Tierra de confusión



Prócoro Hernández Oropeza

La tierra, el mundo que conocemos vive en mucha confusión. El ego del orgullo es otra de las aberraciones de la máquina humana que tiene al planeta en la confusión, ignorancia y desorden.  En la década de los 70´s el grupo británico Génesis difundió una canción titulada Tierra de confusión. La canción inicia con los versos siguientes: “Debo haber soñado mil sueños, he sido perseguido por millones de gritos; puedo oír el sonido de los pies que se marchan, se están mudando a la calle. Ahora has leído las noticias del día, dicen que el peligro y se ha ido. Pero puedo ver que el fuego sigue encendido y la noche sigue ardiendo. Hay demasiados hombres, demasiada gente metiéndose en demasiados problemas y no hay demasiado amor alrededor. ¿No puedes ver que esta es la tierra de la confusión?”
Sí, esta es la tierra de la confusión, carente de amor y con sobrada vanidad y arrogancia y el ego del orgullo es precisamente otro agregado que mantiene al mundo en vilo, caminando de la mano de la lujuria, la avaricia y la codicia. El yo se cree bello, puro, inefable, santo, virtuoso, etc., nadie se cree malo, todas las gentes se auto-consideran buenas y justas.
Todos los seres humanos en el fondo somos narcisistas enamorados de sí mismos; observad a un cantante en el escenario del teatro; está locamente enamorado de sí mismo, se adora, se idolatra y cuando le llueven los aplausos, llega al clímax de su auto-adoración; eso es precisamente lo que él quiere, lo que anhela, lo que aguarda con sed infinita.
Mucho se habla sobre la vanidad femenina. Realmente la vanidad es la viva manifestación del amor propio. La mujer ante el espejo es un narciso completo adorándose a sí misma, idolatrándose con locura.
El ego del orgullo surgió como respuesta a la importancia personal, la vanidad de la presunción de lo que se considera como propio. La arrogancia le aporta una pseudo-seguridad y un cierto placer por aplastar al otro. Es un placer que procede del ego. Es efímero este placer y hace que el ego se enquiste aún más en el subconsciente. La manifestación del ego permite que el ego se intensifique, crezca, se encadene aún más a otros sistemas de ego, porque el orgullo no va solo; está conectado con otros aspectos psicológicos.
Observemos los niños durante sus primeros tres o cuatro años de vida; todos son bellos... adorables... hermosos porque aún no se ha manifestado en ellos el asqueante yo. En ellos sólo se manifiesta la esencia anímica con toda su bondad. Luego aparecen los yoes y uno de ellos es el del orgullo. Y este se manifestará si los padres le dan cuerda a ese yo de la vanidad o la arrogancia. Eres muy guapo, muy inteligente, el mejor niño del mundo, lo máximo. Con el paso del tiempo ese ego se irá arraigando en la psique del muchacho y puede que le suceda lo que vivió Narciso, el de la mitología griega. Se creía tan hermoso que cuando vio su primera imagen en un lago, se enamoró de ese rostro y no se levantó hasta que, cansado, su cara se hundió en el agua y murió. Cuando el ego comienza a controlar la personalidad del niño, la belleza espontánea desaparece, entonces comienza la sobre-estimación del querido ego y el niño sueña con dominar el mundo y llegar a ser el más poderoso de la tierra.
Quienes son poseídos por esta aberración se vuelven prepotentes, sanguinarios, presumidos y puede llegar a ser grandes dictadores o tiranos. Se creen elegidos, indispensables, rayitos de esperanza, iluminados y han hecho demasiado daño al planeta. Muchos gobernantes en el mundo han sido abortados por este ego del orgullo, causando guerras, injusticia, traición.

La sociedad tiene otros mecanismos, además de la familia, para ensalzar ese ego. De hecho el consumismo, la publicidad y la propaganda hacen uso de este ego para vender sus productos o servicios y  también candidatos políticos. La mujer se adorna lo mejor que puede, se pinta, se encrespa el cabello con el único fin de que los demás digan: Eres hermosa, eres bella, divina, etc. El yo siempre goza cuando la gente lo admira, el yo se adorna para que otros le adoren. El yo se cree bello, puro, inefable, santo, virtuoso, etc., nadie se cree malo, todas las gentes se auto-consideran buenas y justas. Pero el amor propio es algo terrible. Y más terrible cuando alguien le lastima ese amor propio, su ego del orgullo. Entonces viene el ego de la ira y Dios nos libre. 

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