Divina mujer


Prócoro Hernández Oropeza

Qué es la mujer sino un pedazo de cielo, el eterno ahora, la conquista del éter, la sonrisa de la aurora, el despertar de una estrella, el bostezo del viento, la paz interior que nos envuelve después de una noche violenta, la Isis, a la que ningún mortal le ha bajado el velo, la Afrodita que nos atormenta con su fuego, la Stela Maris que vela mis sueños, la dicha de Palas Atenea en los ojos de la bien amada, el corazón que ama a pesar de las desdichas. Ese eterno femenino que embellece nuestro camino.
Sí, todo eso es la mujer, la bendita mujer que es fuente de amor y de vida; a ella le canto en su día para expiar mis errores por cuanto le haya ofendido, consciente o inconscientemente, de pensamiento, palabra y obra. A esa mujer le canto porque es la fuente de las virtudes, del amor incondicional, de la inspiración y la bienaventuranza.

Mujer

Eres el canto de la aurora inesperada
La bendita amada que teje su telar día tras día
La que espera con ansias infinitas a su eterno guerrero
La que le dio de  beber a un profeta en el desierto
Aquella que alimentó a Buda y le despertó de su angustia
La que le sonrío a Cristo cuando estaba en la cruz
La Isis que juntó los restos de Osiris y le restauró a orillas del Nilo
Esa Pandora que trajo, sin saberlo, la caja de los pesares y angustias
Eres la divina madre, la que degüella a mis terribles demonios
Eres un ángel que esconde sus alas y se queda a vivir con los mortales.

Sí, eso para mí es la mujer, el eterno femenino, al que le canto en su día, como lo hacen los grandes poetas y de los cuales transcribo algunos de sus versos.

Para el poeta chileno Vicente Huidobro, este es su concepto de mujer:

Mujer el mundo está amueblado por tus ojos
Se hace más alto el cielo en tu presencia
La tierra se prolonga de rosa en rosa
Y el aire se prolonga de paloma en palo

Al irte dejas una estrella en tu sitio

Dejas caer tus luces como el barco que pasa
Mientras te sigue mi canto embrujado
Como una serpiente fiel y melancólica
Y tú vuelves la cabeza detrás de algún astro

Rubén Darío indica que el amor no admite cuerdas reflexiones:

Señora, Amor es violento,
y cuando nos transfigura
nos enciende el pensamiento
la locura.

No pidas paz a mis brazos
que a los tuyos tienen presos:
son de guerra mis abrazos
y son de incendio mis besos;
y sería vano intento
el tornar mi mente obscura
si me enciende el pensamiento
la locura.

Sin olvidar al infaltable Jaime Sabines, dice: Te quiero a las 10 de la mañana

Te quiero a las diez de la mañana, y a las once, y a
las doce del día. Te quiero con toda mi alma y con todo mi cuerpo,
a veces, en las tardes de lluvia. Pero a las dos de la tarde, o a las
tres, cuando me pongo a pensar en nosotros dos,
y tú piensas en la comida o en el trabajo diario, o en las diversiones que no tienes,
me pongo a odiarte sordamente, con la mitad del odio que guardo
para mí.

Luego vuelvo a quererte, cuando nos acostamos y siento que
estás hecha para mí, que de algún modo me lo dicen tu rodilla
y tu vientre, que mis, manos me convencen de ello, y que no
hay otro lugar en donde yo me venga, a donde yo vaya, mejor
que tu cuerpo. Tú vienes toda entera a mi encuentro,
y los dos desaparecemos un instante, nos metemos en la boca de Dios,
hasta que yo digo que tengo hambre o sueño.


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