Reencarnación o eterno retorno


Prócoro Hernández Oropeza

Aunque muchos no creen en el retorno, al morir, lo hacemos, querámoslo o no; es una ley divina, de las 48 a las que estamos asignados en esta tercera dimensión, en este planeta. Se le denomina Ley del Eterno Retorno y Recurrencia. Eso significa que después de morir y de que el Tribunal de la Justicia Cósmica ha sopesado nuestras acciones positivas o negativas  en la ley de la balanza, se nos signa un nuevo cuerpo y retornamos a vivir los mismos guiones que vivimos en la vida anterior. Y dependiendo de nuestras acciones o karma, dependerá el tipo de vida asignada. No hay castigos divinos, todo está sujeto a otra ley, la Ley del Karma o de Causa y Efecto, Acción Reacción.
Sino realizamos ningún cambio espiritual en la vida presente, no despertamos de esa conciencia dormida, de ese tres por ciento con la que venimos, tendremos una muerte inútil y retornaremos dormidos otra vez; para ello se nos asignan 108 cuerpos físicos. En cambio, si realizamos un trabajo psicológico profundo y tomamos conciencia de cuál es nuestro verdadero propósito divino o espiritual entraremos en un proceso evolutivo. Tomar conciencia de quién realmente soy es el primer paso. Comprender que soy una chispa de Dios, una esencia divina y he venido a este planeta a vivir experiencias humanas para sanar mi alma y conectarme con esa divinidad.
No significa que abrace una religión en particular y la defienda como la única verdad, eso es creencia y fanatismo. Comprender que Dios o el gran Padre/Madre, el omnisciente, el Único ha enviado a diversos avatares, en diferentes épocas y lugares para entregarnos el conocimiento, el camino o mapa para retornar a casa.  Pero sobre todo que la verdadera sabiduría está en cada uno de nosotros. Nuestro Ser ya sabe el camino y él puede guiarnos de la mano para regresar. Por ignorancia buscamos las respuestas afuera, a Dios cuando muramos. Dios habita en cada uno de nosotros, ahí está el gen divino, sólo tenemos que activarlo, como decía Pablo de Tarso.
Vivir en ignorancia, pensando que sólo venimos a nacer, crecer, casarnos, procrear hijos, adquirir fama, poderes, negocios o placeres estamos en un gran engaño. Si empezamos a despertar y a sanar nuestra alma, eliminar todos los demonios que habitan en ella y nos conectamos con las virtudes, el amor, la compasión es posible que retornemos un poco despiertos en la próxima vida. Es triste regresar sin recordar nuestras vidas pasadas, retornando de existencia en existencia dormidos, perdidos en los vaivenes de la vida, en sus placeres y sufrimientos.
Existen dos formas de retornar, una dormidos y la otra despiertos o reencarnados como lo hacen los grandes maestros. El Dalai Lama es uno de los pocos ilustres que ha reencarnado. Él fue descubierto e identificado en 1935 y es un Bodhisatva. Un ser despierto, muy compasivo, un eminente maestro, una gran figura espiritual y para los tibetanos, literalmente una emanación o encarnación de Avalokiteshvara manifestado en el mundo. Esos Maestros pueden disolverse en el nirvana o puede elegir renacer, movido por la compasión, para ayudar a los demás seres. Esta elección se ilustra con la leyenda del Bodhisatva Avalokiteshvara.
Se dice que Avalokiteshvara fue un gran yogui que estaba a punto de alcanzar la iluminación. Ascendió a estados de conciencia cada vez más elevados y experimentó todo tipo de reinos arquetípicos, con diversas y gloriosas formas. Sin embargo, al alcanzar la orilla de un gran océano de luz, todas estas desaparecieron. Sólo percibía ese océano de luz. Tuvo un gozo muy profundo y supo que al fin regresaba al origen. Iba a “fundirse” con la misma realidad. Entonces escuchó un sonido que parecía venir de muy lejos, por debajo de él. Se dio cuenta que eran muchas voces que gritaban y gemían. El sonido era cada vez más intenso, de modo que dejó de fijarse en el gran océano de luz y miró hacia abajo (por eso se llama así, Avalokiteshvara, “el señor que mira hacia abajo”). Vio a millones de seres que sufrían de diferentes maneras, pero sobre todo a causa de su ignorancia y su falta de instrucción espiritual. Pensó: “¿Cómo puedo abandonar a esos seres? ¿Cómo puedo fundirme en este océano de luz y salvarme sólo yo cuando en el mundo hay tantos que necesitan ayuda?” De esa forma Avalokiteshvara ha regresado al mundo con sus diversas emanaciones. Así que nosotros, si realizamos fuerte trabajo espiritual podemos retornar despiertos y continuar trabajando en nuestra progresión espiritual, no sólo para sanar nuestra alma, y si se puede, apoyar a otros en su despertar.


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