Porque la poesía sigue viva



A Jaime Sabines a algunos años de su muerte
Prócoro Hernández Oropeza
Esta humanidad, como para salir de la rutina o inventar excusas para no olvidar quién es y qué hace, ha inventado festejos, algunos tan insulsos o innecesarios, como el día del compadre, de la abuela, el gato, la justicia social, de la naturaleza, la discriminación, la Raza,  la salud, del autista, del libro y cientos más y al paso que vamos, los 365 días de año no van a ajustar. Deberíamos ser más selectivos y celebrar sólo aquello que realmente impacte en la psique de esta humanidad doliente, le hagan reflexionar y  trascender. Días a celebrar como el de la Poesía, que se festejó ayer, y agregaría otros como el Día de los guerreros, de la sabiduría, del amor incondicional, de las virtudes, de la compasión.
Pues bien,  es hora de reflexionar sobre la poesía. Efraín Bartolomé nos recuerda estas palabras de otro gran poeta, Pablo Neruda que dijo:
“Los incendiarios, los guerreros, los lobos, buscan al poeta para quemarlo, para matarlo, para morderlo. Un espadachín dejó a Pushkin herido de muerte entre los árboles de un bosque sombrío. Los caballos de pólvora galoparon enloquecidos sobre el cuerpo sin vida de Petofi. Luchando contra la guerra murió Byron en Grecia. Los fascistas españoles iniciaron la guerra en España asesinando a su mejor poeta. Pero la Poesía no ha muerto, tiene las siete vidas del gato. La molestan, la arrastran por la calle, la escupen y la befan, la limitan para ahogarla, la destierran, la encarcelan, le dan cuatro tiros y sale de todos estos episodios con la cara lavada y una sonrisa de arroz.”
Es verdad, la poesía no ha muerto, sigue viva, a pesar del menosprecio, de reducirla a espacios escondidos en las tertulias de algunos cafés, en conversaciones íntimas entre dos amantes o en fragmentos de alguna película que se dignó brindarle un espacio o cuando alguien la lee en silencio para apagar un incendio en su corazón.
Y a pesar de que a los empresarios editoriales no les interesa publicar poesía por ser un arte no lucrativo y quejarse que ya no hay lectores de poesía, ésta seguirá viva, anunciando la venida de una nueva aurora, el fin de las meritocracias, de las hordas de la oscuridad y la ignorancia. Porque en la poesía hay luz, una dirección que proviene, no de la mente limitada, sino del corazón, de lo más sublime de quien es portador de la poesía.

¿De dónde viene la poesía? Se pregunta el poeta
De una inspiración, de un don del escribidor
Algo que llegó de improviso, sin avisar
Simplemente llega como un tren en medio de la noche
Como el vuelo rasante de un águila sempiterna
En el silbido del viento del norte
En un crepúsculo donde se escribió tú nombre
Llega como un suspiro de tu corazón sublime
Un rayo dorado que partió en dos la tarde.

Y para cumplir con este homenaje va un poema del gran Fernando Pessoa:

El poeta es un fingidor
Fernando Pessoa

El poeta es un fingidor.
Finge tan completamente
que hasta finge que es dolor
el dolor que en verdad siente,
Y, en el dolor que han leído,
a leer sus lectores vienen,
no los dos que él ha tenido,
sino sólo el que no tienen.
Y así en la vida se mete,
distrayendo a la razón,
y gira, el tren de juguete
que se llama corazón.

   

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