El arcano 59


Prócoro Hernández Oropeza
“Los metales se prueban por el fuego y la valía del hombre por la boca de quien lo censura o alaba”. Arcano 59 del Tarot egipcio
El tarot egipcio es como un legado de sabiduría que nos revelaron los antiguos egipcios. Sus registros se pierden en las telarañas del tiempo, no así esa sabiduría que expresan en cada arcano o carta del tarot. El tarot se compone de 78 cartas, dividido en 22 arcanos mayores y 56 arcanos menores. Los 22 Arcanos Mayores se conocen como triunfos (atouts, en francés; atutti en italiano), lo que significa "por encima de todo".
El origen de estas cartas proviene del antiguo Egipto, derivadas del “Libro de Thoth”. Libro que se piensa que fue realizado en hojas de oro puro (78 láminas) y dictado por el Dios Egipcio Thoth, que es otro nombre que se le da al gran maestro Hermes Trismegisto. Y como todo libro sagrado, este libro encierra una gran sabiduría a lo que pocos acceden. Una sabiduría encriptada en cada baraja o carta del tarot.
Se cree que este libro Sagrado contiene todos los secretos del Universo tanto material como espiritual. Cielo, tierra y cosmos unificados en él. Su contenido está expresado como “Aquello que da origen a todo lo demás”. Muchos estudiosos consideran que la palabra tarot se origina de un vocablo egipcio que significa “a la manera real”. Todas las investigaciones reconocen al Tarot Egipcio como una de las más perfectas formas de interpretación, tanto para revelar misterios del inconsciente, como para las cosas de la vida cotidiana, ya que revela siempre cosas ocultas y ofrece al consultante los más sabios consejos, encontrando el problema y de ésta manera aparece la solución.
Por cuestiones de espacio, sólo me voy a referir al axioma del tarot 59, que en sí misma encierra una gran verdad sobre la valía del hombre, sobre su mismidad y trascendencia o su intrascendencia. El oro es uno de los metales más preciosos y valiosos por la calidad y pureza de su estructura, por su luminosidad y belleza. Es como el retrato mismo del sol, del fuego. En la vida también hay personas que pueden brillar o brillan como soles refulgentes porque precisamente son la expresión de su luz interior, de su grandeza y sus virtudes. Esos hombres, que no son muchos, siguen influyendo y brillando. Todos reconocemos la valía de esos grandes maestros como el mismo Hermes Trismegisto, Zoroastro, Buda, Krishna, Jesús y otros prohombres que han dejado huella y luz en su camino.
Un hombre prueba su valía por la boca de quien lo censura o lo alaba. Las alabanzas serán producto de sus actos virtuosos, de su sabiduría, su amor y compasión. Inclusive están más allá de cualquier reconocimiento o ataque. Está la historia de un maestro que fue puesto a prueba cuando una jovencita salió embarazada de su novio y por miedo a sus padres, cuando estos se enteraron y preguntaron acerca del padre, ella les mintió. Culpó al maestro de su diablura. Los padres, muy enojados, fueron a reclamar al maestro y luego de ofenderlo le dijeron que él se iba a hacer cargo del bebé. El maestro guardó silencio, no se defendió, pese a saber el desprecio que se ganaría en la comunidad. En efecto cuando nació el bebé se lo llevaron y este se hizo cargo de su cuidado y manutención. Al cabo de un año, la muchacha se arrepintió y contó la verdad a sus padres. Estos, muy apenados, fueron a recoger al bebé y a pedir disculpas al maestro. El maestro no guardaba rencor, simplemente sonrió y les entregó al bebé. Las personas de esa comunidad, que le había dado la espalda también, reaccionaron y fueron a disculparse por su error. La valía de ese hombre estaba más allá de los dichos y diretes, de las alabanzas y vituperios; su amor era tal que no se podía comparar con nada, excepto que era un verdadero maestro, un sol refulgente, un metal valioso.

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