La necesidad del maestro IV, Yogananda
Prócoro Hernández Oropeza
Todos los grandes sabios se convirtieron en eso, gracias
a la búsqueda de su auto realización, a su anhelo por trascender la dualidad y
encontrar el camino a Dios. En ese camino, luego de incesante búsqueda llega el
maestro que les habrá de guiar. Yogananda, otro gran sabio de la India, desde
pequeño deseaba irse a los Himalayas a buscar su Guru. Antes de concluir la
secundaria se escapaba de su padre para ir en ese anhelado encuentro. Luego que
terminó sus estudios secundarianos, paseando por una calle se sintió atraído
por un hombre de aspecto crístico, con la túnica ocre de los swamis. Sintió
como si el santo ese lo estuviera atrayendo y aunque quiso huir, algo lo
retenía, incluso la figura de ese Swami ya la había visto antes en sus
revelaciones. Cuando estuvo frente a él el Guru le dijo: “! Por fin has venido
a mí!”. ¡”Cuántos años te he estado esperando!”.
En ese furtivo encuentro con el que fuera su gran tutor
Sri Yukteswar, Yogananda sintió que su maestro conocía a Dios y que le
conduciría a él. Mientras caminaban hacia el balcón de piedra de una casa con
vista al Ganges, su maestro le dijo: “Yo te daré mi ermita y todo lo que
poseo”. Yogananda le respondió: “Señor, yo he venido para obtener sabiduría y
el contacto de Dios: esos son, de sus tesoros, lo que yo ambiciono”. Luego de un largo silencio, su maestro le
habló: “Te doy mi incondicional amor”. Y
le preguntó al discípulo: “Me darás tú, el mismo incondicional amor”, a lo que
respondió Yogananda: “Os amaré eternamente, Gurudeva”.
Este un ejemplo de cómo se funden dos almas, el maestro y
el alumno, así como Arjuna, antes se convirtió en un gran discípulo de Sri
Krishna. Y los maestros son estrictos cuando lo requieren y una muestra de
ellos fue cuando le dijo a Yogananda que
debía regresar a Calcuta donde vivía su familia y terminar sus estudios.
Esto, a pesar que de que Yogananda no quería hacerlo; no estaba en sus planes.
Sri Yukteswar le dijo a Yogananda que le buscara dentro
de cuatro semanas y con cierto énfasis le indicó: “Ahora ya te he expresado mi
afecto eterno y mostrado mi felicidad al encontrarte; es por eso que
desatiendes mi petición. La próxima vez que nos encontremos tendrás que revivir
mi interés por ti. Yo no acepto fácilmente un discípulo”. Debe haber un absoluto rendimiento de
obediencia a mi estricto adiestramiento”.
Es verdad, así eran los maestros antiguos, estrictos y el alumno debía
rendirle un respeto absoluto y obediencia.
Al mes Yogananda se presentó ante su maestro y este le
dijo: -Ya has venido. Yogananda le respondió: -Si, ¡querido maestro! Ya estoy
aquí para seguirte. -¿Cómo puede ser esto? Tú ignoras mis deseos, replico el
Guru.
-No, desde ahora, Guruji, tus deseos serán mi ley.
Yukstewar le contestó: -Está bien, ahora ya puedo asumir
mi responsabilidad por tu vida.
En ese segundo encuentro su nuevo Guru le contó parte de su
vida. Su nombre de familia era Priya Nath Karar. Nació en Sarampore, en donde
su padre era negociante próspero. Él le dejo la mansión ancestral donde ahora
era su ermita. Su educación primaria fue poca, para él era lenta y superficial.
A su temprana juventud asumió la responsabilidad de jefe de hogar y tuvo una
hija. A su edad media fue bendecido por la guía de Lahiri Mahasaya. Después de
la muerte de su esposa entró en la orden de los swamis y ahí recibió el nombre
de Sri Yukstewar, que significa Unido a Dios.
En una ocasión enfermó de tifoidea y disentería la
hermana de Yogananda, Nalini. Aunque los médicos no daban esperanza, Yogananda,
mediante oraciones y súplicas y la aplicación de técnicas yoguísticas logró
sanarla. Pero por la enfermedad había quedado paralizadas. Fue a buscar a su
maestro y le explicó lo sucedido y le pidió ayuda. El Guru le dio unas
instrucciones y le indicó que al fin de un mes sus piernas estarán sanas.
Además, sin conocer a la hermana, le describió las características físicas y
mentales de Nalini. Yogananda le preguntó si se trataba de un análisis
astrológico, cuando el maestro no conocía a Nalini, ni la fecha ni la hora de
nacimiento de su hermana.
El Guru le dijo que hay una astrología más profunda y que
no depende del testimonio de los calendarios
ni de los relojes; cada hombre es una parte del creador, o del Hombre
Cósmico: él tiene un cuerpo celestial, así como tiene otro en la tierra. Los
ojos humanos ven la forma física, pero el ojo interno penetra más profundamente
hasta el patrón universal del cual cada hombre es una integra e individual
parte. Así son los grandes sabios; no
requieren asistir a grandes academias o centros universitarios, ya vienen con
dones y conocimientos profundos, producto de sus trabajos interiores en vidas pasadas. Cuando
estuvo listo Yoganada, su maestro lo envío a Estados Unidos donde desarrolló un
gran trabajo espiritual.
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