El hombre máquina
Prócoro Hernández Oropeza
A pesar de muchos tratados psicológicos, filosóficos y
sociológicos el hombre no se conoce a fondo. No conoce ni sus límites ni sus
posibilidades. Es verdad, afirma P.O. Ouspensky, el hombre ha inventado muchas
máquinas, inventos, teorías y tratados de historia, filosofía y ciencia,
pero desconoce quién es en verdad. Está
lleno de ideas falsas sobre sí mismo y sobre todo, no se ha dado cuenta que es
realmente una máquina con siete centros, cinco inferiores y dos superiores.
Es una máquina puesta en movimiento por influencias y
choques exteriores. Todos sus movimientos, actos, palabras, ideas, emociones,
humores y pensamientos son provocados por influencias exteriores. Estima Ouspensky
que por sí mismo es una autómata con cierta provisión de recuerdos de
experiencias anteriores y de cierto potencial de energía en reserva pero nada
puede hacer, aunque se atribuye la capacidad de hacer. Todo lo que cree hacer,
en realidad sucede, tal como como llueve o nieva.
En realidad lo que ocurre en su vida, lo que piensa que
hace, es dictado por alguien distinto a él. En síntesis es una marioneta tirada
aquí y allá por hilos invisibles. Es por ello que el hombre es una máquina muy
especial y mientras no lo descubra seguirá actuando como tal, mecánicamente.
Sólo si se da cuenta de que es una máquina puede hallar los medios para dejar
de ser una máquina.
Debe saber, estima Ouspensky, que el hombre no es uno, sino
que es muchos. No posee un Yo único, permanente e inmutable, cambia
continuamente porque en su psique habitan miles de yoes. Un momento es uno, en
el momento que sigue es otra persona, poco después una tercera, y así
sucesivamente casi sin término. Sólo posee una ilusión de su unidad. Piensa que
tiene un nombre, un número de hábitos mecánicos, implantados en él por la educación o
adquiridos por imitación, pero en realidad no existe unidad en él, no posee un
centro único de comando, ni un yo o ego permanente. Cada idea, cada
sentimiento, cada sensación, cada deseo, cada “yo amo”, o “yo no amo” es un Yo.
Cada uno de esos yoes siguen automáticamente a otros yoes y por lo regular
aparecen acompañados de otros. Al yo del resentimiento, del enojo, se le une el
yo del orgullo, del orgullo lastimado, humillado, vilipendiado, ofendido. Al de
la lujuria le puede acompañar el de la envidia o el de la gula, el que quiere
más y más sexo, más mujeres u hombres para poseerlos.
Esos yoes son los titiriteros, los que nos encandilan con
sus deseos y ellos no tienen llenadora. Dicen los maestros que cada vez que le
abrimos la puerta a un deseo llegan otros mil. Como máquina humana posee cinco
centros inferiores: motriz (todo el trabajo externo del organismo, el
movimiento en el espacio, etc.), intelectual (pensamiento o intelecto, los
procesos mentales, percepción de impresiones, representaciones, conceptos,
imaginación formación de palabras…), instintivo (todo el trabajo interno del
organismo: digestión, respiración, circulación sanguínea, construcción de
nuevas células, eliminación de desechos, trabajo de las glándulas endócrinas…),
sexual (función de los dos principios masculino y femenino, la energía creativa
que puede manifestarse para liberación del hombre o para su esclavitud a través
de la infra sexualidad ) y emocional (todas las emociones: alegría, pena,
miedo, sorpresa), más dos centros superiores; el emocional e intelectual
superior y que aparecen solamente en los estados superiores de conciencia. Esos dos últimos centros están dormidos en la
mayoría de la humanidad. Los otros cinco están gobernados por los yoes. Cómo lo
descubrimos. Por ejemplo observando qué tipo de pensamientos circulan en mi
pantalla mental: negativos o positivos, de angustia, sufrimiento o de alegría.
No puedo, soy tonto, soy malo, nadie me quiere, soy débil, o lo contrario: soy
poderoso, rico, inquebrantable, valiente… En el plano de las emociones también
observar de qué tipo prevalecen en mi vida: miedo, tristeza, angustia, ira,
resentimiento, fobias, gula, pereza… son todas aquellas representaciones
mentales o emocionales que me roban mi felicidad y también mi energía. En el
plano motriz se manifiesta con mucho movimiento, correr o moverse sin parar,
trabajar demasiado, no estar tranquilo porque algo me está distrayendo o
molestando. Esos yoes mueven nuestros centros inferiores y los gobiernan, sea
despiertos o en los sueños, sin darnos cuenta. Si desconocemos cómo se mueven
estos centros de la máquina humana sólo actuaremos como robots.
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