El sufismo, el néctar divino


Prócoro Hernández Oropeza

Todas las religiones poseen dos tipos de interpretación y de práctica religiosa: Una esotérica o mística y otra exotérica. La primera busca a Dios internamente y ve a lo sagrado en cada persona y en todo lo que le rodea, pero sobre todo logra experiencias místicas con esa realidad divinal. La exotérica busca a Dios afuera o cuando muera y sólo vive de creencias y conceptos de lo sagrado. En el cristianismo la gnosis es la parte mística, en el Judaismo es la kábala y en el Islamismo existe una corriente esotérica muy refinada y alejada de dogmas y creencias denominado sufismo.
Para el historiador Ibn Jaldun, en su libro Muqaddima dice: “Este conocimiento es una rama de las ciencias de la Ley Sagrada que se originó dentro de la Umma. Desde el principio, el camino de tales gentes (Sufis) ha sido considerado también el sendero de la verdad y la guía por la primera comunidad de musulmanes y sus notables, los Compañeros y los seguidores de éstos últimos.”
Como todas las corrientes esotéricas o refinadas y puras de cada religión, el sufismo consiste en la plena dedicación a Allah, el más elevado, tal como en el Bhagavad Gita lo es a Krishna, en el cristianismo a las enseñanzas crísticas o gnosis. Estas le dan la espalda a los ornamentos del mundo, absteniéndose del placer, la riqueza y del prestigio buscado por la mayoría de los hombres y retirándose de la compañía para dedicase plenamente al servicio a Dios, a Brahama, Alá, Krishna.
 En las palabras de Ibn Jaldun, el contenido del Sufismo es “total dedicación a Allah el Más Elevado”; esa fue “la regla general entre los Compañeros del Profeta y los primeros musulmanes”. Pero con el paso del tiempo esto se fue olvidando y sólo unos cuantos preservaron la esencia de las enseñanzas de Mahoma.  Para Sivananda el sufismo tiene influencia tanto del misticismo indio como del misticismo cristiano oriental.
El místico sufí ve al Señor en todo, experimenta la visión cósmica y contempla a su amado en todos los lugares y en todas las cosas. No alberga sentimiento alguno de posesión. Está libre de egoísmo, pasión, avaricia, ira, orgullo. Es perfectamente desapasionado  y disfruta de una paz y sosiego perfectos. Su estado está más allá de toda descripción. Es como un sabio liberado. Considera al corazón como el palacio de su amado. No se preocupa acerca de dogmas ni doctrinas, credos ni sectas, pues ha alcanzado la devoción suprema. Esta corriente está muy alejada de las corrientes islámicas ortodoxas y dogmáticas.
Para lograr ese desapasionamiento, un sufí ha realizado un extraordinario trabajo interior, eliminando los agregados psicológicos que mantienen al mundo en la ilusión del sufrimiento, de la dualidad. El ascetismo es un rasgo fundamental del sufismo; el sufí consagra todos sus actos físicos, mentales y espirituales a la voluntad de Dios. El sufismo combina el éxtasis y el servicio a la humanidad. El sufí desea permanecer  en el mundo y servir a la humanidad, pero estando siempre por arriba de lo mundano.
Cuando hablan de éxtasis los sufís la describen como la experiencia divina de diversas formas, tales como dulzura, perfume, sueno y muerte. En el sufismo la belleza conduce al amor, y este a la dicha. Toda dualidad se desvanece y el amante y el amado se funden en uno mismo. La música también juega un papel muy importante en los ejercicios religiosos y adoran la belleza. Esto lo podemos ver en esos maravillosos poemas de Rumi, un poeta y místico sufí.
Deja tus preocupaciones

Deja tus preocupaciones
y ten un corazón completamente limpio,
como la superficie de un espejo
que no contiene imágenes.
Si quieres un espejo claro,
contémplate
y mira la verdad sin vergüenza,
reflejada por el espejo.
Si se puede pulir metal
hasta asemejarlo a un espejo,
¿qué pulido podría necesitar
el espejo del corazón?
entre el espejo y el corazón
ésta es la única diferencia:
el corazón oculta secretos,
pero el espejo no.


El amor es insensato…

El Amor es insensato, no razona.
La Razón busca un beneficio.
El Amor se te declara,
consumiéndose, inmutado.

Sin embargo, en medio del sufrimiento,
el Amor avanza como una rueda de molino,
sencilla y de dura superficie.

Habiendo muerto de interés personal,
lo arriesga todo y pide nada.
El Amor pierde apostando cada regalo
otorgado por Dios.

Sin causa, Dios nos dio el Ser;
sin causa, devuélvelo otra vez.
Todas las religiones poseen una enseñanza sagrada, no contaminada por las miserias del hombre mundano. Preservan lo mejor de las enseñanzas de los grandes avatares y muchas veces se requiere un conocimiento profundo y claves para acceder a ese conocimiento divino y perene.




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