La necesidad del maestro


Prócoro Hernández Oropeza

Cuando una persona emprende un camino espiritual requiere conocer un maestro que lo guíe en estas y otras dimensiones. Un maestro, al que los hindúes llaman Guru. Recordemos que hemos venido a vivir múltiples vidas, no sabemos cuántas y el objetivo del retorno es despertar, tomar conciencia de quiénes somos realmente. Es posible que en otras vidas hemos pertenecido a un linaje de maestros y por nuestros múltiples errores hemos caído y entramos en una fase de adormecimiento profundo, tan profundo que olvidamos a qué venimos a este planeta y con este cuerpo.
Cada linaje posee un conjunto de maestros que trabajan en otras realidades para ayudar a la humanidad a despertar, tomar conciencia de su verdadera identidad y conocer el mapa de retorno al hogar. Algunos de esos maestros, avatares o grandes sabios o Guru llegaron y nos legaron muchos conocimientos, libros de sabiduría donde se encuentran los mapas para ese retorno.
Buda por ejemplo, luego de una larga búsqueda encontró el sendero de la iluminación. Buda señaló el camino de muchas maneras: enseñó métodos para el desarrollo de la conciencia humana, usó conceptos para acercarnos la visión de la existencia que Él había realizado, usó metáforas, mitos, símbolos y por supuesto dejó su ejemplo. Lo mismo hizo Jesús y otros grandes sabios, pero los hemos olvidado y ahora no entendemos su lenguaje ni su enseñanza.

Entre los símbolos que usó Buda para mostrar su camino habló de la Rueda de la Vida, el Buda y el Camino. La Rueda de la Vida es un símbolo que muestra la vida, pero la vida ordinaria en la que la mayoría vive, funcionando como lo hace una rueda: gira y gira. Es cierto que las cosas pueden ir bien y estar arriba, pero no es menos cierto que la propia naturaleza de la rueda y su continuo girar nos llevara a caer hacia las profundidades.
En el eje de la rueda hay representados tres animales: un cerdo, un gallo y una víbora. El primero representa nuestra ceguera sobre la existencia (el cerdo que tiene las orejas cubriendo sus ojos y el morro clavado en su comida, es decir no ve más allá de sus narices). Nos impone dos actitudes que son dos caras de la misma moneda. El cerdo tiene comida, está con el hocico clavado en su alimento y protestando porque no puede ver más allá de su entorno, las orejas no se lo permiten, es decir, su ignorancia.
El segundo es el gallo, que representa la avidez (el gallo picoteando sin tregua) ciegamente. Creemos que si conseguimos esto, o aquello o aquello otro, entonces todo estará bien. No sabemos qué queremos y como vivimos en la ignorancia buscamos ávidamente cosas, expectativas, todas de carácter material que nos den satisfacción; eso nunca ocurrirá. En el plano espiritual picamos aquí y allá y acullá y nada nos llena; saltamos de una corriente o religión a otra y en ninguna encontramos nuestro maestro, nuestro guía, mucho menos a Dios.
La víbora representa el Odio. ¡Si esto desapareciera, si esta persona cambiara! ¡No puedo soportar que me pase esto! etc. Nos apegamos a las personas o a las cosas o bien queremos cambiar al mundo, a las personas, o a la vida, pero nunca nos ponemos a pensar que eso jamás podremos cambiarlo, si antes no cambiamos nosotros. Por lo mismo vivimos resentidos, lastimados, heridos, sobajados, pensando que el origen de nuestras desgracias o problemas provienen de las personas ajenas o de los eventos exteriores.
En este símbolo de la rueda Buda nos indica que no es en la vida mundana en donde podremos satisfacer las necesidades de nuestro corazón o espíritu y que es impulsados por nuestra ceguera, por nuestros deseos neuróticos y por nuestros rechazos u odios que damos lugar a un nivel de existencia que solo gira y gira y nos sentimos atrapados, ultrajados, engañados y en sufrimiento constante.
En cuanto al símbolo del Buda, el Buda sentado en la posición del loto, bajo un hermoso árbol, irradiando luz, con una expresión de profunda serenidad y en sus labios una sutil sonrisa. Este muestra con sorprendente despliegue de simbología, belleza, amplitud y profundidad la dimensión de la mente iluminada. De una persona que ha logrado trascender el mundo ordinario, la ignorancia y se ha iluminado. Este simboliza nuestro potencial que solo es posible desplegarlo mediante un profundo trabajo interior de auto realización.
Por último está el Camino. El símbolo del Camino de desarrollo espiritual que nos lleva desde la rueda al Buda es  la visión perfecta, una visión de nuestro estado real actual de encadenamiento a la existencia mundana. Luego está la visión de nuestro potencial de iluminación representado por el Buda. Finalmente, está la visión del camino que nos lleva a la liberación; liberación de nuestros demonios internos, de nuestros miedos y apegos. Y claro, todo maestro o Guru, ha puesto énfasis que ese camino no es fácil, requiere muchos esfuerzos, dedicación, devoción y anhelo. Nada es fácil y ningún Guru o maestro hará el trabajo que cada uno debe realizar. El maestro sólo es un guía y si ya lo tienes ámalo, sírvele vuélvete uno con él.


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