Reflexiones sobre Semana Santa
Prócoro Hernández Oropeza
El simbolismo de Semana Santa ha cambiado con el paso del
tiempo. Recuerdo en mi niñez, en mi pueblo se celebra con gran pasión la Muerte
y Crucifixión de Jesús. Cargando una figura de Jesús, el Cristo, se teatraliza
el recorrido de la pasión y Muerte de Jesús, con sus tres caídas y la muerte
final. Todos los preparativos que se celebran se hacen con mucha solemnidad y,
sobre todo, con sufrimiento y tristeza y esa energía se irradiaba en todo el
pueblo de tal manera que esos días me parecían grises y tormentosos.
Sin embargo, estas representaciones que las iglesias, sobre
todo las católicas, realizan de Jesús están muy limitadas. Sólo se detienen a
reverenciar al Jesús histórico, no al gran Cristo en qué él encarnó. No murió,
bien lo sabemos y sigue vivo ahora como un gran Cristo universal y cómo él han
venido muchos otros cristos. Samael Aun Weor menciona que entre los persas,
Cristo es Ormuz, Ahura Mazda, el terrible enemigo de Ahriman (Satán) que
llevamos dentro. Entre los indostanes es Krishna el Cristo, y el Evangelio de
Krishna es muy semejante al de Jesús de Nazaret. Entre los tibetanos Cristo es
“Kwan-yin”, la Voz melodiosa, el Ejército de la Voz, el Gran Aliento, el Sol
Central, el Logos Solar, el Verbo de Dios. Entre los egipcios, Cristo es
Osiris, y todo aquel que lo encarnaba era, de hecho, un Osirificado; Hermes
Trismegisto es el Cristo Egipcio, el encarnó a Osiris… Así podríamos citar al
Cristo Cósmico en millares de libros arcaicos y viejas tradiciones que vienen
de millones de años antes de Jesús. Todo esto nos invita a aceptar que Cristo
es un Principio Cósmico contenido en los principios sustanciales de todas las
religiones.
Jesús nos mostró un drama cósmico de mucha enseñanza y
sabiduría. Por ejemplo, en el proceso que se realiza a Jesús, luego de que lo
aprendieran los romanos, nos muestra la participación de los Tres Traidores,
las tres furias del demonio. Tres furias que también viven, están presentes en
nosotros y tenemos que ser capaces de percibirlos y eliminarlos. Esto es
necesario si queremos encarnar al Cristo que está en nuestro corazón y vivir
también ese drama cósmico. Su pasión no fue algo histórico, sino un mapa, una
enseñanza para que nosotros vivamos ese drama cósmico en nosotros mismos.
Esos Tres Traidores que juzgan a Jesús son: JUDAS, PILATOS Y
CAIFÁS. Son los TRES TRAIDORES que crucifican al Cristo, que lo llevan a la
muerte y están dentro de nosotros mismos. JUDAS es el DEMONIO DEL DESEO que nos
atormenta. PILATOS es el DEMONIO DE LA MENTE, que para todo tiene disculpas. Y
CAIFÁS es el DEMONIO DE LA MALA VOLUNTAD, quien prostituye el altar, vende los
Sacramentos, inventa calumnias y mentiras contra Jesús…
JUDAS, el Demonio del Deseo, cambia al Cristo Íntimo por 30
monedas de plata. Es decir, lo cambia por cosas materiales: por la moneda, por
los licores, por el lujo, por los placeres animales, por todos los placeres de
la Tierra… PILATOS es el Demonio de la Mente. Ése siempre se lava las manos,
nunca tiene la culpa, jamás, para todo encuentra una evasiva, una
justificación; jamás se siente culpable. Realmente, todo defecto psicológico
que nosotros poseemos en nuestro interior vivimos siempre justificándolo, jamás
nos creemos culpables. Pilatos siempre justifica sus peores perversidades,
busca evasivas, disculpas, no hace frente a sus errores. Y en cuanto a CAIFÁS,
el Sumo Sacerdote, es el más perverso de todos, traiciona al Cristo Íntimo
miserablemente… Sostiene el maestro Samael: Caifás traiciona al Cristo Íntimo
(eso hace). ¿Es doloroso eso?... ¡Claro, es horrible, es una traición, de lo
más sucia que hay! Y no hay duda que son muchas las Religiones que en el mundo
se han prostituido, eso es obvio; son muchos los Sacerdotes que han traicionado
al Cristo Íntimo. No me refiero a tal o cual secta, no, sino a todas las
Religiones del mundo.
Y qué significan las multitudes. Son esas que piden a gritos
que lo crucifiquen que lo maten; esos son nuestros egos, nuestros demonios
particulares. En ese drama Cósmico las multitudes de personas, multitudes de
gentes, piden la crucifixión del Señor. Todas esas multitudes que gritan
“¡Crucifixia! ¡Crucifixia!”, que piden la crucifixión del Cristo, están dentro
de nosotros mismos, aquí y ahora. Son los agregados psíquicos inhumanos que en
nuestro interior cargamos, son todos esos elementos psíquicos indeseables que
llevamos dentro, los DEMONIOS ROJOS DE SETH, viva personificación de todos
nuestros defectos de tipo psicológico. Son ellos los que gritan “¡Crucifixia!
¡Crucifixia! ¡Crucifixia!”. Y el Señor es entregado a la muerte.
¿Quiénes le azotan? No son acaso las “multitudes” que
llevamos en nuestro interior ¿Quiénes le escupen? ¿No son todos esos agregados
psíquicos que personifican nuestros defectos? ¿Quiénes ponen sobre Él la corona
de espinas? ¿No son acaso todos esos engendros del Infierno que nosotros hemos
creado? Así que la Semana Santa es para reflexionar y descubrir en nosotros
esos tres traidores, esa multitud de demonios que nos mantienen en la ilusión
del sufrimiento.
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