Palabras de los sabios
Prócoro Hernández Oropeza
Otra visión de los desapegos está bien definida y
discernida por el maestro Sivananda. Él afirma
que los sabios comparan al hombre mundano con el perro callejero, el
cerdo que come basura y el gusano que se deleita con inmundicias. ¡La
comparación es en verdad muy acertada! Es una triste comparación, pero cuánta
verdad existe en su predicado. Cuando estamos dormidos somos inconscientes de
estas realidades y vivimos disfrutando de esas inmundicias, nos fascinamos con
nuestros apegos y tristezas, con las falsas glorias y fama.
Y continúa diciendo: “Del mismo modo en que un clavo no
puede entrar en una piedra por más que uno trate de hundirlo con el martillo,
las ideas religiosas y los discursos sobre Dios no pueden entrar en la mente de
los hombres mundanos por más lúcidamente que puedas explicárselo mediante
historias, analogías, comparaciones y parábolas. Tienen un corazón tan
endurecido por la maldad que es muy difícil de penetrar. Sin embargo, los
pensamientos lujuriosos pueden fluir a través de sus mentes como la corriente
del río Kali”.
Estamos atrapados por los objetos mundanos y ellos no pueden darnos paz mental. Sólo
renunciando a los goces y penas mundanas, a sus placeres y tentaciones podremos
obtener paz, sólo si permanecemos en el mundo buscando algo superior y más
noble que los objetos de los sentidos obtendremos la beatitud eterna del Ser.
Los grandes maestros, veedores de la Verdad, sabios y
Rishis, debido a su experiencia del Ser pueden declarar resueltamente: “No
corras tras los objetos. Renuncia a los objetos mundanos. Ellos son causa de
miseria. Lleva una vida de austeridad y meditación. Este mundo es nada. Todos
los objetos de este mundo carecen de valor, porque son transitorios, efímeros y
perecederos. Entiende la naturaleza del alma y su relación con Dios. Si lo
haces obtendrás beatitud eterna e infinita, e inmortalidad”.
El hombre que simplemente come y bebe, y que no ejercita
su facultad mental para realizar al Ser es sólo un bruto. ¡Vergüenza de ese
miserable desdichado que está apegado a las cosas ilusorias del universo y que
es un asesino del Atman (Ser)! Él comete suicidio en verdad.
Por ello, esos hombres sabios nos dicen: “¡Oh, personas
mundanas! Despierten del sueño de Ajñana. Abran los ojos. Levántense para
adquirir conocimiento del Atman (Ser). Acérquense al Brahma-Nishta Guru. Logren
el sueño profundo sin dormir (Samadhi). Sumérjanse en el Atman.
Sivananda estima que un hombre mundano tiene dos valores en
la vida, el estómago y el bolsillo. Trata de llenar su bolsillo con dinero como
sea y llena su estómago diariamente con toda clase de cosas. Ese es su
objetivo. Un aspirante espiritual también tiene dos valores en la vida,
renuncia y meditación. Mantiene algunas pocas cosas solamente para la mínima
preservación de su cuerpo y da el resto a otros. Pasa su tiempo en meditación.
El primero vive en vano y desperdicia su vida, mientras que el otro lleva una
vida gloriosa de divinidad y goza de la beatitud eterna del Alma.
Un hombre mundano se destruye a sí mismo apegándose a
cosas irreales. Ese hombre que no lucha por obtener realización del Ser a pesar
de tener conocimiento de las escrituras, un cuerpo humano, juventud, energía y
otras conveniencias, en verdad, comete suicidio. Su futuro es muy lamentable.
¿Quién puede ser más tonto que aquél que descuida la búsqueda del fin de la
vida? Aquél hombre al que no le importa indagar sobre “¿Quién soy? ¿Cuál es la
meta? ¿Cómo puedo lograrla?” es en verdad un tonto aunque esté dotado de alto
conocimiento secular.
¡Oh, hombre! Desarrolla desapego y discernimiento.
Cultiva virtudes. Muévete en compañía de sabios iluminados. Obtén de ellos
instrucciones espirituales. Sírvelos. Medita en el Atman y logra la realización
del Ser. Sólo entonces podrás convertirte en un héroe espiritual entre héroes,
en un líder espiritual del mundo, un Emperador de emperadores.
Sivananda consuela al hombre: ¿Por qué lloras, amigo? Tú
eres Rama. Tú eres Krishna. Tú eres Shiva. Tú eres el Atman. Tú eres Brahman.
Tú eres la Verdad: “Tat Tvam Asi”. ¡Tú eres Eso, mi querido amigo!
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