Cómo edificar un nuevo destino


Prócoro Hernández Oropeza

Hace como dos décadas no sabía quién era, ni cuál era mi propósito de vida, mi destino. En un diplomado sobre Alta dirección el maestro,  que había sido franciscano, no dio un texto de trabajo y en la portada venía este enunciado: “Cuando el hombre sabe dónde va, la providencia le abre el paso. Recuerda, tú eres el arquitecto de propia vida” ese enunciado caló profundamente en mi mente, abrió mi necesidad de buscar ese propósito de vida, de comprender cuál era mi misión al venir con este cuerpo físico a esta nueva existencia. No sabía nada del karma ni de la rueda del Samsara, mucho menos la existencia de otras realidades o dimensiones en las cuales todos nos movemos.
Era como una máquina humana que me dejaba llevar por la corriente de la vida, por los valores y las tendencias sociales y morales de la sociedad, todo lo hacía mecánicamente y pensaba que era mi destino hacer lo que tenía que hacer sin cuestionarlo. Cuando inicié el estudio y práctica del yoga, el maestro nos decía: no somos humanos que hemos venido a vivir experiencias humanas; somos espíritus que venimos a vivir experiencias humanas y hemos venido a vivir muchas vidas y las seguiremos viviendo sino comprendemos cuál es nuestro propósito, nuestra misión.
Uno de esos propósitos es trascender esta vida mecánica, comprender que el hombre es dueño de su propio destino y cada uno puede transformarlo y vivirlo sin identificarse con los choques o impactos positivos o negativos de nuestra existencia humana. Más tarde comprendí que todo lo que poseo, mis propiedades, mis roles, mis hijos, mi trabajo, todo lo que me rodeaba eran producto de mis creaciones. Soy un creador y con mis pensamientos he creado todas mis circunstancias, mi felicidad, mi paz, armonía, pero también lo contrario, pobreza, tristeza, sufrimiento, angustias, pesares.
El maestro Swami Sivananda sentencia que el pensamiento, el pensar es verdadero karma. El pensamiento modela mi carácter, se materializa y se convierte en acción. Si dejo que mi mente cultive pensamientos buenos y elevados desarrollaré un carácter noble y realizaré naturalmente acciones buenas y nobles, si abrigo pensamientos negativos un carácter bajo. Esta es una ley inmutable que se le denomina karma.
Si siembro una acción cosecharé un hábito, siembro un hábito y cosecharé un carácter. Si siembro un carácter cosecharé un destino. Por eso el destino es mi propia creación porque con mis pensamientos que luego se traducen en acciones, estoy edificando mi destino. Aquí el azar, los castigos divinos son falacias. Un hombre con carácter fuerte naturalmente tendrá una voluntad fuerte y esto es producto de ese karma que ha realizado a lo largo de incontables nacimientos: Ilustres hombres como Buda, Jesús y otros sabios han realizado una serie de actos virtuosos a lo largo de muchas vidas. Así que ninguna acción se realiza en vano, nada se pierde, todo se registra en el karma de cada uno.
Ahora entiendo  que yo y sólo yo soy responsable del estado actual en que me encuentro. Si soy feliz es por mi propia culpa, lo mismo si soy miserable o infeliz. Toda acción produce un futuro tarde o temprano. Una acción virtuosa produce un placer, una acción negativa produce dolor. Los pensamientos poderosos de vidas pasadas se convierten en mis capacidades en mi vida actual. Si en mis vidas pasadas he realizado actos virtuosos me proporcionarán un buen entorno en mi vida actual. Sivananda afirma que si oprimo a una persona, sufriré opresión en la otra vida y cosecharé el fruto que estoy sembrando en esta vida. Muy parecida a la parábola del sembrador de Jesús. Si siembras en un campo árido la semilla morirá, si siembras en un terreno lleno de maleza, las otras plantas no dejarán crecer a la nueva planta. Si siembras en una tierra fértil tendrás excelente cosecha. Si hiero el ojo de un hombre, él herirá el mío en la otra vida. Si alimento a un pobre tendré abundancia en la otra vida.
Para Sivananda hay tres tipos de acciones. Buenas, malas y mixtas. Los karmas buenos te convierten en el cielo en un dios o en un ángel, los karmas malos te conducen a nacimientos inferiores. Las acciones mixtas te proporcionan un nuevo nacimiento. Toda acción es una mezcla del bien y del mal. No puede existir en el mundo ni la acción absolutamente buena ni la acción absolutamente mala. Como este universo es un plano relativo, si realizo una acción, produciré algún bien en un sentido y algún mal en otro. Por ello, debo tratar de realizar aquellas acciones que puedan producir un máximo de acciones buenas y un mínimo de mal.
Así que se recomienda resolver el rompecabezas de la vida y del universo. ¿Cómo? Produciendo solaz satisfacción y consuelo a todo el mundo, siendo una persona virtuosa, con pensamientos amorosos, compasivos y divinos.



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