muerte y se suicidan, incapaces de enfrentar la vida. Dentro de mí creció la
esperanza de que si Dios no había hecho este mundo sólo como un infierno, donde
las personas malvadas eran arrojadas para sufrir, y que si (como sentía
intuitivamente que debía ser) había algo más que esta miseria y esta existencia
indefensa, entonces eso debía conocerse bien y experimentarse por todos. Fue en
este punto crucial de mi vida cuando Dios vino a mí como un monje mendicante
que me dio mi primera lección de Vedanta.” De Malasia se fue al Himalaya donde Dios
llegó a él en la forma de un anhelo –que lo consumía todo– por experimentarlo a
Él como el Ser de todo. (Continuará)
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